Gryffindor Contra Ravenclaw

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Parecía el fin de la amistad entre Ron y Hermione. Estaban tan enfadados que Bella y Harry no veían ninguna posibilidad de reconciliarlos.

A Ron le enfurecía que Hermione no se hubiera tomado en ningún momento en serio los esfuerzos de Crookshanks por comerse a Scabbers, que no se hubiera preocupado por vigilarlo, y que todavía insistiera en la inocencia de Crookshanks y en que Ron tenía que buscar a Scabbers debajo de las camas.

Hermione, en tanto, sostenía con encono que Ron no tenía ninguna prueba de que Crookshanks se hubiera comido a Scabbers, que los pelos canela podían encontrarse allí desde Navidad y que Ron había cogido ojeriza a su gato desde el momento en que éste se le había echado a la cabeza en la tienda de animales mágicos.

A Harry parecía convencido de que Crookshanks se había comido a Scabbers, y cuando intentó que Hermione comprendiera que todos los indicios parecían demostrarlo, la muchacha se enfadó con Harry también.

En cuanto a Bella, ella no se imaginaba a Crookshanks comiéndose a Scabbers, así que estaba del lado de Hermione.

—¡Ya sabía que te pondrías de parte de Ron! —chilló Hermione hacia Harry mientras Bella miraba a ambos, angustiada. No quería que ellos también dejaran de hablarse—. Primero la Saeta de Fuego, ahora Scabbers, todo es culpa mía, ¿verdad? Lo único que te pido, Harry, es que me dejes en paz. Tengo mucho que hacer.

—Hermione... —dijo Bella con voz queda.

Ron estaba muy afectado por la pérdida de su rata.

—Vamos, Ron. Siempre te quejabas de lo aburrida que era Scabbers —dijo Fred, con intención de animarlo—. Y además llevaba mucho tiempo descolorida. Se estaba consumiendo. Sin duda ha sido mejor para ella morir rápidamente. Un bocado... y no se dio ni cuenta.

—¡Fred! —exclamó Ginny indignada.

—Lo único que hacía era comer y dormir, Ron. Tú también lo decías —intervino George.

—¡En una ocasión mordió a Goyle! —dijo Ron con tristeza—. ¿Se acuerdan?

Bella asintió con la cabeza con torpeza.

—Sí, es verdad —dijo Harry.

—Fue su momento grandioso —comentó Fred, incapaz de contener una sonrisa—. La cicatriz que tiene Goyle en el dedo quedará como un último tributo a su memoria. Venga, Ron. Vete a Hogsmeade y cómprate otra rata. ¿Para qué lamentarse tanto?

En un desesperado intento de animar a Ron, Harry lo persuadió de que acudiera al último entrenamiento del equipo de Gryffindor antes del partido contra Ravenclaw, y podría dar una vuelta en la Saeta de Fuego de éste cuando hubieran terminado. Esto alegró a Ron durante un rato («¡Estupendo!, ¿podré marcar goles montado en ella?»). Así que se encaminaron juntos Bella, Hharry y Ron hacia el campo de quidditch.

La señora Hooch, que seguía supervisando los entrenamientos de Gryffindor para cuidar de Harry, estaba tan impresionada por las Saetas de Fuego como todos los demás. Tomó en sus manos ambas, como si tener las dos fuese algo imposible, pero allí estaba haciéndolo realidad, antes del comienzo y les dio su opinión profesional.

—¡Miren qué equilibrio! Si la serie Nimbus tiene un defecto, es esa tendencia a escorar hacia la cola. Cuando tienen ya unos años, desarrollan una resistencia al avance. También han actualizado el palo, que es algo más delgado que el de las Barredoras. Me recuerda el de la vieja Flecha Plateada. Es una pena que dejaran de fabricarlas. Yo aprendí a volar en una y también era una escoba excelente...

Siguió hablando de esta manera durante un rato, hasta que Wood dijo:

—Señora Hooch, ¿le puede devolver a Bella y a Harry las Saetas de Fuego? Tenemos que entrenar.

Bella Price y El Prisionero de Azkaban©Where stories live. Discover now