What fear does

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El chico al que había visto días antes en la playa había resultado ser el hermano de Adam, Michael, el mismo que había querido asesinar a su propio hermano y que había inculpado a Kono en un asesinato, por ende, se tenían que ir porque la Yakuza los estaba buscando para hacerlos pagar por defenderse, y es que el propio Adam, para evitar su propia muerte, tuvo que poner fin a la vida de Michael. En pocas palabras, estaban huyendo, y yo no conocía sobre su ubicación, solo Chin y Steve para evitar la propagación del lugar en el que estaban protegiéndose.

Había estado tratando de localizar a Mason por dos cosas, y es que quería hablar con él sobre su problema con Steve y porque quería decirle que Wo Fat había intentado escapar, pero no respondía las llamadas ni estaba en su apartamento, al que había ido a tocar y quedarme por una hora esperando que apareciera.
Un mensaje llegó a mi teléfono y un resoplido salió de mis labios cuando vi que era justo de mi amigo, que me necesitaba por un asunto con mi madre, así que conduje y me dirigí de nuevo a mi casa.

—¿Mason? Bueno, probablemente todavía no...

Un grito fue acallado por un costal que fue colocado en mi cabeza justo cuando había salido al patio. Me asusté al instante, me moví lo más que pude y apenas me permití ver un poco de luz por un área libre de lo que me impedía observar a mi alrededor, hasta varios pies me rodeaban, sin embargo, no dejé de pelear ni de gritar, era horrible. Luego, los golpes en mi estómago y uno en mi nuca me dejaron sin las fuerzas necesarias como para resistirme a lo que sea que me estuvieran haciendo.
A pesar de que estaba débil, reconocí el sonido de una camioneta y como me subían a esta, me pusieron un par de cinchos en las muñecas para evitar moverme y comencé a temblar, porque esto ya no era broma, era en serio, y me estremecí cuando reconocí un acento particular al hablar inglés: eran mexicanos. ¿Serviría de algo que hablara para intentar hacerlos recapacitar? No lo sabía, pero de todas formas me mantuve callada, guardando en mi cabeza lo que pudiera, a fin de cuentas ellos no sabían que los entendía.

El camino era largo, así nos mantuvimos por un rato hasta que la camioneta se movió de forma brusca, se oían piedras y sonidos de aves cercanos, el frescor reemplazó el calor de Hawaii y luego nos detuvimos.

—¿Dónde estamos? —Nadie me contestó, ellos estaban en sus asuntos y yo con mi propio temor, con mis nervios y la incertidumbre de no saber quiénes eran y qué querían de mi.

Después de unos minutos me arrojaron al piso, y al tener las manos inmovilizadas y ser el movimiento de forma inesperada, caí con el rostro hasta, lo que supe, era tierra. Estaba húmedo y de todas formas se sentía caliente, era como estar en medio de los árboles.
Me dolía la quijada y luego una patada llegó a mi espalda, lo que me hizo estirarme de golpe y gemir de dolor. Si ya de por sí tenía miedo, el hecho de no saber dónde estaba tirada me daba mucho más terror, ¿y si estaba en algún acantilado? ¿Y si me arrojaban al océano?
Ya no me preocupé por retener las lágrimas, ya lloraba de forma silenciosa y con pocas esperanzas, y gracias a Dios esa incertidumbre terminó, porque me quitaron el costal y me dejaron analizar mi posición, y efectivamente, estábamos en medio de la enorme jungla.
Me colocaron en una piedra para sentarme, vi a un par de hombres que me acompañaban. Era de esperarse, eran morenos, no muy altos como Steve pero superiores a mí, uno de ellos con el cabello recogido en una cola de caballo y el otro con el cabello castaño en un corte clásico de un hombre, corto de los lados y despeinado arriba, ambos con una expresión de enojo y de venganza.

—No les voy a servir de nada, no tengo gente aquí —dije, intentando sonar lo más convincente que pudiera, recibí un golpe en la mandíbula que me hizo girar la cabeza y resistirme a seguir lagrimeando frente a ellos.

Uno de los hombres sacó su teléfono, tecleó algo y le contestaron, el problema fue que me tardé en ver la calcomanía de una carita feliz y reconocer que ese aparato era, en realidad, el mío. El otro problema fue cuando el desconocido llamó al otro en la línea "comandante", y de nuevo temblé, pero de rabia.

RevengeWhere stories live. Discover now