1. Voz

1.4K 102 23
                                    

Sana no era como los otros alfas. 

Desde que su segundo género se declaró ella jamás se ha comportado como el resto de los alfas. Ella era amable, siempre dispuesta a ayudar a quién sea que la necesite, en cambio, los demás alfas se comportan como salvajes (y Sana todavía cree que salvajes es quedarse cortos con la definición), siempre creyéndose superiores a los demás, maltratando o acosando a betas y omegas solo porque sí, Minatozaki piensa que es casi horrible que aquellos seres tan desagradables estén en la cima de la escala social.

Inaudito. Solo conoce, a sus cortos veinte años, una sola alfa decente (eso sin contar a su padre, claro está, fue él quién le enseñó que ser alfa no le daba ninguna especie de superioridad ante el resto solo era algo más en su larga lista de cualidades); Myoui Mina. No es tan dulce y tranquila como Sana pero jamás en los largos años que la conoce, ha visto a la mujer ser de alguna manera cruel con alguna omega que le rodease.
Myoui había conocido a su destinada; Im Nayeon de una forma un tanto... diferente.

Aunque, si Sana lo pensaba solo conocía la historia de como sus padres se conocieron. Ambos iban a la misma escuela y nunca habían cruzado palabras. Hasta que el máximo cliché escolar sucedió un día.
El bien conocido alfa, tan popular que chicos y chicas caían rendidos a sus pies con solo un mirada de sus particulares ojos grises, Minatozaki Akira, y luego está el omega introvertido que intenta bajo cualquier término pasar desapercibido sin llamar la atención que apenas lo incitan a hablar en público tartamudea tanto que el eco de risas de sus compañeros de clases se oyen más que la voz quebradiza del omega que cada vez que aquello sucede se encoje en su pequeño y frágil cuerpo, llamado Takayuki Matsuya. Según lo que su madre (Sana solía decirle así a su padre gestante cuando apenas era una cachorra que ni caminar bien podía, después de un tiempo solo se limitó a decirle "papá" pero a él jamás le gustó el apodo puesto que le hacía pensar en qué la pequeña Sana estaba creciendo y por lo tanto él también estaba envejeciendo, así que después de mucha insistencia por parte del único omega del hogar Sana siguió llamándole mamá o madre), le cuenta ellos coincidieron un día que los hicieron realizar un proyecto escolar que requería un arduo trabajo investigativo que los forzó a mantenerse cada vez más cerca. El momento en el que se reconocieron, Takayuki le narra a su hija que no fue nada especial, Akira solo se paró frente a él y le dijo expresamente que no quería tener nada que ver con el omega más allá de su proyecto. El omega solo asintió en silencio hasta que sintió picor en antebrazo derecho; y allí estaba como tinta recién inyectada en su dermis la marca que distinguía al alfa que estaba destinado a él.

Akira dice que no recuerda ser tan grosero con el omega que él solo le pidió que todo acercamiento fuese lo más conciso posible e intentó serlo más considerado posible para que sus palabras no pareciesen una orden, puesto que él estaba formando una relación estable con otro omega de la escuela. Aquello duró hasta que al final del día logro divisar en su brazo la marca que definía a su destinado quién claramente no era aquel omega del que ya no recuerda el nombre.

En resumen, para Minatozaki Sana lo normal era conocerse en un salón de clases o en los pasillos bulliciosos de una escuela llena de niños deseosos de aprender o en medio de una multitud como un sueño -o como ella secretamente desea conocer a su alma gemela- que sucede en aquellas novelas románticas que disfruta leer. En cambio, cuando piensa en como Nayeon y Mina lo hicieron; la hace fruncir el ceño pensando en que aquello no era nada romántico ni le gustaría que a ella le sucediese así. 

Ahora, bien, ellas se conocieron en un centro comercial al que Mina acudió en búsqueda de un regalo de último minuto para Jihyo la omega que la traía distraída y un poco desconectada de la realidad.  Sana la acompañó en la travesía puesto que Mina jamás había podido dirigirle una palabra a la mujer (razón por al cuál aún mantenía la esperanza de que el destino las uniese como la una para la otra), la nipona mayor sugirió una tienda de regalos pequeña que se encontraba en un rincón casi a un lado de una librería en la que Sana iría a esperar a la susodicha. Según sabe el encuentro entre las dos no duró más de cinco minutos pero quedó grabado en sus huesos, en su corazón y en su piel -esto último literalmente-. 

In the heat of the morning [SaMo]Onde histórias criam vida. Descubra agora