Capítulo 24

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La Sanadora que había estado a cargo del caso de Draco desde el principio era una mujer llamada Zenira Penbroke; al principio, cuando sus diagnósticos solo habían sido dos veces al mes, ella había sido la que había ido a Hogwarts y le había hecho las pruebas en la enfermería. Sin embargo, desde que su madre había interferido y las visitas se habían incrementado a dos veces por semana , por lo general eran otros Sanadores los que venían. Si la carta que había recibido no hubiera sido suficiente señal de advertencia de que algo estaba pasando, la presencia de Penbroke ahora lo habría alertado, sin mencionar que le pidieron que fuera a San Mungo.

Era Slughorn quien lo había escoltado, porque a su madre no se le había concedido otro día de libertad. A Harry tampoco se le había permitido unirse a él, y aunque una parte de él había querido que Harry estuviera allí, otra parte se había alegrado de tener una excusa para hacer que se quedara en Hogwarts. No era como si pensara que Harry había estado mintiendo cuando dijo que este cuerpo no tenía nada que ver con sus sentimientos, era solo que Draco estaba bastante seguro de que una afirmación como esa no podía hacerse con sinceridad antes de tiempo.

Lo decía en serio ahora. No había nada más que sinceridad en los ojos de Harry cuando lo dijo. La cuestión era si todavía encontraría la manera de entenderlo una vez que se hiciera realidad.

Si realmente sucedía.

-Gracias por esperar, Draco- la puerta de la pequeña oficina en la que Draco había estado esperando, desnudo y forzado a ponerse una bata de hospital, se abrió con la sanadora Penbroke agarrando un grueso fajo de archivos y con el ceño ligeramente fruncido. Draco se movió ansiosamente donde estaba sentado en la mesa de exámenes, apenas capaz de encontrar su mirada. Cuando lo miró, sus ojos eran tan cálidos y comprensivos como siempre, pero algo inquietante los había nublado -baja de allí y siéntate conmigo-

Hizo un gesto hacia una silla cerca de su escritorio. Draco, con la garganta seca y los dedos temblorosos ahora, hizo lo que se le ordenó. Nada más que malas noticias podrían poner una expresión así en el rostro de su sanadora. Lágrimas de cansancio, confusión, miedo, tormento brotaron en sus ojos y Draco no se molestó en limpiarlas.

-Has sido increíblemente valiente, Draco- dijo Penbroke en voz baja. Bajó la mirada y cerró los ojos con fuerza, sintiendo la humedad caliente de una lágrima rodar por una mejilla -he visto a más brujas y magos de los que me corresponden pasar por aquí con una serie de dolencias y desfiguraciones, pero lo que tú has pasado estos últimos cinco meses ha sido una prueba de carácter que no mucha gente podría haber soportado con tanta gracia. Antes de decir algo más, quiero asegurarme de que sepas lo lejos que has llegado y lo orgullosa que estoy de ti-

Miró hacia arriba con los ojos cristalizados y sintió que se le encogía el pecho.

-Gracias- murmuró.

-Lo digo en serio. Ahora, antes, cuando entraste, no te dije mucho porque no quería hacerte ilusiones- el corazón de Draco dio un vuelco -necesitábamos hacer algunas pruebas; lo que descubrimos ayer parecía relativamente concluyente, pero nunca les daría falsas esperanzas, no en una situación como esta-

-¿Que fue lo que encontraron?- presionó; su pulso se había acelerado y de repente sus dedos se sintieron entumecidos. La esperanza que había estado reprimiendo furiosamente desde que entró hace dos horas y le dijeron que se tenían que realizar pruebas urgentes se hinchó como un globo. -¿Qué es?-

Penbroke estudió su rostro detenidamente antes de hablar: -Es una buena noticia, Draco. Pero ha habido una complicación inesperada que hemos descubierto que... cambia la situación-

Draco la miró con los ojos muy abiertos, esperando. Buenas noticias. Eso es lo que ella había dicho. -¿Qué... cuáles son las buenas noticias?- dijo con voz ronca.

Las Luces Cambiantes *"Traducción Autorizada"*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora