Capítulo I

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I


Cuando me avisaron de la muerte de mi abuela quedé un momento en shock, no entendía el cómo es que debía reaccionar; mi abuela y yo jamás tuvimos una relación cercana ni mucho menos, ella siempre encerrada en su casa y yo ocupado con mis asuntos desde que me convertí en un universitario. Pero aquí estaba, delante de la gran casa, con un nudo en el estómago y ganas de salir corriendo... por alguna extraña razón.

Entré en la sala aún con la mente en las nubes y ganas de no estar ahí, avancé algunos pasos con rumbo al pequeño altar que descansaba casi en el centro de la habitación, en el lugar estaban amistades de mi abuela, gente que en mi vida había visto o si lo había hecho alguna vez no lo recordaba y tampoco es como que quisiera hacerlo. Me quedé de pie frente a la fotografía de la abuela, se veía sonriente y preocupada al mismo tiempo, como si en esa foto me estuviera diciendo, "me voy... pero lo hago con pendientes y ganas de joder aún en la otra vida", sé que no es lo correcto pensar en este tipo de cosas cuando estás en un lugar como este pero el cerebro no me da para más, estoy frente a una casi desconocida que, de no ser porque mi padre me dijo que es (o fue) su madre yo ni siquiera lo recordaría. En algún momento alguien se paró a mi lado y posó su mano en mi hombro por lo que me pareció una eternidad.

-Aún no nos podemos hacer a la idea de que se ha ido... -casi susurró, como si quisiera que solo yo escuchara, no hice nada y tampoco dije nada, ya era bastante extraño estar en un lugar donde no conocía a nadie, incluida la difunta.

Pasaron cerca de dos horas cuando por fin llegaron mis padres, mamá de inmediato fue a dar las gracias a la gente por su presencia mientras mi padre, como una especie de muerto en vida, fue al altar a ver más de cerca la foto de la abuela, se veía tan triste, como un niño al que le han quitado todo y por un instante me sentí tan culpable por pensar cosas horribles de la abuela, pero no es como que ella haya sido una santa en vida, creo recordar que nunca me quiso, jamás apareció en alguno de mis cumpleaños o siquiera mandó una tarjeta, solo se la pasaba en casa, encerrada en su propia miseria y seguramente disfrutando de todos sus millones porque sí, mi abuela en vida fue asquerosamente rica y asquerosamente tacaña, no puedo recordar una sola vez en la que ella haya hecho algo bueno por nosotros, su única y desgraciada familia.

Sacudí ligeramente la cabeza como queriendo quitar todas las telarañas mentales que se habían formado a lo largo de los años, ya no valía la pena pensar de esa manera y mucho menos faltarle el respeto a un muerto, por muy cabrón que haya sido en vida. Con la intención de fumar salí sin hacer ruido al patio trasero, lo cual fue chistoso porque me perdí tres veces tratando de encontrar una puerta que diera al exterior, la casa era malditamente enorme y era fácil perderse, como si mi abuela quisiera lugares para esconderse aún en su propia casa. Supe que la heredó de sus padres al fallecer y aquí había pasado toda su vida, incluso la boda con mi abuelo había sido aquí, en este inmenso patio. Me llevé un cigarrillo a los labios pero pensé en guardarlo cuando me di cuenta de que había olvidado el encendedor- maldita sea... ¿Dónde lo dejé?

Y no terminé de buscar en mis bolsillos cuando vi una mano sosteniendo un encendedor frente a mi cara- creo que te urge esto –habló con voz calmada, levanté la vista para ver de frente a un hombre joven, creo que de mi edad, tenía el cabello negro y recogido en una coleta baja, todo él iba vestido para la ocasión, agradecí y después de encender mi cigarro aspiré profundamente- ¿Eras conocido de mi abuela? –pregunté sin mirarlo al mismo tiempo que dejaba salir el humo.

-Fuimos amigos por mucho tiempo –alcé una ceja.

- ¿De verdad? No te ves más grande que yo y mi abuela no estaba ni siquiera en sus cincuentas.

Lindo GatitoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum