IV

149 21 9
                                    

Zoë les guió hasta la última tienda, que no parecía diferente de las otras, y les hizo pasar. Bianca estaba sentada junto a la diosa. El interior de la tienda era cálido y confortable. El suelo estaba cubierto de alfombras de seda y almohadones. En el centro, un brasero dorado parecía arder solo, sin combustible ni humo. Detrás de la diosa, en un soporte de roble, reposaba su enorme arco de plata, que estaba trabajado de tal manera que recordaba los cuernos de una gacela. De las paredes colgaban pieles de animales como el oso negro, el tigre y otros.

- Sentaos con nosotras - les pidio Artemisa con voz dulce, aunque para Dante se sintió más como una orden.

Ambos se sentaron en el suelo frente a ella. La diosa le dio un rápido repaso con la mirada a Dante y estudió con más atención a Percy. Tenía una mirada viejísima para ser una chica tan joven - ¿Te sorprende mi edad? - le preguntó a Percy.

- Eh... un poco - respondió el chico.

- Puedo aparecer como una mujer adulta, o como un fuego llameante, o como desee. Pero esta apariencia es la que prefiero. Viene a ser la edad de mis cazadoras y de todas las jóvenes doncellas que continúan bajo mi protección hasta que se echan a perder.

- ¿Cómo...?

- Hasta que crecen. Hasta que enloquecen por los chicos, y se vuelven tontas e inseguras y se olvidan de sí mismas.

Dante sonrió por lo bajo ante las palabras de la diosa - Qué puedo decir - respondió con tono arrogante - Algunos somos irresistibles - Zoë se había sentado a su derecha y le miró de un modo furibundo. Se levantó rápidamente, dispuesta a golpear a Dante. Pero él no se dejó amedrentar, también se levantó y encaró a la chica con su sonrisa - Vamos... Hazlo Zoë, sabes perfectamente lo que pasará si peleas contra mí -

Pero antes de que la chica pudiese responder Artemisa alzó la mano y le miró de arriba abajo con su fría mirada - Dante Pierce... El famoso retoño de Ares... Igual de arrogante que su padre -

- Si sabe quién soy también sabrá de lo que soy capaz... Así que mantenga bien atadas a sus cazadoras. No quiero tener que hacerle daño a nadie...

Artemisa suspiró - Has de perdonar a mis cazadoras si no se muestran muy amigables contigo - dijo - Es rarísimo que entren chicos en este campamento. Normalmente les está prohibido el menor contacto con las cazadoras. El último que pisó el campamento... - miró a Zoë quien a regañadientes había vuelto a sentarse - ¿Cuál fue? -

- Ese chico de Colorado. Lo transformasteis en un jackalope, mi señora.

- Ah, sí - asintió Artemisa, satisfecha - Me gusta hacer jackalopes, ya sabes, ese animal de la mitología americana, mezcla de liebre y antílope. En todo caso, os he llamado para que me habléis un poco más de la mantícora. Bianca me ha contado algunas de las cosas inquietantes que el monstruo dijo. Pero quizá ella no las haya entendido bien. Quiero oírlas de vuestros labios -

Dante miró a Percy, esperando a que el chico respondiese. Se los contó todo, de principio a fin. Cuando terminó, Artemisa puso una mano en su arco, pensativa - Ya me temía que tendría que usarlo -

Zoë se echó hacia delante - ¿Lo decís por el rastro, mi señora? -

- Sí.

- ¿Qué rastro? - preguntó Dante.

- Están apareciendo criaturas que yo no había cazado en milenios - murmuró Artemisa - Presas tan antiguas que casi las había olvidado - miró a Dante fijamente - Vinimos aquí ayer noche porque detectamos la presencia de la mantícora. Pero ése no era el monstruo que ando buscando. Vuelve a repetirme lo que dijo el doctor Espino exactamente -

ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPOМесто, где живут истории. Откройте их для себя