Capítulo 12

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1991

–Mailz, pon atención– Keana me regaño al ver que dibujaba en mi libreta ajena a lo que decía el profesor.

–Diva, la clase es aburrida– me desplome en su hombro, ella suspiró derrotada y me dio palmaditas en la cabeza.

De repente tocaron la puerta para después asomarse una mujer.

–Buenos días señor Kurth, lamento interrumpir su clase– la secretaria del colegio sonrió apenada. El maestro negó permitiéndole seguir hablando. –¿Se encuentra Maia Scott?–

Confundida alcé mi mano, me dijo que saliera con todas mis cosas ya que vinieron a recogerme, rápido hice lo que me dijo y salí despidiendome de Keana y Simón que estaba en los asientos de atrás.

–¿Sucedió algo señorita?– pregunté sosteniendo mi mochila.

–Creo que no debería corresponderme a mí decírtelo, anda vamos– frunci el ceño caminando, a lo lejos divisé al señor Helmut y mi confusión creció cada vez más. Al llegar a su lado el adulto agradeció a la señorita y está se fue dejándonos a los dos a solas.

–Señor Helmut, ¿Qué sucede?– él suspiró cansado haciéndome señas para que camináramos hacia afuera, al estarlo nos dirigió a su camioneta pero antes me detuvo poniendo su mano en mi hombro.

–Pequeña Mailz, vine por ti porque iremos al hospital– frunci el ceño sin saber nada del contexto, hasta que un presentimiento llegó y abrí mis ojos preocupada.

–Es mi mamá, ¿Verdad?– él asintió y comencé alterarme –¿Está bien? ¿Qué sucedió? ¿Hace cuánto?– lo agarré de sus mangas de la chamarra sacudiendolo.

–Por favor respira profundo, no te alteres, respira– me atrajo a él acariciando mi cabello, lo obedecí respirando a su ritmo y contando mentalmente como me había enseñado tiempo atrás cuando comenzaron mis ataques de pánico. –Eso es, tu mamá está estable, tuvo una recaída otra vez–

–Pero estará bien, ¿No es así?– lo miré con mis ojos brillosos por mis lágrimas retenidas, él asintió sin decir nada y me volvió abrazar. El señor Helmut ha sido como un padre para mí y los demás chicos, en específico de Mike y Simón, siempre nos está apoyando y cuidando como si en verdad fuera nuestro papá. Teníamos a nuestras madres que hacían un buen trabajo en criarnos y tomando a veces el papel de padre, pero éste hombre no lo pensó dos veces al acogernos y criarnos como sus hijos. Él es que me da ideas para llevar a citas a Kate o en cómo tratar bien a una mujer, y es algo que siempre le estaré agradecida, es un señor fuerte que trata a su hijo con tanto cariño y le tiene un inmenso amor a su hermosa esposa, y que siempre lucha cuando algo le parece mal.

Nos subimos al auto y manejó hasta el hospital, en el trayecto nadie dijo nada, solo se escuchaba la voz de la banda La Unión cantando Lobo-hombre en París. Después de unos minutos llegamos al edificio, bajamos y al entrar hice una mueca al escuchar los chillidos de unos niños y el bullicio que había, Helmut conversó un rato con el recepcionista para luego llevarme a una habitación. Rápido abrí la puerta viendo como mi mamá estaba acostada con su piel pálida y un suero inyectado en la mano.

–Mamá...– dije con la voz entrecortada, Maggie volteó despacio y sonrió leve al verme.

–Hija, ¿Qué haces acá, mi vida?– caminé rápido a ella y con cuidado la abracé, le acaricié su cabello llorando.

–El señor Roche me trajo para que te viera– me senté en la silla de a lado agarrando su mano. –¿Cómo te sientes?–

–Drogada– rió un poco tosiendo, le pasé un vaso con agua y lo tomó. –Gracias, y gracias Helmut– el hombre asintió sonriendo un poco. Estuvimos con ella dos horas hasta que nos corrieron de ahí, enojada salí y esperé mientras el señor hablaba con la doctora.

Memorias del pasado «Kate Schmidt» Where stories live. Discover now