XLI

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Dante despertó en mitad de la noche, sudando después de una horrible pesadilla. Miró a Helena, la chica seguía durmiendo a su lado sin demostrar nada que le dijese que la había despertado. Aun recordaba perfectamente la mirada de puro terror que le había dedicado cuando la había encañonado. No podían seguir así... Había estado a punto de dispararle... No era la primera vez que le hacía daño. Pero esta vez había estado a punto de llegar a la violencia física. Salió de la cama sin despertarla y se apoyó contra la ventana de la habitación. Fuera, una tormenta digna de la mayor furia de Zeus se desataba sobre la ciudad de Sacramento.

Apoyó la cabeza contra el frío cristal, agotado. Un trueno retumbó en la lejanía y la luz del rayo iluminó la habitación entera - Vaya... Parece que el viejo está cabreado - dijo el diablillo. Dante giró la cabeza y vio a la criatura dando saltitos sobre Helena.

- Baja de ahí...

La criatura le sostuvo la mirada durante unos segundos y asintió - ¿Por qué te preocupas tanto por ella? Solo es un lastre - trepó por la pierna de Dante hasta colocarse frente a él - Vamos, has estado a puntito de hacerlo - señaló la pistola, la cual seguía en el suelo de la habitación - Venga Dante, cógela y remata el trabajo -

Dante fulminó a la criatura con la mirada. Se agachó para recoger el arma y encañonó al diablillo - Voy a volarte la puta cabeza - murmuró el chico mientras retiraba el seguro del arma.

En respuesta la siniestra criatura empezó a reír a carcajadas - Dante, Dante, Dante... No puedes matarme. Ni siquiera soy real - se acercó al chico y apoyó su roja cabeza contra la boca de la pistola - Vamos, aprieta el gatillo... Y cuando Helena se despierte explícale lo que ha pasado -

La idea de apretar el gatillo pasó por su cabeza. Necesitaba desahogarse, fuese como fuese. Sin embargo miró a Helena. La chica dormía plácidamente en la cama, ajena a su locura. Bastante la había atormentado los últimos días. No podía hacerle eso - No... - bajó el arma lentamente y la metió en su bolsillo. Se dio media vuelta y abrió la ventana de la habitación. Un torrente de viento y agua le golpeó en pleno rostro. Sin embargo, no llegó a mojar el suelo. El hijo de Ares alzó la mano derecha con aire solemne y dejó que una ínfima parte de sus nuevos poderes saliese de su cuerpo. El clima pareció doblegarse ante su voluntad mientras el chicos saltaba por la ventana.

Aterrizó en la parte trasera del jardín y de un manotazo al aire cerró de nuevo la ventana de la habitación - Vaya... Se te ve muy cómodo con esas nuevas habilidades - comentó el diablillo mientras le veía avanzar en dirección a la carretera - Dante... ¿A dónde vas? -

No respondió. Simplemente siguió caminando bajo la tormenta.

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Lluvia... Frío... Viento...

Dante no tenía ni idea de donde estaba ni de a donde iba, simplemente vagaba por las calles de Sacramento bajo una fina lluvia que congelaba hasta sus huesos. Era de noche, alrededor de las cuatro de la mañana. Si lo pensaba lógicamente no había ningún motivo para estar allí en esas condiciones. Se suponía que ahora tenía un hogar. Una cama que compartir con la chica que amaba. Un cálido lugar donde refugiarse. Entonces... ¿Qué hacía allí...? ¿A dónde iba...? ¿Por qué sentía que no podía volver atrás...?

- Vuelve con ella... - susurró la voz del diablillo - ¿Por qué huyes Dante...? Tú jamás le harías daño a tu chica, ¿verdad? -

A pesar de que las calles estaban repletas de farolas que proporcionaban luz, todo a su alrededor parecía estar sumergido en una oscuridad perenne. No había gente ni coches a la vista. Solo él, el frío y la noche. Entonces, un brillo dorado estalló frente a él. Era tenue, casi imperceptible. Pero en mitad de la oscuridad una simple chispa es todo lo que se necesita para orientarse. Giró lentamente la cabeza hacia la derecha y en mitad de un oscuro callejón una especie de fuego parecía llamarle.

ARES #3 // DIOSES DEL OLIMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora