Capítulo 10. Vida privada

16 1 0
                                    

POV LAUREN

Miércoles

En esos instantes, si alguien me preguntase cuál creo que es el sonido más molesto del mundo, no dudaría en responderle que el de la voz de nuestra profesora de matemáticas.

Era casi como el tener un pitido constante en los oídos que no te deja relajarte: agudo, talabrante y llegando a hacerte creer que te va a estallar la cabeza.

Y aunque ya habíamos tenido varias clases con ella a lo largo de la primera semana, esta vez se me estaban haciendo insufribles los últimos diez minutos que le quedaban de clase. Y, ciertamente, tenía mis razones.

Desde que había salido de casa de Vero la mañana del sábado, todo parecía haberse puesto de acuerdo para complicarse: el resto del fin de semana lo había pasado en casa, haciendo tareas y cuidando de mi madre ya que esos día se estaba sintiendo más débil de su enfermedad de corazón. Los médicos nos habían dicho que era algo normal que tendría que pasar durante unos días hasta que su cuerpo se adaptase a la nueva medicación, pero ella no podía evitar ponerse paranoica, y, gracias a ello, conseguía que a los demás se nos crispasen los nervios.

Así que mi fin de semana se había compuesto por conversaciones con su hipocondría, hacer casi todas las tareas de casa e intentar no quedarme atrás con los estudios.

Y encima, no sabía que narices me estaba pasando esta semana, pero me estaba costando dormir más de lo normal. Me pasaba la mayor parte de la noche despierta, sintiéndome cansada pero siendo incapaz de conciliar el sueño.

Anoche me había vuelto a pasar y esta vez el café no había sido suficiente remedio para compensar la falta de descanso.

Estaba muerta, me dolían las sienes y quería irme ya a casa.

Sin embargo, sabía que no podía irme en cuanto terminase la hora. Sabía que, cuando la profesora cerrase su discurso sobre probabilidad, aun me quedaría una hora a la que asistir

Porque hoy era Miércoles

Y yo tenía tutoría de música los Miércoles

No sabía que íbamos a dar hoy Cabello y yo, pero estaba impaciente por descubrirlo.

Quizá sería algo relacionado con las clases que habíamos dado esta semana, tanto la del lunes como la de esta mañana: Camila nos había hecho varios exámenes de solfeo para que empezásemos a tener un nivel más parejo entre todos, dándonos apuntes personalizados a cada uno y proponiendo unos ejercicios de ritmo y tempo muy dinámicos. Durante ellos, había participado toda la clase y, la verdad, además de aprender sobre música, había sido también una buena forma de hacer que los compañeros nos conociésemos más entre nosotros. En el juego, un metrónomo marcaba el ritmo que debía de seguirse y, con vasos de colores, se nos marcaba si debíamos hacer un sonido de negra, blanca, corchea o silencio usando unas claves de madera.

Camila había acabado por transformar aquellas clases en una competición, haciendo que todos los alumnos nos enfrentásemos a los demás para ver quién fallaba menos. Además, como premio, el alumno ganador se libraría de los deberes de la semana siguiente.

Toda la clase compitió con uñas y dientes, buscando el ganar pero de una forma sorprendentemente deportiva. No hubo enfrentamientos ni peleas, solo un puro concurso. Nos animábamos cada vez que nos tocaba, nos consolábamos y reíamos si alguien fallaba. Sin darnos cuenta acabamos creando un ambiente cálido y agradable donde pasar nuestra hora, sin nada más que compañerismo y simple diversión.

Sorprendentemente, yo llegué bastante lejos en la clasificación para ganar, encontrándome a mí misma entre los 4 primeros al final de la hora.

La calma que me dio la clase me ayudó a concentrarme del todo en el ejercicio, disfrutando de pasar las rondas y aumentar la dificultad, aunque eso implicase más posibilidades de perder. Sin embargo, la suerte sólo fue capaz de sonreírme hasta la semifinal, donde perdí casi al final de mi tiempo.

The Music Period (Camren)Where stories live. Discover now