Cakes for Emma

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Christopher.

Salgo de la central y me dirijo a la pastelería que queda a unas cuantas calles. También necesito ir a comprar un celular nuevo, ya que el mío pues… bueno, problemas técnicos.

Al llegar una joven me atiende, sin quitar el hecho de que se queda mirándome con cara de pendeja por más de la cuenta.

—¿Va tomar mi orden o me largo? —pregunto exasperado.

—S-si, perdón. ¿Que desea?

Miro la sección de pasteles y me veo tentado a comprar de todos, y así lo hago.

—Deme uno de fresa, también otro de vainilla, dos de chocolate, uno de tres leches, mejor que sean dos —la joven toma la orden, mirándome con el ceño fruncido—. Tambien quiero uno de chicle y-

—No vendemos de chicle, señor. —me interrumpe.

La miro de inmediato y retrocede dos pasos.

—Le dije que quiero uno de chicle. No me interrumpa.

Asiente de inmediato.

—P-perdón.

—Como sea —muevo la mano, restando importancia—. También… —la miro—… deme cada uno de todos los que tenga.

Frunce el entrecejo y cuando va a decir algo la llaman, también me dice que en unas horas tendrá mi pedido.

Son las siete con treinta, así que tomo asiento en una banca. Repiqueteo los dedos en la mesa y conmigo a jugar con el anillo en mi dedo índice. Mi mente trae recuerdos de las caras de Rachel y Bratt a la hora de hacer los ejercicios y de inmediato sonrío, que buen chiste.

Luego de dos horas empiezan a traer los pasteles, los meto al auto, en total son sesenta pasteles, puede que al final haya pedido algunos dobles. Nunca se sabe. Pago, y empiezo a dirigirme al penthouse.

Al llegar ordeno que suban los pasteles al penthouse y de inmediato lo hacen, mientras voy subiendo, al llegar la puerta está abierta, camino más rápido y lo primero que veo es a Emma tirada en el suelo, y alrededor hay sangre, corro hasta ella, quedando de rodillas en el piso, alzo su cara y la pongo en mi muslo, dando pequeños golpes en su cara.

—Emma —susurro.

—Llegaste —dice luego de un momento.

Intento ubicar el lugar de donde proviene la sangre y veo que es en su estómago, un poco más arriba de su ombligo, pero hay más sangre, que me indica que proviene de su pierna izquierda.

—Niña tonta. —susurro pegándola contra mi pecho.

Volteo a ver a los inútiles que permanecen en la puerta y la cólera se me sube.

—¡No se queden ahí parados, malditos inservibles!

Empiezan a moverse, llevando los pasteles a la cocina, tomo a Emma entre mis brazos y en menos de diez minutos todos salen del penthouse, cierro la puerta como puedo y corro hacia el auto para llevarla al hospital.

Me pasó altos y siento que la sirena suena detrás, pero no me detengo. Golpeo la cara de Emma quien quiere dormir, pero eso solo me pone de los nervios. Al llegar salgo del auto y hay policías con armas, los ignoro totalmente y la tomo entre brazos. Los policías siguen gritando que alce las manos y parecen que no ven a mi Em- a Emma en brazos

Me adentro a la instalación y de inmediato un par de enfermeras piden una camilla, la tienden en la camilla y me dice que debo esperar afuera.

—¡Sus ovarios van a esperar afuera! —le grito a la señora de canas—. ¡Estamos hablando de la vida de mi mujer!

Camino, pero esta vez los guardias y policías me detienen, tirándome al suelo, intento zafarme, pero un hijo de puta se sienta en la espalda, llevando mis manos hacia atrás y esposandolas.

—Sabe cuántas infracciones tendrá.

—Espero tengas las últimas palabras para cuando mueras, bastardo.

Me ponen de pie y miro a la señora con canas, quien de inmediato retrocede.

—Si usted no salva a mi mujer, le voy a cortar cada uno de sus dedos —advierto.

—¿Está usted amenazando a la enfermera? —me pregunta un inútil con traje de policía.

—Le estoy adviertiendo lo que le pasará, si mi mujer no permanece con vida —aclaro.

Jalan de mis esposas y empiezan a sacarme del lugar. Me llevan a la comisaría y me mantienen en una celda por casi dos horas, hasta que llega otro mediocre con traje de policía.

—Han pagado su fianza. —abre la puerta y me deja salir.

Me entrega mis pertenencias y reviso que esté todo, lo guardo y salgo de la estación. Mi auto lo conduce nada más y nada menos que Patrick Linguini.

—Hermano, te ves sexy saliendo de la cárcel. —se burla.

—Que te den.

—Tentador, pero no.

—¿Por qué tienes llaves de mi auto?

—Porque soy tu mejor amigo.

—Claro —ruedo los ojos.

Nos subimos al auto y Patrick esta manejando, empezamos el recorrido por más calles de Londres hasta llegar al hospital.

—¿Por qué no la llevaste al hospital militar? —pregunta.

—No tenía tiempo, este era el más cercano.

—Es un dineral aquí.

—Mientras la mantengan viva pago el dinero necesario.

Suspira, dramático.

—El amor…

Chasqueo la lengua y luego de unos minutos llegamos.

Al entrar todos nos miran y paso directo a preguntar por quien me interesa. Me dicen que acaban de pasarla a una habitación. Me indican el número y empezamos a subir.

—¿Sabes quién fue? —vuelve a preguntar Patrick.

—Me hago una idea. —digo.

Y por "me hago una idea" me refiero a que se quién fue, aunque es muy obvio, pero no entiendo cómo es que Emma la dejo pasar. Pienso varias escenas y en una de ellas viene el recuerdo de cuando le di las llaves de mi penthouse Exhalo y niego.

Al llegar a la habitación, la veo que está dormida. Me acerco a ella y Patrick igual. Dejo un simple beso en su frente y Patrick parece querer morir.

—Eso fue dulce, coronel. —sonríe.

Ruedo los ojos y tomo asiento, esperando a que se levanté. Alguien va a dar más de cuatrocientas vueltas a lugar…

Sin embargo será mejor revisar el penthouse, no sé quién con certeza si es Rachel, ó alguien queriendo joderme. Si es Rachel disfrutaré lo que venga. Si es alguien más lo mataré con mis propias manos.

Emma tiene que vivir, mi Emma.

Nota de autora:

¿Que pensaron? Ya volví!

No lloren, ya sabremos que pasará con nuestra Em.

Chao.

Empher#1 (Christopher X Emma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora