Parto

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Amy:

—¡Sólo fue un segundo! ¡Sé que estuvo mal! —dije entre lágrimas—. ¡No quise decirte nada, porque me avergonzaba hacerlo!

—Pero Amy... —Matt relajó su postura un momento—. ¿Pero qué fue lo que pasó? ¿Por qué?

*Flashback*

—Amelia se parece mucho a ti... Gracias al cielo...

Estallé en risas con el comentario de Brian.

—Sí, es verdad... Pero también tiene los ojos de su tío... —dije orgullosa, viendo a Amelia, jugar en el arenero, a la distancia.

—Me gusta mucho cuando hablas de tu hija o de tu hermano, luces aún más hermosa de lo que ya eres... Sería un gran honor que algún día hablaras de mí y tengas ese brillo en tus ojos.

Sonreí y bajé la mirada, sintiendo que mis mejillas ardían.

—Lo hago... —admití—. Matt se pone celoso cuando hablo de ti...

—Mi hermanito es demasiado intenso, pero sé que sólo quiere verte feliz —aseguró.

—Sí, yo también lo sé... —aseguré.

—Pero entonces... ¿sí hablas de mí? —Sonrió de lado.

—Sí...

—¿Qué hablas de mí? —preguntó coqueto.

—Brian, detesto cuando me hablas en ese tono, me estás sonrojando. —Reí.

—Entonces no hay qué hablar... —Cogió mi mentón con delicadeza y besó mis labios durante algunos segundos, hasta que yo me aparté.

—Recuerda que no somos novios... —dije roja cual tomate.

—Bueno, entonces seámoslo... —propuso.

—Estás loco... —Reí.

—Lo digo en serio. Sé mi novia. Le había pedido permiso a tu hermano para pedírtelo... Me mandó a la mierda.

Estallé en risas.

—Pero estoy dispuesto a enfrentar la paliza que me dé Matt... si tú aceptas... —Tomó mi mano derecha.

—Brian, yo... —Mi mirada fue hacia el arenero, donde sentí un vacío instantáneo en mi pecho, al no encontrar a Amelia—. ¿Y amelia?

Me levanté de aquél banco de inmediato y entré al arenero donde los niños jugaban como si nada.

—¿Amelia? —La llamé al borde del pánico.

—Revisaré en los juegos... —dijo Brian.

Esperé ansiosa, yendo de un lado a otro, hasta que Brian salió de un salto de entre los juegos de madera.

—No está... —anunció, provocándome una taquicardia.

—¡Amelia! —Salí del arenero y comencé a buscarla por los alrededores.

—¡Amelia! —Brian la llamaba, al igual que yo.

—¡Amelia! —grité en un llanto de pánico.

—¡Amy, aquí está! —Escuché la voz de Brian, metros atrás de mí.

En ese instante fue como si obligara a mis piernas a ir tan rápido como la luz. Corrí hasta donde estaba Brian y hallé a mi bebé sentada sobre el pasto sintético de un área de juegos que casi no era visitada por los niños, dado a que esta tenía muchos juegos descompuestos. Misma que se encontraba sin una sola alma alrededor.

Set Me FreeWhere stories live. Discover now