CAPÍTULO 8

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Se oyó el crujido de sus vértebras cuando Nínive enderezó su espalda

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Se oyó el crujido de sus vértebras cuando Nínive enderezó su espalda. Cerró sus ojos y maldijo los hospitales, tal y como lo hacía cada vez que la internaban. Sin embargo, esta era la primera vez que se encontraba recuperándose de un ataque que no provenía de su interior. Su pierna dolía al apoyarla en el suelo de azulejos grises, y rotar su hombro sin sentir una punzada en el brazo era misión imposible.

     Arrastró sus pies hasta el soporte metálico y sostuvo el hilo dental con su boca mientras lo extendía por encima del gancho del cual colgaba la ampolla de suero.

     —La doctora De-Ràzes aseguró que necesita un ordenador para poder continuar con su trabajo —había dicho una de las enfermeras—. Un técnico vendrá en unos minutos y realizará las instalaciones necesarias.

     Nínive había cogido un bisturí ni bien la enfermera salió de la habitación. De-Ràzes y sus declaraciones la habían guiado a un asesino en Maine. Ni loca se quedaba a la espera, plácida como un domingo en la playa, cuando podría haber un infiltrado con la orden de acabar con ella. Jeff y Kina habían señalado que su capacidad para atrapar a Phillipe era una amenaza para los Minoritarios, y tenían razón. Lo había comprobado en carne propia. No obstante, ella no poseía un millar de guardias ni habilidades de combate como DeBlanckfort y Wagner.

     Entonces decidió atar el bisturí a un rollo de hilo dental. Lo pasó a través de las barandas que tenía la cama de la enfermería y lo colgó del soporte para el suero. Si alguien la sorprendía, ella haría lo mismo al cinchar del hilo y hacer que un bisturí apareciera sobre la cama.

Sangbìbiers III La SombraWhere stories live. Discover now