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Cuando decidí salir del cuarto Adrián estaba de espaldas recargado en el barandal con el celular en la oreja. Se giró a mi dirección y movió su cabeza hacía el pasillo mientras seguía su plática.

—Adiós Irina, cuídate —colgó y caminó hacía mi —. ¿Estás libre mañana?

Miré de reojo su pasiva sonrisa— Si, ¿porque?

Miró al frente y yo también, nos dirigíamos hacía el dormitorio de nuevo— Tenemos una misión, esta vez no tiene espíritus.

Lo miré confundida frunciendo el ceño— Que raro, creí que sus misiones solo trataban de exorcizar.

—Encontrarte fue una de esas. No siempre exorcizamos.

—Tienes razón. ¿Cuánto tiempo llevas siendo uno?

Hubo un extraño silencio por un segundo, pero habló recordando— Mmm no estoy seguro, pero no llevo mucho tiempo aquí, creo que solo unos dos meses.

—Creí que llevabas más.

—Por eso me esfuerzo en mis misiones —me contestó mirando el suelo—. Oliver y Irina por lo que sé siempre han estado juntos, van a misiones desde los once. Pero juntos porque Irina es tan fuerte que empezó a los siete años, el mismo día en que empezó a verlos no temió porque su familia la preparó para eso— se inclinó un poco y hablo bajo, me fijé en sus largas y rizadas pestañas—. Entre nosotros... los Cannet dan miedo, son peligrosos así que ten cuidado.

Bajamos las escaleras y aunque quise que compartamos la chaqueta el me lo negó. Al llegar a la blanca puerta paramos y abrimos en silencio para no despertar a Oliver. Al parecer tiene un buen oído y escucha todo aún si está en otra habitación.

Así me despedí del chico e intenté dormir a pesar de las pesadillas que sabía que tendría. Estas no se habían ido desde hace tiempo. Es molesto, muy. No sé si recuerdan sus sueños, pero yo sí, a la perfección. Quizás por la fea sensación que te dejan. A todos nos ha pasado alguna vez.

Mientras intentaba dormir miré el techo e intenté pensar en un plan.

En las posibilidades.

En el futuro.

Lo que podía pasarme, lo que les podía pasar. Lo que tendría que saber, lo que no y que tengo que hacer.

Tengo que aprovechar cada segundo para hacer mi jugada contra ese puto espíritu.


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Mientras tanto esa misma noche ciertos chicos se divertían en un gran edificio. Uno lleno de luces y que las apagaba hasta que el lugar estuviera casi vacío. No me imagino el gasto de luz...

Continuando con estos interesantes sujetos.

Estos jugaban un divertido juego... al menos para ellos.

—¡Chusa! ¡Yo gano! ¡Yo gano! — un chico de risos gritó con emoción genuina, en verdad estaba disfrutando esto.

—Ya baja tu volumen enano...—habló irritado el de cabello azul—. ¡Y no ganaste! —lo apuntó con su dedo. El hombre de veintiséis años vestía un buen look. Usa lentes rectangulares y color negros con los vidrios color mostaza. Unas botas negras. Unos pantalones de lino negros con finas líneas blancas algo holgados. Una camiseta de oficinista blanca con un suéter café encima que tiene una calavera en color blanco además de una chaqueta negra.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora