Capítulo 33

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Gina sabía que estaba tomando la decisión incorrecta. Lo supo desde que se terminó la sexta copa de Whiskey. No era el tipo de persona que se emborrachaba y causaba una escena, pero sin duda aquella vez lo ameritaba. Pidió un taxi y le dio la dirección a la que tantas veces había ido, dispuesta a mitigar su dolor con un par de golpes.

Se estaba equivocando, de eso no tenía duda, pero era un error que necesitaba cometer.

Andriana merecía que alguien le diera una lección, y ella estaba dispuesta a hacerlo. No se había dado cuenta del vínculo que había generado con Mila hasta que se abrazaron en el baño; y ahora, borracha y dolida, parecía una excelente idea ir a vengar a su nueva amiga. Conocía la dirección, pues había cuidado la entrada muchas veces mientras Calim visitaba a su amante, le daba gusto que este vez su visita no sería aburrida.

Llegó a la mansión tambaleándose, sosteniendo un bate en su mano, saboreando con emoción lo que iba a hacer. Los vehículos de la familia estaban perfectamente estacionados en el patio trasero, todos menos el de Andriana. Su Maserati rojo estaba estacionado con poco cuidado cerca de la entrada. Gina sonrió con malicia, el destino se lo estaba poniendo demasiado sencillo.

-Toma esto, desgraciada.- Sin dudarlo siquiera un instante, estrello el bate contra el parabrisas del automóvil. Repitió el proceso varias veces, dejando salir con cada golpe toda la furia que la quemaba por adentro. Las alarmas del vehículo se activaron de inmediato, pero Gina estaba demasiado ocupada exteriorizando su coraje como para darse cuenta. A lo lejos se escucharon los gritos desesperados de Andriana, quien había visto desde la ventana de su habitación como su adorado auto estaba siendo destruido. Los guardas de seguridad llegaron cuando Gina estaba rebanando los asientos de piel con su navaja suiza.

Estaba disfrutando demasiado como para detenerse.

Los gritos llenos de amenazas no tardaron en llegar; sin embargo, nadie había disparado, por lo que aún no existía motivo para parar. El relleno de los asientos volaba con el viento, no quedaba un solo vidrio intacto, y ahora la mujer, dentro de su desconsuelo, arrancaba con violencia todos los cables que pudiera encontrar.

-¡Deténganla! ¡Por amor a Dios! – Gina distinguió la silueta de su enemiga entre los trozos de cristal que aún colgaban del parabrisas. Andriana vestía un camisón obscuro, iba descalza y con el cabello rubio despeinado, dejando notar que habían interrumpido su sueño. La mujer ebria salió del auto, asegurándose de destrozar las manijas en el proceso, y se acercó a su objetivo mientras balanceaba el bate en su brazo derecho.

Debía tener una mirada de maniática, o sus intenciones eran muy claras, pues Andriana inmediatamente se escondió detrás de sus guaridas de seguridad, quienes no dudaron un segundo más en atacar.

-¡No disparen! ¡No queremos empezar una guerra con los Lévedeb!- Hablo la voz de un hombre sobre el ruido de los golpes. La sonrisa de Gina se ensanchó, si no tenía que preocuparse por las balas podría luchar con mucha más libertad.

Al primer hombre que estuvo lo suficientemente cerca, le estrelló el bate en la cabeza. Vio la sangre correr, y supo que no había vuelta a atrás. Era una contra, por lo menos, quince; no obstante, estaba ganando. Uno de ellos la ataco por la espalda, haciendo que un dolor punzante le recorriera toda la espina vertebral, pero no tardó en tomar venganza. Aún de espaldas, se aferró a la nuca del atacante y con la fuerza de su propio cuerpo lo arrojó hacia adelante, una vez que estuvo en el suelo, le rompió la nariz con sus botas de combate. Después de eso, escuchó el crujir de los huesos un par de veces más, cuando destrozo un brazo y una rodilla.

Al terminar, tenía la ropa y el rostro salpicados de sangre ajena. No había salido invicta de la lucha, sin duda a la mañana siguiente le dolería todo, aunque al ver a Andriana completamente desprotegida, supo que  había valido la pena. Se acercó a ella lentamente, en algún momento del enfrentamiento había perdido su arma de madrea, pero eso no disminuía la amenaza.

Corazón que SienteWhere stories live. Discover now