∞ Cap 2 ∞

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Capítulo 2

Si había algo que Gulf Kanawut odiaba con todas las fuerzas de su ser eran las malditas decoraciones de cumpleaños que colocaban en la academia de música cada vez que alguien, así fuese alumno, maestro o personal administrativo cumplía años, y ¡maldita sea! precisamente ese día era su cumpleaños, su vigésimo octavo cumpleaños para ser precisos.

Juilliard, situada en el Lincoln center en Manhattan, era el conservatorio de artes más famoso de los Estados Unidos, academia en donde se instruía, música, danza y teatro. Lugar en el cual la madre de Gulf era directora desde hacía cinco años atrás, pues después de la casi fiesta de matrimonio de su hijo, ambos se habían mudado de la pintoresca y animada California a la fría y agitada Nueva York para empezar una nueva vida, poniéndole kilómetros de distancia al dolor y a la decepción.

Gulf había querido irse solo, pues no pretendía que su madre se deshiciera de su amada academia de música que con tanto esfuerzo había logrado fundar, pero Manee no había querido abandonarlo en medio de tanto dolor, y ahora habían sentado cabeza en la ciudad de los rascacielos. Ella como directora del conservatorio más famoso del país, y él como maestro de violonchelo.

Pero su vida, desde aquel fatídico día que por más que quería no podía olvidar, se había vuelto gris y apagada. Él se había convertido en un trozo de masa humana oscura, amargada, malhumorada y desagradable. Un absoluto y paradójico contraste con las hermosas melodías que él solía interpretar con "cello", como el solía llamar a su instrumento. Así que costaba creer que una persona con una esencia tan melancólica hiciera tan bello arte. No por nada los alumnos solían llamarlo "El maestro de las melodías ensombrecidas".

- ¡Por todos los cielos! justo ahora tienes cara de alguien que está oliendo mierda, ¿Puedes al menos ser feliz el día de tu cumpleaños? – exclamó Faye Huntinghill un sofisticado y muy refinado hombre inglés amigo de Gulf. El único amigo que tenía en realidad. El único que podía aguantar su mal humor.

- Es solo un día más, no tiene nada de especial – respondió Gulf con rostro serio pero tranquilo – y has dicho una grosería, eso no va con el porte de un caballero inglés que pertenece a los royals británicos – solo Dios sabía porque demonios se habían vuelto amigos. No podía recordar cómo es que se habían conocido.

- Llevó siete años en Nueva York, y cinco conociéndote, alguna mala costumbre tenía que adquirir – lo miró fingiendo desdén, pues para él la palabra "mierda" era una grosería.

Faye, era el arquetipo de hombre inglés que enamoraba a todas las mujeres, y a algunos hombres también. Guapo, bonito, atractivo. Esas eran palabras que las personas solían usar para describirlo, aunque las más osadas decía que era caliente, pecaminoso y sensual. Pero para Guf no era más que un hombre de treinta y cuatro años, alto, de piel nívea, con unos muy expresivos ojos azules, cuerpo atlético y barba prominente. Muy parecido a Henry Cavill, tanto, que incluso podría hacerse pasar por su gemelo perdido si no fuera por la odiosa barba que se empeñaba en mantener. A Gulf no le gustaba que los hombres usasen barba, según él, los hacía parecer sucios y desaliñados.

- Además, me parece increíble que ni siquiera el día de tu cumpleaños puedas tener una... - suspiró para evitar decir una "mala palabra" como él le decía a las groserías – bendita sonrisa en tu rostro –

- A mí también me parece increíble que con ese cuerpo seas maestro de danza – dijo Gulf mientras limpiaba su instrumento.

- ¿Gulf Kanawut estás coqueteando conmigo? – preguntó el inglés cruzando sus brazos a la altura del pecho y sonriendo malvadamente.

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