Prólogo: Abajo y Dentro de las Profundidades

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Su trasero plantado rígidamente en una silla de madera, privada de cualquier medio de escape o resistencia -indefensa- Kujou Sara tenía una sensación de presagio siniestro para el que ella no se había preparado.

La comandante de las tropas bien entrenadas, generosamente abastecidas y dedicadas de la Shogun Raiden había soñado con desembarcar en la isla Watatsumi después de haber aplastado a la Resistencia finalmente. En cambio, ella estaba ahí, sola, privada de la ayuda del Shogunato o de la comunicación con el cuartel general. Se sentó torpemente en la silla de madera, con los labios fruncidos y tensos mientras esperaba que la líder de la Resistencia la recibiera. Como guerrera y comandante que se enorgullecía de estar preparada para cualquier eventualidad, este presentimiento imprevisto era inquietante.

Ella tenía en mente un glorioso desfile en honor a la Gran Narukami, uno que conduciría hasta el impresionante Santuario Sangonomiya. Iba a ser una procesión de samuráis disciplinados marchando al unísono entre el rosa radiante de las conchas marinas que brotaban de la montaña central y las cascadas estrepitosas. Después de apoderarse del santuario interior de Orobashi, ella y la Shogun Raiden -no, Beelzebul, también conocida como Ei, la asesina de Orobashi- se paraban una al lado de la otra contemplando victoriosamente el panorama escénico de las marquesinas montañosas y sus maravillas místicas.

Su arco y abanico tengu fueron dejados sin miramiento a un lado en la esquina de su habitación desnuda con paredes de madera. Los soldados de la Resistencia que la escoltaron hasta allí le dieron unas palmaditas y le dijeron que se quedara quieta. Ella no había sido atada ni amordazada (todavía), pero por como estaba colocada su silla -en el centro de la habitación, sin otros muebles alrededor- esto se sintió muy parecido a un interrogatorio. Una tengu endurecida como ella no sintió miedo ante la posible tortura, pero momentáneamente consideró desatar su poder kami y demoler la cabaña con sus alas batientes si los soldados de la Resistencia intentaban algo demasiado divertido con ella.

Alejó ese pensamiento cuando la puerta se abrió y entró la gran estratega que había logrado mantener viva a la Resistencia frente al abrumador poder del Shogunato. Ella no era más sobrenatural en su delicada belleza acuática, su cabello del color de un arrecife de coral reluciente, su ropa tan prístina e insondable como las olas del océano y las profundidades acuosas. Tenía un elaborado y hermoso lazo en su torso. La gente decía que eran los ojos de Sara los que traicionaban sus raíces tengu, y para su desconcierto y fascinación simultaneas, no podía decir si los ojos de Sangonomiya Kokomi también delataban algún indicio de un origen sobrenatural. Se fijaron en la líder Tenryou, y la sonrisa de la líder rebelde fue a la vez cálida, pero ilegible.

De nuevo, inquietante.

"Hola, General Kujou de la Comisión Tenryou. Cumplió su palaba, vino sola y entregó sus armas a la primera solicitud. Gracias por cooperar con nosotros, a cambio, trataré con usted de buena fe". Kokomi sonaba mucho más joven que Sara, pero su confianza era al menos igual a la de ella. Los penetrantes ojos dorados de Sara miraron con calma a las etéreas y sobrenaturales pupilas de Kokomi.

"Creo que fue un trato justo. Yo como rehén a cambio de tu amigo Viajero". De hecho, en lo que respecta a Sara, la Todopoderosa Shogun estaba más interesada en el Viajero que Kokomi en Sara. Así que fue su lado el que disfrutó del mejor trato. Sí, pensó para sí misma. Para Su Excelencia, no había ningún sacrificio demasiado grande para hacer. Su cuerpo, su voluntad y sí, incluso su honor... su misma dignidad. Ella lo daría todo por la Shogun Raiden si se lo pidiera.

"Un intercambio justo", dijo Kokomi en voz baja, "Fue un intercambio que al principio me dio aprensión, pero que ahora veo como absolutamente valioso". Su volumen se había reducido a un mero susurro cuando Sara la miró con sorpresa. "Ahora te has presentado ante mí, reduciéndote voluntariamente a este estado de impotencia. Mientras tanto, tengo toda la fe de que el Viajero podrá influir en el corazón de Su Excelencia, sacudir su voluntad y convencerla de que ponga fin al Decreto de Captura de visiones". Su sonrisa permaneció impasible. "Creo que me has colocado más cerca de la victoria, Sara".

Pescando CumplidosWhere stories live. Discover now