CAPITULO 31

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Una semana después, Hermione no se sentía mas cerca de su objetivo que antes.

Había visitado a los arrendatarios y avergonzado a su hermana porque no tenia mucha idea de cómo interactuar con ellos. Se había pasado toda la vida estudiando a los aristócratas y a la gente de buena posición social. Solo necesitaba observar una fiesta durante cinco minutos para moverse por ella con suma elegancia, usando todo lo aprendido para su provecho.

Pero no sabia cómo desenvolverse con un granjero y su esposa. Después de la tercera vivienda, Luna le preguntó si no estaría más cómoda esperando en el carro.

Al volver a casa, no le fue mucho mejor. Nymphadora no había metido en su equipaje sus utensilios de pintura, pensando que un cuaderno de bocetos y unos lápices serian suficiente para un viaje tan corto. Y lo hubieran sido si hubiera regresado a su hogar como tenia previsto en un primer momento.

Sin embargo, logró disipar su incomodidad al percatarse que a Luna le encantaba pasar las últimas horas de la tarde en la biblioteca. Poder disfrutar de la lectura con su hermana fue más gratificante de lo que pensaba. Y después de cenar, solían reunirse para leer en grupo, y a veces, le daban el placer de leer en voz alta.

Aquello le provocaba bienestar y veía satisfacción en los ojos de Harry.

¿Era capaz de apreciar sus progresos? ¿Podría llegar a confiar lo suficiente para confesar lo inconfesable? No lo sabia, pero intuía que eso quería aquel caballero de ojos verdes.

Se suponía que ese tiempo en Marshington Abbey iba a servir para sanar sus heridas, pero cada vez estaba más irascible. Nunca veía a Harry, excepto en las comidas y en alguna que otra reunión después de cenar. No había parado de encontrarse con él en una ciudad tan grande como Londres, pero ahora que estaban en la misma casa no se topaba con él ni intentándolo.

No se daba cuenta de lo mucho que echaba de menos su voz hasta que lo oía leer por las noches.

Las cosas con Luna no iban mal del todo. Habían pasado mucho tiempo juntas, eligiendo muestras de tapicerías, alguna charla superficial y esos breves ratos de lectura en la biblioteca.

Pero nada más.

Se sentía un desastre total

No lo eres

Sí, lo soy

Y sabia qué hacer a continuación. Tenia muchísimo miedo a terminar sola en ese mundo, con la única amistad de una doncella a la que tendría que pagar una cantidad exorbitante de dinero para que se quedara a su lado.

¿Quién querría vivir así?

Ella no, desde luego. Y aquello la asustaba. Porque si no quería la vida que estaba viviendo, ¿qué otra alternativa tenia? ¿No vivirla?

Empezó a evitar los balcones. Y a su familia. Incluso a Nymphadora. Comenzó a caminar por el bosque, en lugar de junto al lago, porque los pensamientos que cruzaban por su cabeza la aterrorizaban.

Por primera vez, en tres años, se detuvo a pensar qué pasaría después de la boda. ¿Qué sucedería cuando encontrara al hombre perfecto y se casara con él a pesar de su problema?

¿Cómo podría vivir? ¿Qué vida llevarían? ¿Qué pensaría un hombre correcto y decente si supiera que su esposa tenia un secreto y no se lo revelara antes del matrimonio?

No podía salvarse a si misma haciendo lo que siempre había pensado. Tenia que tomar un camino nuevo.

La voz de Harry resonó en su mente, guiándola, y sin darse cuenta, entre paso y paso, acabó en la biblioteca.

La Dama de HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora