Capítulo 30.

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El silencio del apartamento era interrumpido por un leve sonido. Este se repetía constantemente, una y otra vez cada pocos segundos. El ruido de metal chocando con metal podría volver loco a cualquiera que estuviera allí. Sin embargo, este tranquilizaba a Yibo. O, al menos, le hacía sentirse menos aburrido. En otras palabras, era el mismo castaño quien lo producía al mover la mano. 

Hacía cerca de media hora, por lo que podía deducir gracias al reloj del despertador, que se había dado por vencido en su lucha contra las esposas. Casi no tenía fuerzas de las tantas veces que intentó tirar o forzarlas, lo cual no sirvió para absolutamente nada. Se sentía un inútil. Aunque, siendo sensatos, habría podido liberarse si tan solo tuviera en su poder un ganchillo o un alambre de metal pequeño.... Elementos que estaban fuera de su alcance. 

Literalmente, no tenía nada que hacer. Solo miraba como el canario comía y como la oscuridad seguía presente en el hueco del techo. Todo esto mientras esperaba oír algún sonido en la puerta. 

— ¿Por qué tarda tanto? — se desesperó, echando la cabeza hacia atrás y suspirando fuertemente. En contestación, el ave pio. — Tú también quieres golpearle cuando llegue, ¿verdad, pajarito? — el animal cantó un poco, tan solo unos segundos. — Ya.... Sé lo que se siente estar enjaulado. Bueno, más bien esposado — miró el objeto que oprimía su muñeca y lanzó una queja. Luego, sus labios hicieron un lindo puchero. — Ach. Pensé que cuando Zhan me esposara a la cama..., la cosa terminaría de otra forma.... Pero esto no se parece en nada a mi sueño. Lo único similar es que estoy desnudo — el pájaro no comentó nada al respecto. — Ah. ¿Y ahora te callas? Bien, muy bien. Tú a mí no me engañas, alitas. Pareces muy santo... pero seguro que más de una noche es soñado con alguna pajarita locuela — ignorándolo, el más pequeño escondió la cabeza en su ala y se dispuso a dormir. Por otro lado, Wang espetó una carcajada seca y dirigió su vista al lado contrario. 

Tras esa pelea repentina con el ovíparo, el chico se puso a pensar en todo lo pasado... y en lo que estaba por venir. En esos instantes, Xiao debería estar viajando con rumbo a China. No sabía la hora del ataque hacia su padre pero podía hacerse a la idea de que sería por la mañana temprano. Quizás al amanecer. 

Nada más se liberara de allí tenía que advertir a Zhou Yen. Todavía había tiempo de sobra para que se marchara de la mansión y avisara a los equipos de seguridad. Además, debía comunicarle la noticia de que el azabache estaba vivo... y que quería matarlo. Seguro que la segunda entristecería al mayor. Sin embargo, era necesario. 

Solo un poco más y ya. No era nada beneficioso que sus nervios lo dominaran ahora. Pronto podría levantarse y emprender la marcha.... Es más, ya tendría que estar de pie y vestido desde hacía cinco minutos. 

— Si no apareces, voy a descuartizarte, te haré comer cada una de tus extremidades y luego te tiraré al río — amenazó al aire, deseando tener al contrario delante. — ¿Dónde cojones estás? 

Y, como sabiendo que lo habían amenazado, el timbre de la casa sonó. Ante ello, Yibo rodó los ojos y se mordió el labio con impaciencia. Sí, la palabra "idiota" pasó por su mente, volviendo a ser repetida al escuchar como llamaban a la puerta por segunda vez. 

Varios segundos pasaron sin ningún sonido más... hasta que un escándalo impresionante indicó que habían entrado a la fuerza. Seguramente ahora la puerta estaba rota. "Bruto". Un nuevo adjetivo se unió a la lista de cualidades del castaño. Podía haber forzado la cerradura.... ¡¿Qué necesidad había de cargarse la puerta?!

— ¿Yibo? — preguntaron desde la cocina, zona desde la cual no podía verse el cuarto por completo. 

— En el cuarto principal, Jackson — respondió con cansancio. Tono que no concordaba con su emoción interior. Al fin se libraría de la opresión de las esposas. 

La mafia | Vᴇʀsɪᴏ́ɴ ZʜᴀɴʏɪWhere stories live. Discover now