Corto 2: "Valiente"

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La primera cosa que Rasa me dijo
la primera vez que me vio llorar
fue que la valentía se ganaba
que las heridas sanaban
y que yo era diferente.

Me pidió que irguiera la cabeza
y que me sintiera orgullosa de ser
exactamente quien era.

Nadie antes me había dicho
que ser diferente no era malo.

✎⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝⸝

Suspiré, golpeando mi espalda contra el pilar de cemento, limpié la herida con el dorso de la mano.

-¿Enserio idiota?- comenté volviendo a acercarme al hombre, tras un parpadeo volví a dirigir mi mano empuñada hasta la mejilla del más alto, estaba golpeandolo, era mi primera pelea de bar, y no estaba en un bar siquiera.

>>Deberías saber callarte y asentir cuando una dama habla- aseguré, llevando una patada a sus costillas, con el flujo de chakra directo hasta las manos, mis golpes tenían potencia.

-Callate mocosa.

Nuevamente, estaba en ese pequeño momento, donde había decidido hacer un trato monetario con otro viajero que pasaba.

-Me faltan al menos diez mil yenes por esos pergaminos.

Y me habían estafado.

Estaba armando un alboroto por quizá muy poco, pero le había dado pergaminos de jutsus elementales que también me habían costado un pequeño ahorro.

Era normal ver a niños como un principal objetivo a la hora de llevar a cabo fraudes de pequeño calibre.

Necesitaba los yenes para seguir quedándome allí.

>>Bastardo.

Cuando levantó el brazo amenazando nuevamente, alguien paró el pleito.

Al instante, las personas dejaron de ver nuestra pelea, para ver al hombre con respeto, luego, el pequeño grupo se disipó bastante rápido.

Solo quedé yo, el estafador, y quien me impedía conseguir los yenes que me faltaban.

Por alguna razón, el otro parecía complacido.

Le escupí en la mejilla con una sonrisa de suficiencia.

>>Quiero mis yenes- exigí.

Encolerizado, el hombre amenazó con golpearme, expulsé gran parte de mi chakra para empujarlo hacia atrás, esperando que fuera suficiente para demostrarle que no se metiera conmigo.

Que ahora que sabía con certeza que no quería morir, ahora que había descansado del resto del mundo, me sentía lista para volver a ser quien había sido antes.

-¡Cuidado a quien le hablas niñita!.

Me solté del agarre, caminando a paso firme hasta él, elevando mi mejor sonrisa, la más satisfactoria que tenía, porque estaba, en efecto, satisfecha de poder liberar mis sentimientos en un saco de arena como él.

-¡Yo soy la discípula del cuarto Kazekage!- grité, que se enterase el mundo entero, que Amaya Kaguya, no le temía a la muerte, porque la había visto con sus propios ojos.

Desenvainé la chiso katana, amenazante, porque no sería la primera vez que su hoja se ensucia de sangre, y tampoco sería la última.

>>¡Cuida tu tono conmigo!.

La discípula de Rasa, era conocida por haber asesinado a su jounin y salir impune contra el consejo, porque el Kazekage se había pronunciado por ella.

Fue un revuelo durante un tiempo.

El asesinato por el cual, nunca hubo juicio ni reunión, porque el mismísimo Rasa amparó a la victimaria bajo su velo.

Esa fui yo por un tiempo.

El hombre volvió a intervenir.

Apretando mi hombro con un poco más de fuerza.

Apenas al verlo, cuando voltee por primera vez, lo identifiqué de inmediato, era el hombre de la fotografía, claro que, era mucho más maduro que en la foto, pero nada me diría lo contrario.

Era él.

Solté la katana de inmediato, chillé sorprendida, crédula, ante la idea de que mi padre, había sido un chico joven de aspecto suelto y aire despreocupado, enamorado de mamá.

¿Se habrían enamorado enserio?

¿Se habrían casado?.

-¿Quieres explicarme que pasa aquí jovencita?.

Me puse nerviosa, y fallé al hablar, mi voz salió temblorosa.

-Yo le vendí... A... Unos pergaminos de, de, jutsus elementales- intenté apoyar mi versión moviendo mis manos, haciendo que, en efecto, me soltara para permitirme explicarme- Y no me ha pagado la suma establecida.

En su sorpresa, quizá porque había descubierto que los asesinos pueden ser más pequeños de lo que parecen, para no enfrentarse al pais del viento o simplemente por la precencia del otro, dejó caer otra bolsa de yenes y salió corriendo.

La recogió por mi, junto con Shoganai y me lo ofreció de regreso.

-Es raro ver a shinobis bien armados en aldeas no natales- aseguró, luego sonrió con despreocupación.

Bajé mi cintura frente a él, tomando toda la valentía que pude encontrar al apretar mi capa hasta que mi mano comenzó a doler, porque realmente me costó hablar después de eso.

Había llegado a Takigakure con la completa idea de tocar una puerta y ser recibida con calidez, en cambio, había hecho un alboroto por ser cobarde.

-Me llamo Amaya Kaguya- me presenté cordialmente, esperando que el altercado, o la nueva información no me quitara puntos por una buena impresión- Vengo de Sunagakure y creo que soy su hija, señor.

Takigakure, 376 días antes
de dar la cara.

No eres un heroeWhere stories live. Discover now