banderas de culpa.

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Era siete de junio y solo Dios sabrá cómo diablos Takemichi Hanagaki había conseguido organizar una salida amistosa con Manjiro Sano, también conocido como el Invencible Mikey. Hacía calor y quizás los acontecimientos que sucedieron ayer podrían perderse en el tiempo, o no, pero quién podía saber aquello.

Era lunes, las clases habían finalizado y Takemichi, luego de sentirse completamente ignorado por Chifuyu en todo el horario escolar, de regresar a casa y de deshacerse del uniforme, había terminado por esperar a Mikey en una plaza que quedaba cerca de su residencia. Y, si era sincero, no se sentía del todo seguro, ya que tenía miedo de que Mikey no se dignara aparecer tal como habían acordado por mensaje — porque sí, intercambiaron números. —, dudaba del porcentaje de probabilidades que existían para que aquella salida terminase medianamente bien y le aterraba la idea, en cierta parte, de que no fuera capaz de saber cómo reaccionar en algunos momentos del día.

Es decir, estaba intentando revivir una relación que se había roto hacía meses por parte de Takemichi, y desde hacía un año por parte de Manjiro. ¿Acaso eso siquiera era posible? El hilo que antiguamente los mantuvo unidos, ahora se veía difuso, perdido y desvanecido en el tiempo, lejano ya para ambos. Aquel hilo que suplantaba a un camino arenoso en el abismo donde ambos se habían sumergido, uno por la miseria y otro por su complejo de héroe, había dejado de brillar, volviéndose invisible a ojos del Hanagaki, haciendo de su travesía un juego a ciegas del que temía no poder salir. 

¿De verdad era posible revertir aquella separación que por cada día que pasaba parecía hacerse cada vez más grande? Era como rebuscar en una basura de memorias, rebuscando entre fallos; tachados para no volver a verlos nunca más, fingiendo ser inútiles cuando en realidad, bajo aquella capa de mugre, se escondía un destello dorado desapercibido por muchos. 

¿De verdad sería capaz de volver a mantener aquella relación a flote? Se habían hundido, ambos se habían hundido en el barco de lo que había sido Touman, quedando como tesoros perdidos en el océano y en la historia misma. Siendo cubiertos por el moho submarino y por una fina capa roja y terciopelada del teatro, finalizando una obra junto a sus rosas y aplausos. Sin embargo, Takemichi seguía con aquel amargo sabor de boca que lo acechaba desde las profundidades del triángulo de las Bermudas, desde el cierre de telón que ahogó sus últimas frases como actor.

No. No había terminado. Su historia todavía no había terminado y aún quedaba por salvar al villano principal de la obra, porque él, Takemichi Hanagaki, no estaba dispuesto a que los focos se apagasen antes de tiempo.

Giró sobre su talón, ansioso, y determinado a dirigirse a la residencia de los Sano, dispuesto a sacar a la fuerza, si fuera necesario, al rubio ceniza. Sin embargo, una mirada de obsidiana detuvo todas sus ideas. 

Takemichi se había encontrado de frente con el invencible Mikey, al parecer, al contrario de lo que maquinaba su paranoica mente, este no se había retractado de sus palabras y había venido tal como prometió. No pudo evitar dejar salir un jadeo aliviado mientras se detenía e inspeccionaba con la mirada al Sano.

Al contrario que él, Mikey sí parecía tener un gran sentido de la moda, al igual que Senju e Inui; quizás aquello ya era un problema que solo Hanagaki tenía, quién sabe. 

Manjiro vestía una camisa blanca ancha, por encima un fina chaqueta de cuadros grises, negros y blancos, y unos pantalones jeans de rejilla azabache. Las botas que utilizaba eran las mismas que siempre portaba en Touman y en Kanto Manji, suponía que por comodidad. 

Takemichi, por su parte, vestía una camisa de botones manga corta blanca, con todos los botones abrochados menos los dos primeros, dejando a su cuello respirar. Sus pantalones eran unos jeans azules anchos que le llegaban a las rodillas. Sus calcetines eran altos y blancos, al igual que sus deportivas. Por otro lado, en su cara decoraban ciertas heridas y vendas que recordaban al día anterior. Takemichi hubiera preferido utilizar el maquillaje de su madre, ya que le había empezado a enseñar como utilizarlo, sin embargo esta no le dejó, explicándole que primero tenía que dejar sanar las heridas más profundas; no las podía cubrir con maquillaje todavía, terminaría haciendo más mal que bien.

Inexorable. | TakemikeyWhere stories live. Discover now