Rumores, chismes Cristiano actual.

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“- ¿Te enteraste de lo de Becky? Está saliendo con Roberto, el que recién llegó. He oído que tiene un registro de arresto, creo que por robo”.

“- ¡No! Parece tan simpático. Realmente uno no puede confiar en las apariencias. La verdad es que Becky siempre se ha metido en problemas, desde la separación de sus padres. Oí que su padre...”

Y es así como se teje la red del chisme, el cual incluye cada vez a más personas. Sus reputaciones se ven afectadas, con frecuencia con historias con poca o ninguna base de verdad. Al principio sólo parece una diversión inocente, una forma de matar el tiempo. Pero sus consecuencias pueden ser de largo alcance, afectando a incontables vidas durante los años venideros.

¡Qué poder tienen las palabras! Poder para edificar. Poder para destruir. Y con todo, con cuanto descuido las usamos. “Mentiritas blancas”, las llamamos; sin embargo, esas “mentiritas blancas” pueden tener consecuencias muy oscuras. Mark Twain dijo:

“Una de las diferencias más notables entre un gato y una mentira es que el gato sólo tiene nueve vidas”.

Nos reímos cuando algún comediante dice una obscenidad en la televisión, pero nos sorprendemos cuando esas mismas palabras salen de nuestros labios, cuando nos apretamos el pulgar al cerrar una puerta. “¿De dónde vino aquello?” decimos riendo. La Biblia nos dice de donde proviene:

de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34)

Controlar nuestro lenguaje, domar nuestras lenguas, es uno de los desafíos más importantes que enfrenta el cristiano. Las palabras son una herramienta, y dependiendo de cómo las usemos se puede tener buenos o malos resultados.

Vivimos en un mundo que está en amores con las palabras y bombardeado con información. La televisión, la radio, los periódicos, los libros y la Internet nos colman con más información de la que podemos procesar. Con el simple toque de una tecla podemos enviar un mensaje por correo electrónico a través del globo a algún país distante. Eso fue algo muy bueno cuando mis padres estuvieron como misioneros en Kyrgystan en Asia Central, hace unos pocos años atrás. En el pasado, los misioneros estaban sin contacto con su familia por meses, inclusive años, en algunas ocasiones. Pero hoy, a través del increíble sistema de la Internet, podemos contactarnos con ellos en cosa de minutos, por el precio de una llamada local. En ningún otro momento la comunicación se vuelve más importante que cuando estamos lejos de nuestros seres amados. Pregunta a cualquier pareja joven, que esté separada por miles de kilómetros, cuán importante son las cartas y las llamadas telefónicas de larga distancia para mantener fuertes sus relaciones.

Pero, con la abundancia de palabras e información que nos rodea, ¿existe una comunicación real? Sydney J. Harris dijo:

“Las dos palabras, información y comunicación, con frecuencia se usan de manera intercambiable, pero tienen significados bastante diferentes. La información es emitir; la comunicación es ser comprendido (Reader´s Digest, April 1995, p. 34).

Todas las palabras del mundo significan poco si no hay entendimiento. Sin una buena comunicación no tenemos otra cosa que: “Palabras, palabras, meras palabras, nada del corazón”, como Shakespeare lo dijera.

Pablo nos aconseja:

Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Colosense 4:6)

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