Capítulo 3. Polos opuestos

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Después de un rato de plática con los amigos de Charlotte, tocaron el timbre; era momento de regresar a clases.

—Tranquila, ya conociste lo peor —dice mientras caminamos por los pasillos del instituto.

—¿Disculpa? —fruncí el ceño.

—Que no te preocupes, no hay ningún maestro peor que Venable —se burla.

—No creo que sea tan mala como todos dicen... —admito.

–No te ofendas Francia, pero acabas de llegar —hace una mueca.

—Solo digo... —suspiro.

—No tardaras en darte cuenta. Pero en fin ¿Quién sigue en el horario? —pregunta mientras ve la hoja de papel doblada entre mis manos.

—Oh sí. Ammm... Erin Briggs ¿Sabes quien es? —paso mi vista del horario hacia ella.

—Por supuesto, es la maestra de artes —sonríe— después de una clase con Venable, la clase de Erin nos vendrá de maravilla, ella es un sol —me anima —. Anda, vamos.

—¿Con que un sol? —curioseo mientras caminamos.

—Ella es bellísima, en toda la extensión de la palabra —admite— dejando de lado que es guapísima, ella es muy amable y atenta, lo contrario a la de literatura. Son como polos opuestos.

—¿Mas linda que Venable? Imposible —susurro.

—¿Qué dijiste? —voltea hacia mí.

—Nada... —esta mala costumbre mía de pensar en voz alta.

—Oh mira ¡Es ella! —señala con la vista a una mujer alta, cabello marrón rojizo y que posee ondas sueltas. Lleva un vestido azul marino ceñido al cuerpo que termina por debajo de sus rodillas, además, unos stilettos. Cuando me doy cuenta voltea la vista hacia nosotras y sonríe.

Partiendo de ahí, si es el opuesto de Wilhemina.

Erin camina hacia nosotras y no tarda mucho en quedar llegar.

—Hey Charlotte ¿Cómo estás? Qué bueno verte —saluda.

—Hola maestra, bien, gracias por preocuparse ¿Y usted? —responde amablemente.

—Bien. Y dime ¿Quién es tu amiga? —sus ojos azules dan con los míos y me sonríe.

—Francia, Francia Johnson —me presento.

—Francia... —se deleita con el mientras lo pronuncia— que lindo nombre.

Definitivamente es su opuesto.

—Gracias —le devuelvo la sonrisa.

—Oye ¿podrías llevar mi bolso al salón? —pregunta a Charlotte.

—Por supuesto, no se preocupe —lo toma con delicadeza.

—Mil gracias —voltea la vista hacia mi— ¿Me ayudarías con unos materiales, Francia?

—Si claro —ella comienza a caminar- te veo después— me despido de Charlotte y me dispongo a seguir a Erin.

—¿De donde vienes, Francia? —cuestiona cuando estoy a la par de ella.

—Londres.

—Me encanta Londres, es divino —admite.

—Si, lo es —confirmo.

—Me encanta tu cabello —halaga mientras abre el cerrojo de su oficina.

—Ay, pues gracias —tomo un mechón de mi cabello y lo miro— es teñido — ¿por qué dije eso?

Suelta una carcajada sin pudor alguno y abre la puerta de la oficina para permitirme entrar.

—Pues te queda muy bien —entra después de mi y sonríe- en verdad.

—Gracias, de nuevo —ahogo una risa.

—Gracias a ti por aceptar ayudarme —sus tacones resuenan por la oficina mientras camina a un armario lleno de utensilios artísticos—. Toma, ayúdame con esto si eres tan amable -
—me extiende una caja de oleos pastel que al parecer no estaba bien cerrada, pues mi blusa blanca se llenó de colores —Demonios, lo lamento Francia —quita la caja de mis manos y la coloca sobre el escritorio.

—No se preocupe —comienzo a sacudir la blusa, pero solo logro mancharla más.

—A ver, déjame —comienza a sacudir mi remera con sus manos.

—No se preocupe maestra —trato de tranquilizarla al ver su preocupación.

—¿Cómo no? Estas toda manchada de oleos —suspira frustrada.

—No importa, en serio —ella se queda pensando unos segundos y camina hasta la silla de su escritorio.

—Toma, ponte esto —me extiende un saco casual.

—En serio, no hay problema.

—Anda, póntelo —insiste y lo tomo. Inmediatamente el perfume impregnado invade mis fosas nasales—no te preocupes, después me lo devuelves —me adivina el pensamiento.

—Bien, gracias —procedo a ponérmelo.

—Te queda bien —me analiza— anda, vamos —toma la caja de oleos junto con más material.

—Déjeme ayudarla —intento tomar la caja.

—No quiero ensuciarte más, Francia.

—Tendré cuidado —exhala resignada y me deja tomar la caja- gracias...

—A ti —salimos de la oficina y ella cierra detrás de nosotras—. Oye ¿Qué harás esta tarde? —indaga mientras caminamos al salón.

—Nada en concreto ¿Por qué? —respondo con la vista fija en la caja.

—¿Me dejas invitarte un café? Para compensar lo de tu blusa —se enoje de hombros mientras sonríe.

—No se moleste, no es necesario.

—Es lo menos que puedo hacer —continúa caminando mientras me ve de reojo— entonces ¿me dejas? —insiste.

—Bien, vamos por un café.

Sonríe satisfecha y de detiene delante de la puerta del aula.

—Paso por ti a las cinco ¿te parece? —observa la puerta del salón y luego voltea a mirarme de frente.

—A las cinco entonces —confirmo.

Casi lo teníamos todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora