Latidos del corazón EDITANDO

🔱3🔱

TRES

🎶Me da vuelta y me vuelve loco🎶

Marzo de 1587

—Majestad, debe aceptar el casamiento —ordenó uno de los hombres que conformaba el consejo.

—Yo decidiré con quién casarme —desafió el soberano con firmeza.

—Majestad, ya han pasado 3 años desde su posicionamiento, el pueblo necesita una reina y que usted deje descendencia —contraatacó el anciano para lograr su cometido.

—Acepte a la joven como su esposa, su casamiento con ella incluso ayudará a formar nuevas alianzas —intervino otra persona más.

—Ni siquiera tiene concubinas, majestad —agregó un tercero, esa misma  reunión y tema habían estado debatiendo durante los últimos meses pero el rey no daba su brazo a torcer.

—Ella puede quedar como una —propuso el rey señalando a la joven en cuestión.

—Majestad, sería mejor si es su reina. Es de una muy buena familia, sus padres no querrán que tome esa posición dentro del palacio —dijo el que lideraba aquella petición.

—No, a ella también le conviene ser parte de mi concubinato —afirmó Min.

—Majestad, aceptaré cualquier decisión de su parte —habló por primera vez la joven de melena rubia.

—Perfecto. Inquisidor Jung, arregle todo para que la joven pueda instalarse en la vivienda correspondiente —ordenó el soberano.

—Claro, majestad. Permiso. —La joven entonces fue detrás del inquisidor con una gran sonrisa en su rostro al cumplir con su objetivo.

—Majestad, no queremos presionarlo más pero antes de que finalice este año debe casarse. —Ahora el que habló fue el consejero principal Song lanzando una especie de ultimátum.

—Bien, hasta entonces dejemos ese tema en paz —concluyó el rey Min para dar por terminada aquella reunión. Todos salieron del lugar dejando solo a Yoongi quien ahora se preguntaba dónde conseguiría a la persona ideal para ocupar el trono junto a él.

Luego de algunos minutos alguien entró por la puerta principal siendo seguido por unos cuantos hombres a sus espaldas.

—Rey Min, me dijeron que requería de mi presencia —dijo el alto hombre haciendo la correspondiente reverencia.

—Comandante Kim, prepare algunos de sus soldados —ordenó al ponerse de pie.

—¿Va a salir al pueblo? —preguntó curioso pues su soberano solo realizaba visitas a los habitantes unas cuantas veces al año.

—No, iré a caminar a las afueras del pueblo.

—Estaremos listos en diez minutos, majestad —informó el pelinegro para después retirarse haciendo una leve reverencia.

Al cabo de unas horas sus piernas pedían descansar por lo que decidió sentarse en una gran roca que estaba junto a un pequeño lago, optando por meditar cuidadosamente los pasos que daría de ahora en adelante.

—Comandante Kim, ¿las reservas de alimentos llegaron sin ningún contratiempo? —preguntó con su mirada fija al pronto ocaso.

—Sí, una parte ya fue distribuida a los habitantes y lo demás fue guardado en la bodega —respondió.

—Perfecto, y el agua si está...

—DETENTE, NO CORRAS, NO CORRAS. —Aquel grito alarmó a todos los soldados que rápidamente sacaron sus espadas y adoptaron una posición de ataque mientras cubrían a su rey.

Un pequeño rubio hizo acto de presencia en medio de tanto alboroto y nerviosismo quedando totalmente inmóvil al ver las filosas espadas apuntar hacia él.

—Lo siento —se disculpó con una sonrisa a pesar de tener aquellas armas filosas cerca de él—. ¿Vieron hacia dónde se fue un pequeño conejito blanco? —preguntó inocentemente pues su vista perdió su objetivo.

—¿Qué hace aquí? —preguntó el comandante Kim Namjoon.

—Yo estaba jugando con mi conejo pero ahora lo perdí de vista —confesó con un ligero puchero en su rostro.

—¿Vives por aquí? —interrogó el comandante pues era raro que estuviera a esa hora del día en aquel desolado lugar.

«Jamás digas que nuestra casa está por aquí»

—No, solo vine a jugar pero será mejor que me vaya ¿verdad? —dijo aquello tratando de sonar lo más tranquilo posible pero apenas dio un paso de regreso alguien detuvo sus movimientos.

—Espera —dijo el soberano apartando a sus soldados y para cuando el rubio volteó a verlo sus ojos se abrieron en par pues no creía que delante de él estuviera su rey.

—Majestad, lo siento —se apresuró a decir al mismo tiempo que se arrodillaba para hacerle la correspondiente reverencia al soberano.

—Levántate, no hace falta que hagas eso —dijo utilizando un suave tono de voz provocando un leve sonrojo en el chico.

—Lamento haber interrumpido sus pensamientos, majestad.—Volvió a disculparse manteniendo una prudente distancia.

—¿Puedes quedarte un momento a mi lado? —propuso y es que el rey Min necesitaba tener más cerca a ese hermoso doncel, apenas lo vio unos segundos y le había resultado hermoso pero sobretodo inocente.

—Está bien —respondió algo emocionado pues él también desea tener un momento a solas con su soberano.

Se colocó a su lado apoyándose de la gran roca que había para guardar silencio y dedicarse a observar el hermoso atardecer.

—¿Cómo te llamas? —preguntó el rey Min luego de varios minutos de silencio.

—Park Jimin, majestad —informó.

—No recuerdo haberte visto antes —comentó mientras cerraba sus ojos para recordar—. ¿Dónde haz estado metido, pequeño? —preguntó con una sonrisa coqueta.

Aquel apodo le pareció lindo al doncel pero supuso que serían solo palabras de cortesía.

—Yo siempre vengo a esta hora a jugar con mi conejo —respondió y justo en ese momento recordó a su desaparecida mascota.

—¿Es ese tu conejito? —señaló hacia un lado notando a una pequeña bola de lana descansar entre los arbustos.

—Sí —contestó emocionado mientras se apresuraba a ir hacia el animal para cargarlo entre sus brazos y regresar a dónde se encontraba.

Mantuvieron una sutil platica durante un par de horas que sirvió solo para dejar más interesado y cautivado al rey Min. Por otra parte, el rubio se preguntaba cómo era posible que su soberano fuera tan sencillo, culto pero sobretodo atractivo.

Un encuentro que dio inicio a una gran historia pero también a una serie de eventos, un joven doncel ha sido capturado en un mundo muy diferente al suyo sin saber que quizás ya no tenga salida.

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