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¿Y si lo fuera? ¿Y si fuera posible? Total, ya lo había perdido todo, lo único que me quedaba era la misma mierda de siempre y quería salir de allí.

Pare de pensar, me di un respiro y me empecé a enjabonar. Poco después a aclararme con el agua fría que seguía saliendo , ya que había agotado la caliente. Cuando conseguí aclararme todo el cuerpo, las lágrimas y las ideas, cogí la toalla y salí de la ducha.

Supe que no había estado minutos en la ducha, sino horas, cuando me di cuenta de que había oscurecido y apenas faltaban minutos para que fuera de noche.

Ya estaba decidido, sí que me iba a escapar.

Eran las 21:28, aún tenía tiempo de arreglarme porque siempre cenábamos a eso de las 00:00/01:00, pero esta vez no lo iba a hacer, no me peiné, tampoco me sequé el pelo, simplemente me puse lo primero que vi, y me fui en busca de algo dónde poder meter mis cosas.

<Las bolsas de basura.>

Cuando fui al salón a por ellas, estaba mi madre y su novio sentados en el sofá, ante la televisión, viendo "first dates" como de costumbre, con un par de cervezas apoyadas en la mesita, y riéndose de todos. Me vieron coger las bolsas y no me dijeron nada. Tampoco me dijeron nada cuando cogí unas tijeras y un rollo de hilo de pescar prácticamente nuevo.

Pasaban de mi.

Una vez en mi habitación con todo a mi disposición, empecé a desenrollar bolsas de basura y a cortarlas, y seguidamente meter a la fuerza todo lo que pudiese de mayor importancia a menor.

En la primera bolsa metí todo lo que era mi ropa interior. La segunda la llené de las camisetas y pantalones que más me gustaban y más comodidad tenían. Y la tercera, del resto de cosas; pijama, una pequeña manta, bolsos, perfumes... Y luego en dos mochilas viejas que todavía conservaba, todas las tonterías que a mi me gustaban; pendientes, pulseras, collares, maquillaje... incluso dos libros que tenían gran valor sentimental, "La Bella y la Bestia" y "La Sirenita" , los cuales me había regalado mi mejor amiga Carolina por navidad.

Mi cuarto quedó medio vacío. Esparcí lo poco que había quedado por todos los huecos que había dejado, por si hubiese algún imprevisto, como que mi madre entrase en mi cuarto para mandarme algo, y que no se alarmase al no ver nada por las estanterías.

Escondí las tres bolsas de basura y las dos mochilas como pude, algunas en el armario a presión, otras en una esquina de la habitación que no se veía desde la puerta, y el resto debajo de mi cama.

Podía oír como me latía el corazón cada vez más fuerte, hasta que se me paró en seco.

-¡MIEERDAA! No puede ser- dije para mi misma.

La puerta de casa estaba cerrada con llave, mi madre me tenía encerrada e incomunicada para que no le pudiese decir a nadie lo que estaba pasando. Así durante casi dos semanas. Y tampoco tenía llaves. Pensé y pensé, pero era imposible. No podía ni siquiera robarle las llaves porque las escondía cuando se iba a dormir.

Me senté en el borde de la cama y me di cuenta de que estaba llorando otra vez, al notar un diminuto círculo de humedad en mi muslo de la pierna derecha.

Mi plan no servía para nada. Cenaría, me echaría a dormir y seguiría con mi misma vida de siempre.

Al poco tiempo oí chillar a mi madre.

-¡Jootaaaaa!- gritó.

No me gustaba nada que me llamara así, y ella lo sabia, pero seguía haciéndolo.

Eran casi las doce y media de la noche y seguían tirados en el sofá frente a la televisión. Entre eso y el alcohol parecía que les chupase el alma.

Me acerque a ellos.

-Jota, haz tu la cena, que estoy agotada, no he parado en todo el día y tu no has hecho nada. Aparte, no soy tu chacha, reina- soltó con ese tono suyo de superioridad irritante.

<¿Perdona?>

Me había despertado a las ocho de la mañana, a las nueve me había puesto a limpiar la cocina, la cual parecía conservar mierda desde tiempos inmemoriales, después de casi tres horas de frotar, la terminé, pero no acabe allí. Seguí limpiando la casa, quitando la hora de hacer la comida y comer, y, terminé de limpiar a eso de las seis, que fue entonces cuando me di la ducha reflexiva. Al rededor de seis horas limpiando. ¿Y ella que había hecho? ¿Beber?

En fin.

-Voy mama...-dije entre suspiros.

...

A terminar de cenar, se fueron directos a la cama y yo me quede en el sofá viendo cualquier cosa que me entretuviese. Pero que aburrimiento, no había nada. Resoplé y dejé descansar mi cuerpo en el sofá mirando hacia el techo fijamente. Después eche una ojeada perdida por todo el salón, hasta que...¿QUÉ? Mi mirada se paro en seco sobre un tarro de cristal lleno de objetos metálicos los cuales parecían ser llaves junto con mecheros y chapas. Me levanté y fui directa. Volqué el interior encima de un cojín del sofá con intenciones de hacer el menor ruido posible. Había diversas llaves que conocía al instante. Las dos primeras eran de los trasteros que había arriba de casa, en la cuarta planta, y la tercera con menor tamaño, del buzón. Hubo una cuarta que no supe diferenciar bien de donde era, pero, la quinta sí. Era una copia de la llave de casa.

No me lo pensé dos veces, cogí la llave junto con las dos de los trasteros.

<Me voy a escapar.>

Fui a mi cuarto y las escondí debajo de la almohada. Eran las 2:06 de la noche, y todavía se oía a mi madre y a su novio hablar. O discutir, no lo sabía diferenciar ya que no hacían otra cosa.

Saqué de la mochila el libro de "La Bella y La Bestia" y tuve intenciones de leerlo, pero me quedé plasmada en la portada, mirándola, pero realmente sin verla. Lo único que veía era un viaje en el tiempo a apenas unos meses, concretamente seis, en Navidad cuando me regaló Carolina este libro con toda la ilusión del mundo sabiendo lo muchísimo que me gustaba leer. Verdaderamente le echaba de menos. Tenía un poder que cuando estaba junto a ella, hacía que me sintiera protegida, feliz, tranquila. Pasé los peores momentos de mi vida, y nunca se fue, siguió a mi lado y me apoyó en todo. La quería más que a mi alma, y no tenía duda de que tenía a la mejor amiga del mundo que pudiera existir, por ahora y por siempre.

Cuando dejé de escuchar voces y empecé a escuchar ronquidos, supe que ese era el momento. Me levanté de la cama, metí el libro en la mochila y me puse una camiseta que le había robado a mi amigo Joaquín antes de irme a Lérida.

Fui dejando bolsa por bolsa en el pasillo, la mochila grande me la puse tras la espalda, y la que era más pequeña, delante.

Metí el poco dinero que tenía en el zapato antes de ponérmelo, como de costumbre.

Una vez la llave dentro del bombín, la hice girar sigilosamente hasta que se paró en el tope y sonó un "clack". Directamente se abrió. Cogí el pomo de la puerta, y lo tiré hacia mí, con un ruido inesperado. La puerta crujió con cada movimiento hasta que la paré en seco al dejar de oír los ronquidos del novio de mi madre. Me quedé inmóvil totalmente, con la idea de no hacer ni el mas mínimo ruido para que así se volviese a dormir. Pero a los pocos segundos se empezó a oír como el peso dejaba de estar de la cama, a esta vez en el suelo, seguidamente de unos pasos.

Siete días y medioWhere stories live. Discover now