Capítulo 21.

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– Hmm.

– Yibo..., espera... hasta llegar... arriba – dijo con dificultad entre beso y beso.

– No puedo más – siguió con su tarea de desabrocharle la camisa negra tras haberse encargado de la sudadera.

– Es... solo una... escalera, bǎobèi (bebé).

Zhan miró hacia la entrada del bloque alertado por si alguien venía. Fue un movimiento aprovechado por el menor para chupar su cuello sin medida. Le estaba volviendo loco.

– Ah. Bodi..., para.

– ¿Por... qué? – lamió su piel bronceada.

– Hm. Porque..., si no lo haces..., no podré aguantar... y tendré que follarte aquí mismo – susurró en su oreja mientras el contrario pasaba su boca por su hombro.

– Suena muy tentador – mencionó a centímetros de besarle. – Pero... me gustaría que mi primera vez contigo fuera en una cama.

– Entonces... no me sigas provocando, pequeño diablo.

– ¿Yo? ¿Provocando?

– Sí, tú – sonrió a la par que sus labios chocaban entre sí pero no llegaban a juntarse del todo.

– Yo no te provoco. ¿Llamas esto a provocar? – agarró su erección por encima del pantalón y la masajeó.

– Hmm. Yibo... – le advirtió.

– ¿O a esto? – mordió su nuez y luego la chupó repetidas veces. – ¿Esto es provocar?

– No... – suspiró. – Esto es jugar con el maldito fuego.

– Pues quémate conmigo, Zhan-er Gege.

Esa forma de llamarlo bastó. Fue suficiente para acabar con su razón. Si Yibo quería despertar a la bestia instintiva y sensual que escondía el azabache, lo consiguió de lejos. Ahora debía atenerse a las consecuencias de sus provocaciones. Le quedaba una larga, larga, larga noche de puro placer.

Motivado por una fuerza feroz, el mayor lo empujó con su cuerpo hasta estamparlo contra una puerta de la planta baja. El fuerte sonido provocado por el golpe entre su espalda y la madera no les hizo detenerse, sino continuar con lo establecido.

Zhan se deshizo rápidamente de la sudadera del castaño al mismo tiempo que éste le arrancaba la camiseta. Los últimos botones por quitar saltaron de la prenda hasta terminar en el suelo de granito blanco con motas negras y grises. No dejaron de chupar y morder la boca del otro en el proceso. Era tanto el ímpetu que, en ocasiones, la potencia con la que le besaba el pelinegro hacía que su nuca golpeara levemente el material tras él.

Los dedos nerviosos por la excitación bajaron hasta el pantalón vaquero de Yibo, predispuestos a abrir la hebilla y quitar el botón que lo mantenía alzado. ¿Llegar a la cama? Tendrían suerte si llegaban solo al primer peldaño de las escaleras sin estar uno dentro del otro.

– Hmm.

– ¡Ya va! ¡¿Quién llama a estas horas?! – ambos se separaron al oír la voz del dueño de la casa. La rendija entre el suelo y la puerta se iluminó y escucharon los pasos del hombre acercarse desde dentro. – ¿Quién es?

– Corre – dijo Xiao con un deje divertido antes de besarlo rápidamente y tirar de su mano.

Recogieron la ropa tirada y salieron corriendo al segundo piso, en el cual se encontraba su departamento. Por las prisas, no llegaron a ver al señor, pero si oyeron sus enfurecidas palabras.

– ¡Maldita juventud la de hoy día! ¡Me tienen harto! – y, luego, la puerta se cerró con un portazo.

Ambos chicos no paraban de reír. Les causó mucha gracia la situación y cómo por poco los pillan. Habría sido incómodo si el hombre hubiera abierto antes sin avisar.

La mafia | Vᴇʀsɪᴏ́ɴ ZʜᴀɴʏɪWhere stories live. Discover now