Quédate

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La habitación estaba a media luz. Afuera, tras la ventana, el cielo se coloreaba de violeta y naranja, anunciando el anochecer. Sobre la cama, aún abrazados, Steve y Tony compartían una mirada. No hacía mucho que Steve había pronunciado palabras increíbles y Tony todavía no las asimilaba. De hecho, por un momento, le parecieron producto de sus ensoñaciones. Sólo en sus sueños más profundos y amigables, Steve lo amaba y no le importaba su pasado, ni lo que representaría para él estar con un omega con dicho pasado. Así que dudó, dudó que Steve hubiera dicho eso y en su lugar, pensó, había dicho otra cosa que malinterpretó.

—¿Qué? —preguntó—. ¿Qué dijiste? Creo que no te escuché bien.

Steve no apartó su sonrisa cuando contestó.

—Que te amo, Tony. Eso dije.

Tony le miró incrédulo y se incorporó de la cama, deshaciendo el abrazo.

—Como amigo, ¿verdad? —dijo.

—No —Steve se incorporó también, al menos lo suficiente para que su rostro y el de Tony estuvieran a la par —. Como alguien que desearía que fueras su pareja de por vida.

Tony abrió la boca, pero ningún sonido salió. Luego, balbuceó algo ininteligible, sacudió la cabeza y trató de hablar una vez más. Su reacción enterneció a Steve, aunque en el fondo le preocupaba ser rechazado, continuó sonriéndole amablemente. Su acción sólo puso más nervioso a Tony.

—...pero... yo... eso... no... —dijo éste último sintiendo las mejillas ardiendo y el corazón en la garganta —... no... soy... tú... mereces...

—¿Alguien mejor? —terminó Steve por él.

Tony asintió y tragó saliva.

—¿Quién mejor que tú? —preguntó Steve con seriedad.

—...cualquiera... —dijo Tony en voz baja.

Steve negó.

—En el amor no puede ser cualquiera. Tiene que ser el correcto.

—¿Cómo sabes que soy el correcto?

Steve hizo una pausa, una que pareció muy larga para Tony. Tenía una pequeña discusión interna, era claro, pero pareció resolverlo pronto.

—Tras la muerte de Nat, el mundo me pareció que había perdido su color. Pero cuando te mudaste aquí, cuando te vi, algo cambio. Como si un velo se hubiera quitado y el mundo volviera a tener brillo; y las flores aroma; y la música, armonía. Después de años... he vuelto a sentir amor.

—Pe...pero... yo... —Tony se vio interrumpido por el toque suave de Steve en el dorso de su mano.

—Es sólo como yo me siento, no tienes que responder nada, ni aceptarme, ni nada. Y nada tiene que cambiar entre nosotros.

Tony le miró entonces, era suficiente, pensó. No podía soportarlo más, su corazón se le saldría del pecho, si no hacía algo. Aunque tampoco lo analizó con toda calma. Simplemente se dejó llevar y cuando se dio cuenta, había adelantado el rostro y sus labios tocaban suavemente los labios de Steve. Entonces, se apartó un poco, inseguro de su impulso. Levantó la vista y lo recibieron los ojos de Steve, quien le acunó el rostro suavemente, le sonrió y un segundo después, una vez más, compartían un beso. La somera presión poco a poco cedió, sus labios se abrieron, y dieron cabida al cálido interior de sus bocas, sus lenguas se rozaron, y muy lentamente aquello era un beso en toda regla.

Tony sintió que se derretía muy lentamente y así se escurrió de vuelta al colchón, llevando a Steve consigo, quien dejó caer sólo un poco de su peso contra él, mientras le acunaba el rostro con una mano, prolongando la caricia. Se sentía tan bien que olvidó por un momento que no estaban solos del todo. Pero se lo recordaron cuando tocaron a la puerta y, casi de inmediato, Peter abrió la puerta. Ambos dieron un respingo y se separaron, al tiempo que se sentaban de nuevo en la cama, tomados por sorpresa.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now