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A la mañana siguiente, Crocus amaneció con mucha efusividad por parte de los pobladores. Las festividades comenzaron desde muy temprano y el Castillo estaba abarrotado de actividades.

Un guardia trajo una bandeja con suficiente comida para los cuatro y se retiró apenas la colocó en el suelo, pero los magos no tenían apetito alguno.

Como siempre, estaban llenos de preguntas y de incertidumbre al no saber qué les depararía después, pues habían pasado demasiadas cosas en tan pocos días que era imposible imaginarse un momento de calma, sobre todo cuando sus vidas estaban condenadas.

Lo único que los reconfortaba en ese momento era que todos los miembros del gremio se encontraban bien, y eso ya era suficiente para seguir resistiendo.

La puerta volvió a abrirse, mostrando a la misma chica de ayer.

—Ustedes dos —señaló a Lucy y a Erza—. Vengan conmigo —no esperó a que la siguieran y comenzó a caminar.

Las dos se miraron dubitativas, y de paso miraron a sus otros dos compañeros. No querían separarse, pero si no lo hacían, cosas peores podrían suceder. Erza fue la primera en avanzar y Lucy iba detrás; sin embargo, fue detenida por una mano cálida que la sostuvo del brazo.

—Luce —Natsu pronunció su nombre con delicadeza—. Ten mucho cuidado —imploro con preocupación y ternura reflejada en sus ojos.

La rubia se sorprendió, ya que su compañero muy pocas veces se mostraba preocupado o temeroso por algunas situaciones, pero el hecho de que le estuviera demostrando parte de su vulnerabilidad ahora mismo, la conmovió de una manera inexplicable.

—Lo tendré —le aseguró tratando de enseñarle su sonrisa más alentadora, similar a las que él siempre le mostraba cuando estaba decaída.

Alcanzó a las otras dos magas y recibió una mirada despectiva por parte de Brandish.

—Al fin terminaste —comentó con desagrado, provocándole malestar a Lucy.

Caminaron por un buen tramo hasta que llegaron a una gran sala abarrotada de personas, en su mayoría mujeres, y fue ahí donde finalmente pudo respirar aliviada.

—¡Chicas! —Mirajane las llamó junto con las otras miembros femeninas del gremio, y todas se reunieron en un fuerte abrazo.

—Que bueno que todas se encuentran bien —dijo Lucy con lágrimas.

—¿Dónde está el Maestro y los demás? —preguntó Erza, recorriendo todo el lugar con los ojos.

—No lo sabemos con certeza. A todos nos pusieron en habitaciones separadas, y no fue hasta que llegamos aquí que nos pudimos reencontrar —explicó Levy.

—Pero sólo las chicas —agregó Wendy.

—¿Gray-sama se encuentra bien? —inquirió Juvia.

—Lo está —le aseguró Erza.

—Basta de charlas —Brandish interrumpió el momento, chasqueó con los dedos, y enseguida un ejército de sirvientes rodearon a las chicas, las condujeron hasta unas tinas de baño y ahí comenzaron a bañarlas para eliminar toda la suciedad que habían estado acumulando. Enseguida las vistieron con vestidos de gala, las peinaron, perfumaron y colocaron maquillaje sobre sus rostros para disimular las ojeras y lo demacradas que algunas de ellas se encontraban.

Para Lucy era muy surrealista ver su reflejo en el espejo y a todos los sirvientes que hacían su mejor esfuerzo para que luciera impecable. Simplemente, le parecía increíble que estás personas se preocuparan por su apariencia cuando estaban a punto de arrojarla al matadero, pero lo que más le inquietaba era no saber por y para qué tenía que usar esas ropas, y más importante, dónde estaba el resto de sus amigos, dónde y qué estará haciendo Natsu.

Los Grandes Juegos MágicosWhere stories live. Discover now