¡𝓒𝓾𝓪𝓷𝓽𝓸 𝓽𝓲𝓮𝓶𝓹𝓸! ¡𝓛𝓪 𝓵𝓵𝓮𝓰𝓪𝓭𝓪 𝓭𝓮 𝓔𝓻𝓸-𝓢𝓮𝓷𝓷𝓲𝓷!

1.6K 127 50
                                    

<<-Oye, maldito viejo rabo verde -la hija de la Habanero Sangriento hizo chocar el puño derecho contra su palma izquierda- ¿Que rayos crees que estás haciendo?

El hombre peliblanco se tensó, creyendo reconocer esa aura de inmediato, capaz de paralizar a cualquiera que fuera objeto de su furia.

-*¡¿Kushina?!* -se preguntó, dándose la vuelta lo más rápido que podía.

Apenas tuvo el tiempo de ver la cara de la kunoichi cuando le asestó un puñetazo en la mandíbula con todas las fuerzas que tenía. El anciano salió volando, dejando una estela de vapor a su paso y gritando cosas, incomprensibles gracias a la altura y las corrientes de viento que pasaban por ahí.

-¡Maldita mocosa!

-¡¡Eso te pasa por depravado!!

El ojinegro tuvo que pensar rápido, pues iba a caer de una gran altura. Hizo un sello de medio carnero, invocando a un sapo que aterrizó antes que él, ayudándolo a no estamparse en el suelo.

Suspiró, con una mano en el mentón, el cual comenzaba a inflamarse. Eso había estado cerca. Esperaba no haber llamado demasiado la atención, o su sensei lo encontraría.

Lo pensó demasiado pronto. Sintió a una veintena de ANBU rodearlo. Poco después, una marcha tranquila se oyó caminando en su dirección. Nadie más ni nadie menos que Sarutobi Hiruzen.

-Conque aquí estabas, ¿Eh?

Definitivamente ese no era el día de suerte de Jiraiya.>>

El Sannin se veía en un aprieto especialmente gordo. Quiso formar un sello manual para escapar nuevamente, pero un actuar rápido de su sensei con un sello de bloqueo en su cabeza lo abstuvo de cualquier movimiento del cuello hacia abajo.

-Ah, no, no vas a volver a irte ahora -lo riñó el mayor- ¿Por qué no te dejaste ver por toda la semana? ¡Tuvimos problemas realmente serios y a tí se te ocurre jugar a las escondidas!

-¡No sabes disfrutar la vida sensei! -reclamó el Sannin, cual niño pequeño.

-¡No te detienes en tus actividades pervertidas, ni siquiera para ver a tu ahijada! ¡Minato y Kushina te la confiaron, junto a mí! ¿O se te ha olvidado?

-¡Estabas tú, que tienes muchísimos ninjas a tu mando, eso es más que suficiente para cuidar a una mocosa! ¡Además, tenía otras cosas que hacer! -replicó.

La mirada del albino de nacimiento se había oscurecido levemente, ante la mención de su antiguo alumno y su familia. Era una de las razones por las que no había pisado Konoha hacía doce años: los recuerdos eran dolorosos. En cierto modo, podía comprender a Tsunade, pensó. Sin embargo, no era algo que daría a notar, menos delante de Sarutobi.

Hiruzen suspiró, sobándose las sienes. Su alumno no tenía remedio, de hecho, en eso se parecía bastante a Nozomi. Ambos fingían perfectamente estar bien, cuando en realidad, no podrían estar peor. Era un verdadero problema para los que los apreciaban, pues, a menos que tuvieran suerte, o los conocieran demasiado bien, jamás adivinarían si la sonrisa era falsa o no.

-Ha necesitado de tí, aunque no lo creas. Lamentablemente no puedo enterarme de todo lo que pasa en esta aldea, y algunos aprovecharon eso a su favor, incluso la infancia de su madre fue mejor que la de ella misma.

Los ojos de Jiraiya se tornaron gélidos. Había oído hablar de esto merodeando por otras aldeas: Jinchūrikis que eran maltratados y abusados por su propia gente, incluso algunos Kages hacían la vista gorda. ¡Pero su ahijada era hija de los héroes de la aldea, y era una heroína por sí misma! ¡Alguien debería mostrar, al menos, un poco de respeto!

𝙐𝙯𝙪𝙢𝙖𝙠𝙞: 𝙚𝙡 𝙘𝙡𝙖𝙣 𝙚𝙭𝙩𝙞𝙣𝙩𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora