Día 7: Halloween / Carrie

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Lo arrojaron al suelo entre cinco chicos, los cuales eran los jugadores de fútbol americano más populares de la escuela. Algunos se le lanzaron encima para lanzarle puñetazos violentos por todo el cuerpo y los que se quedaron de pie se limitaron a golpearlo con fuertes y feroces patadas en las costillas. Era como si quisieran asesinarlo, la violencia del bullying se les estaba escapando de las manos pero ninguno de ellos fue consciente de eso.

—¡Jódete, anormal! —exclamó el capitán del equipo riendo a medida que seguía dándole puñetazos en el rostro y subiendo y bajando sus puños empapados en sangre— ¡Nadie te quiere! ¡Ya hazle un favor al mundo y suicídate una vez!

—¡Eres solo una carga para la escuela y los profesores! ¡Das asco! —continuó gritando otro compañero riéndose a carcajadas mientras le incrustaba brutales patadas al pobre chico que se retorcía en el suelo y jadeaba del dolor.

El alumno que estaba recibiendo aquel abuso físico se trataba de un chico llamado Alastor. Era considerado el bicho raro de la escuela, no socializaba con nadie, siempre mostraba una expresión incómoda y atemorizada ante todos los demás alumnos y profesores y le era imposible adaptarse entre los demás chicos. Nada de eso era su culpa, en realidad su familia jamás lo educó lo suficiente y jamás le enseñaron a estar con otros. Fue aislado desde niño y no solo recibía abuso físico y psicológico en la escuela, sino también en su propio hogar. Aquellos acontecimientos habían hecho que se volviera tímido, miedoso y asocial.

—¿Oyeron los rumores? Dicen que su madre es una bruja vudú —comentó uno de ellos emitiendo carcajadas a la par del capitán, quien lanzó una risa fuerte y se cruzó de brazos.

Todos se separaron del cuerpo y lo dejaron tirado.

—Es solo una anciana demente, no hay de que preocuparse —se limpió las manos con su ropa y miró con repugnancia a Alastor, quién temblaba y se arrastraba en el suelo escupiendo sangre—. Ya vámonos —señaló al muchacho destrozado en el piso y le dirigió una sonrisa confiada—. Si te apareces en educación física mañana, ya verás lo que te espera, puto subnormal.

No había razones particulares para maltratar a Alastor de esa forma, ellos simplemente querían un saco de boxeo para aliviar sus frustraciones y castigaban a Alastor porque era el eslabón débil e indefenso del grupo. Eran unos asquerosos depravados que gozaban mucho de hacer miserable la vida de una pobre persona que era incapaz de defenderse debido a sus traumas personales y actitud cohibida y temerosa.

Cuando Alastor se arrodilló en el suelo, comenzó a vomitar más sangre mientras sus ojos largaban lágrimas a causa del horroroso dolor físico que sentía. La paliza había sido bestial y apenas y podía sentir sus extremidades. Sollozó en su lugar, limpió la sangre de sus labios quebrados y también de los cortes en su rostro. Todo su cuerpo y ropa eran un desastre de sangre, sudor y lágrimas. Estaba llegando a su límite, se cubrió el rostro y jadeó intermitentemente para no entrar en un ataque de pánico. Ya no sabía cuánto más podría resistir esos abusos, ningún maestro o autoridad lo ayudaba y ningún otro alumno se interesaba en él.

Pensaba que recibiría esos maltratos hasta que algún día se pasaran de la raya y lo terminaran asesinando.

—Se sobrepasaron...

Un joven rubio de cabellos alborotados llegó a la escena porque en realidad estaba observando todo a lo lejos. Corrió hacia Alastor, se arrodilló ante él y comenzó a secarle la sangre de las heridas con un pañuelo. El moreno apenas pudo abrir los ojos por lo dañados que estaban y reaccionó muy asustado ante la cercanía del contrario. ¿Por qué lo estaba ayudando? Era el primer alumno en la escuela que le había mostrado compasión en todos esos años escolares.

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