Capítulo 18

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Cuando Cieno notó la arena bajo las garras y escuchó el rugido de los dragones del público, se dio cuenta de que quizás hubiera necesitado darle un par de vueltas más a su plan.

No tenía ni idea de cuáles serían sus armas contra un dragón desconocido. Se le quedó la mente en blanco cuando los guardias Alas Celestes soltaron a un siseante Ala Helada al otro lado de la arena. ¿Sabía algo sobre los Alas Heladas?

El sol estaba alto en el cielo y allí abajo, en la arena, hacía mucho más calor que en los capiteles. Cieno veía las gotas de líquido plateado que le caían al Ala Helada entre las escamas azules. Por encima de ellos, la reina Escarlata les sonrió desde su balcón, con Gloria durmiendo apaciblemente a su lado.

Aterrizó en medio de ellos el mismo presentador del día anterior y se inclinó ante la multitud.

—Desde la batalla del mes pasado con el ejército de Llamas, las mazmorras de nuestra reina han estado repletas de prisioneros de guerra Alas Heladas. Solo nueve han sobrevivido. Después de dos victorias, aquí os traigo a... ¡Fjord de los Alas Heladas!

Fjord azotó el aire con su cola y la dirigió hacia Cieno.

—Y en la otra esquina, algo fuera de lo común... un Ala Lodosa, pero no uno de nuestros aliados. No, a este dragonet lo encontraron escondido bajo una de nuestras montañas, protegido por los Garras de la Paz. ¿Es uno de los dragonets del destino? ¡No lo será como pierda esta batalla!

Un murmullo de risas recorrió los asientos ocupados, pero vio expresiones de incomodidad y de preocupación en las caras de los dragones que tenía más cerca. Se fijó en un Ala Lodosa sentado en uno de los balcones cercados, con el ceño fruncido. «Intenta pararlo —le pidió en silencio, rezando para que pudiera entenderlo—. ¡Haz algo! ¡Soy uno de los vuestros!».

Pero el Ala Lodosa apartó la vista, como si no quisiera ver lo que iba a ocurrir y, sin embargo, no pudiera irse de allí.

El presentador siguió hablando.

—Si estos dragonets proféticos son tan maravillosos y legendarios como se supone que deben ser, esta será una pelea memorable. Espero que estés preparado para impresionarnos, dragón del lodo. Os presento a... ¡Cieno de los Alas Lodosas! ¡Garras alzadas! ¡Dientes listos! ¡Luchad!

Cieno parpadeó cuando el Ala Celeste salió volando de la arena. Nunca se habían referido a él como el «de los Alas Lodosas». Podría haber sido más emocionante si no hubiera estado rodeado por más de doscientos dragones, incluidos Alas Lodosas, listos para aplaudir su muerte inminente.

No se sentía nada maravilloso ni legendario mientras el Ala Helada se acercaba a él. A eso se reducía todo: matar o morir. Era el momento perfecto para averiguar si llevaba dentro un monstruo y si era del tipo que le resultaría útil o del que le haría odiarse para el resto de su vida.

Claro, que también podría ser ambas cosas.

Las escamas azul claro de Fjord eran del color del cielo reflejado en el hielo de los picos lejanos de las montañas. Tenía los ojos de un azul un poco más oscuro y estaban llenos de malicia. Tenía varios cuernos de más, como si llevara una corona de carámbanos sobre la cabeza. Lucía un arañazo de garras en el cuello, que ya había empezado a cicatrizar. Aún tenía sangre seca en las escamas de alrededor. Siseó, sacando su lengua azul entre sus dientes, afilados como carámbanos.

—Esto... hola —fue lo único que se le ocurrió a Cieno mientras se le acercaba el Ala Helada—. ¿Eres Fjord, verdad?

Fjord dejó de avanzar y lo miró, sacando sin cesar la lengua. Solo era una cabeza más alto que Cieno, pero parecía mucho más viejo y aterrador.

Alas de Fuego: La profeciaWhere stories live. Discover now