Manicomio

80 1 0
                                    

Era un cuarto oscuro, donde estaba ella, tenía trece años, vestía una camisa de franela que le llegaba hasta los talones, poseía una cabellera crespa y rizada.

En el encierro que se encontraba los días pasaban y no se había bañado, estaba sucia, maloliente y estaba desesperada, gritaba y lloraba; Pedía a gritos que la dejaran salir; estaba en el manicomio. Quería salir como a de lugar, se sentía sola, tenía miedo de sí misma, desesperada, asco del cuarto donde estaba, los gritos se comenzaron a intensificar más y más, cuando en un estado de su misma torpeza y desesperación, se cae; los gritos ya no se sienten, ni tampoco se le siente llorar.

En ese instante llega una enfermera y dos paramédicos; Ana era una paciente peligrosa, por eso siempre los médicos, quienes debían vigilarla y darle sus medicinas, nunca debían ir en solitario, es por eso que mediante la directiva del hospital psiquiátrico habían tomado la decisión de mantenerla en el sótano. Ya que ni la camisa de fuerza pudo con ella.

La enfermera era una mujer ruda, dueña de una gordura obesa que olía a condimento entre sus colegas, hasta los paciente era común verla devorar platos de longanizas o prietas, la enfermera al verla desmayada en el suelo, le dio un golpe en la cabeza para despertarla, sospechaba que era unos de artimañas para no tomar sus medicamentos. Bernarda nunca tuvo tanto tacto con sus pacientes siquiera los pacientes más jóvenes del recinto, entonces al ver la paciente no despertaba con el golpe le mandó un grito espantoso, pero Ana no respondía entonces volvió levantar la mano para volver golpearla, pero uno de los paramédicos le detuvo la mano, y le dijo que era mejor revisarla, así que volteo a la niña poniéndola boca arriba, parecía estar inconsciente además tenía sangre en la cara y en la camisola, con el estetoscopio pudo comprobar que no tenía a pulso cardíaco; no tenía signos vitales, en ese momento llamaron a más paramédicos para ver si se podía hacer algo y activar los protocolos de reanimación, pero ya era demasiado tarde.

Ana Juana aún estaba tirada en el suelo cuando recuperó la conciencia, pero se sentía extraña; su cuerpo lo sentía demasiado pesado como para moverlo además de sentir un vacío en su espalda, lo que a lo mejor podría permitirle ponerse de pie, cuando se puso de pie intentó caminar un par de pasos con la sensación que algo se le olvidaba, al mirar atrás se vio a lo lejos aún dormida en el piso, con los ojos empapados por el llanto se sintió aliviada, sabía que era el fin de una vida tortuosa y delante de ella apareció un resplandor blanco que conducía a una escalera a simple vista parecía no tener fin, de pronto surgió una voz en su cabeza que casi por inercia le dijo:

_Sube.

Era una escalera infinita, solo sabe que por unas largas horas ascendía en una escalera que parecía no tener fin, no obstante antes sus ojos y luego de muchas horas, parecía ver el final de la escalera, hasta que llegó a un lugar blanco y como si tal luz tuviera algún tipo de poder, Ana escuchó una voz que dijo:

_Tuviste una vida tortuosa, casi no conociste la felicidad y solo estuviste entre medio de la amargura, no supiste lo que es amor de una familia, por eso te daré una segunda oportunidad, donde conocerás la felicidad y el milagro de ser amada, tendrás días malos como cualquier mortal, pero tendrás una buena vida y al venir de regreso a este lugar tendrás conclusiones de las que nunca pudiste llegar a reflexionar, pero tendrás que saber que hay un pero, deberás enfrentarte con tu pasado para vivir plenamente tu presente y futuro._

Ana Juana se dio cuenta que volvía y volvía a subir el mismo peldaño como queriendo avanzar, pero por alguna fuerza magnética esto no era posible y cuando menos lo esperó la ilusión de estar en ese extraño lugar se rompe, la escalera desaparece y ella es arrojada al vacío, cayó de varios pies de altura, el miedo de hacer caída libre no la dejó gritar, hasta que aterrizó en un fondo del cual al contrario de la panorámica de arriba estaba oscuro, sintió el golpe de su caída, pero no su dolor; lo que era muy extraño. pensó que podría haber vuelto al sótano del manicomio, pero este lugar se sentía diferente; su cuerpo se encontraba sobre lo que ella creía, una acogedora masa blanda, se sentía al tacto pegajoso, pero no estaba mal, había una temperatura agradable, pues no hacía calor, ni frío, nunca se había sentido tan reconfortante aunque le pereció sentirse diminuta, muy diminuta casi como una semilla de sésamo.

El nuevo amanecer de Ana JuanaWhere stories live. Discover now