Capítulo 13

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Cuando después de los entrenamientos, Konoha les había dicho que se quedaría un rato más con ellos, Koutarou había estado seguro que tenía que haberlo oído mal. Cómo Akaashi había conseguido convencerlo era todo un misterio cuando Konoha era el rey de hacer bomba de humo en el mismo instante en el que el entrenador Yamiji los despedía hasta el día siguiente.

Koutarou golpeó la pelota con todas sus fuerzas y la estampó contra el otro lado de la red sin que Konoha tuviera ninguna oportunidad de detenerla. Sus plumas le hacían cosquillas en el cuello y parte de la espalda al empezar a crecer. Era divertido poder jugar sin que el pánico lo asaltara cada vez que notaba el tatuaje arder en su espalda. Koutarou estaba seguro de que en más de una ocasión sus ojos habían cambiado por completo.

–Sabes que el objetivo es que no te transformes mientras juegas, ¿verdad? –Konoha le golpeó con la pelota en el pecho, dejándolo casi sin respiración–. Ni siquiera lo estás intentando.

–¡Pero es que es la primera vez en días que puedo jugar sin preocuparme de mi aspecto! –Koutarou abrazó la pelota contra su pecho–. ¡Mañana ya nos lo podemos tomar más en serio!

El sentimiento de culpa lo pinchó en el estómago un instante antes de desaparecer y mató cualquier rastro de su euforia. Koutarou miró a Akaashi de reojo. Su novio tenía la mirada clavada en el suelo y jugueteaba con sus dedos, como siempre que estaba nervioso.

–Bokuto-san, apenas quedan cinco días para que empiecen los nacionales. La tele estará allí y eres el as del equipo. –Akaashi suspiró apartándose el pelo pegado en la frente por culpa del sudor.

–¡Oh! ¿Es eso lo que te preocupa tanto? El año pasado apenas pillaron buenas imágenes de nuestros partidos. –Koutarou le pasó el brazo por encima del hombro a su novio y lo apretó contra su costado–. ¿Crees que este año serán mejores? –Koutarou sonrió emocionado ante la idea de volver a salir por la tele.

–Lo que serán es catastróficas si graban un primer plano de tus ojos porque eres un inconsciente. –Konoha le dio una colleja–. ¿Por qué los únicos preocupados somos nosotros?

–¡Heeeey! ¡No es verdad! –Koutarou se quejó. No es como si no se lo hubiese llegado a plantear pero tampoco acababa de entender qué diferencia iba a marcar un día cuando sus cambios bruscos de humor no eran algo de la última semana.

–Será mejor que lo dejemos por hoy. –Akaashi suspiró robándole la pelota de las manos y metiéndola en el cesto con el resto.

Koutarou miró el reloj del gimnasio. Tenía la impresión de que apenas habían pasado diez minutos pero ya eran las nueve y media pasadas. Otras veces, Akaashi se había quedado con él incluso hasta más tarde pero el día había sido largo para todos y el agotamiento empezaba a reflejarse en el rostro de su novio.


Era ya completamente de noche cuando al fin abandonaron el gimnasio pero en el cielo de Tokyo era imposible ver una sola estrella. Las calles alrededor del instituto estaban desiertas. Konoha se había despedido de ellos cerca de la estación de metro y Koutarou andaba en silencio junto a Akaashi, sus dedos entrelazados. La semana prometía ser intensa pero Koutarou pensaba disfrutar hasta el último minuto. Estaba seguro que sus moretones tenían moretones pero hasta la última de sus dolencias merecía la pena si ese era el precio de poder entrenar con Akaashi y Konoha hasta que el cuerpo les gritara basta.

Koutarou no pudo evitar mirar a su novio mientras andaban. Era imposible no maravillarse por el perfil recto de su nariz, la curva de sus labios o esos ojos que nunca era capaz de decidir si eran azules o verdes. Koutarou sonrió, apretándole la mano con fuerza. La tensión podía verse en el rictus de la boca de Akaashi y sus ojeras negruzcas pero era imposible que las cosas fueran mal el sábado teniendo a su novio a su lado. Desde el primer día, Akaashi había sido casi como su ángel de la guarda.

I'll stay with youWhere stories live. Discover now