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Franceska dejó caer sus cosas en el sofá, se recargó sobre la pared. La cadera le punzaba de pasar tantas horas sentada, y sin mencionar la migraña que amenazaba con hacerle explotar la cabeza, sus ojos estaban resecos y los párpados le pesaban. Cuando se decidía a dormir, el sueño no llegaba y la ansiedad le hacía dar un salto para alertar de cualquier cosa. Se quitó la chaqueta, paseaba por la sala con las manos en la cadera intentando controlar sus respiraciones descontroladas, mandó a todos los empleados a descansar, el silencio del lugar era nuevo, no terminaba de acostumbrarse a la soledad y la tristeza.

―Frau Franceska―miró de reojo a Greta que la esperaba con una cara de angustia―¿Se siente bien? ¿Cómo le fue en la comisaría?

―Mejor, gracias. Han cambiado de agente, espero que sea más ágil.

Greta asintió, se miraron por unos segundos, no necesitaba decirle nada para darse cuenta que estaba preocupada por ella. Greta era de las pocas personas de su confianza en ese lugar, la contrató ella misma cuando se mudó a ese lugar triste; Alaric y ella trabajaron mucho en la remodelación para volverlo un hogar y aunque era algo grande para su gusto, ahora parecía pequeño, cómodo y cálido.

―Llamó la señora Anthea para preguntar por usted, dijo que le llamaría más tarde y Giselle no fue a clases.

―¿No fue?

―Se sentía enferma. Le di un té y volvió a quedarse dormida, no se ha levantado desde entonces.

Se encontraba deprimida, evitaba ir a la escuela buscando cualquier pretexto para quedarse en cama, no la culpaba, si ella pudiera hacer lo mismo, entonces se postraría en su habitación con el cuerpo cubierto en cobijas y dormirá para no afrontar la realidad. Le permitía a Giselle esas cosas, no quería presionarla y someterla al cruel mundo ahora que su padre estaba siendo catalogado como un farsante infiel, los niños ricos eran crueles y ella lo sabía a la perfección

―La iré a ver, muchas gracias Greta.

Franceska subió las escaleras, se paseaba por todo el lugar buscando pistas que pudieran ayudarla y al mismo tiempo le asustaba arruinar la dichosa escena del crimen. El estudio de Alaric seguía cerrado, las ganas por entrar y encontrarlo en la silla de cuero angustiado por el papeleo era su fantasía de los últimos días. Ni siquiera podía permitirse una escena melancólica donde recargara su frente contra la puerta, tenía que ser muy cuidadosa y no entrometerse en el espacio que acogió por última vez su esposo. Pasó de largo para tocar la puerta blanca de su hija, llamó con pequeños golpecitos.

―¿Puedo pasar?―Escuchó el débil murmullo de Giselle.

Al abrir la puerta se encontró a su hija envuelta en las cobijas, solamente podía ver los dedos de sus pies asomando por debajo, sonrió. Se acercó a ella por detrás para tomar asiento a su lado.

―Te he dicho que no me gusta que subas a los conejos a la cama

Un pequeño peludo blanco dormitaba al lado de la chica con las orejas gachas, Giselle lo acariciaba con su dedo suavemente. Franceska se acurrucó a un lado, pasando sus brazos por encima de las cobijas para acercarse más a su hija. No le gustaba verla triste y aunque sabía que la relación de ellas era un poco distante a comparación con la de su padre, en esas últimas semanas habían creado un lazo de complicidad y confianza que no tocaron antes. La chica tocaba la puerta de su madre para poder dormir a su lado, la sensación de que ella también desapareciera era latente en ambas, no le molestaba, es más, le permitía pegar un ojo aunque sea un par de minutos teniéndola a su lado.

―¿Qué te dijo el agente Smellman?―Franceska soltó una pequeña risa ante el juego de palabras de su hija.

―Veo que has estado practicando tu inglés.

―En realidad lo dijo Lukas―Fran rodó los ojos divertida ante las bromas de su cuñado. A pesar de todo se mantenía al margen de la situación y más para no dejar caer a Giselle en la depresión cuando ella no estaba. Giselle se removió entre las cobijas y dejó ver su rostro― ¿Alguna novedad?

―El jefe de policía hizo caso de mi petición por cambiar al agente, ahora tenemos a un tal Erich Larson.

―¿Y qué opinas? – Fran alzó los hombros

―Parece buen sujeto, no tengo quejas de él hasta ahora, no me echó en cara que puedo ser una posible asesina.

―No digas eso―Giselle suspiró volviendo a acurrucarse en su escondite―No puedo creer que pasara tanto tiempo y aún no tengamos noticias.

Giselle evitaba encender el televisor, estaba de acuerdo con ella, solamente afectaba el estado de ánimo y les hacía pasar malos ratos.

―Bueno pero mejor respondeme algo ¿Por qué no fuiste a clases? No has ido en toda la semana alegando que te sientes mal...

―Me siento mal.

―Lo sé, pero es temporada de exámenes Giselle, no puedes atrasarte.

La pelirroja señaló la pila de libros en su mesita de noche delante de ella. Fran hizo una mueca un poco disgustada.

―Si creo que estudias, pero tienes que rendir los exámenes, no quiero que tengamos problemas también con la escuela.

―No es un ambiente bonito, odio caminar y escuchar los murmullos de la gente―Giselle se reincorporó en la cama, su cabello estaba enmañarado y aún portaba la pijama de color celeste―Odio escucharlos burlarse y decir que mi padre es un cobarde, un bueno para nada.

―En serio que te entiendo cariño―Franceska abrazó a su hija y la trajo contra su pecho, comenzó acariciar su cabello mientras sentía las lágrimas impotentes de Giselle―Pero no puedes quedarte aquí, tienes que seguir haciendo tus cosas, cuando tu padre regrese tendrás que explicarle porque...

―¿Regresará?―Giselle se apartó de ella bruscamente.―¿Cruzará la puerta y dirá "oh lo siento tuve un contratiempo, pero ya estoy devuelta, aquí están los millones"?

―¿En serio crees que él se llevó ese dinero?―Fran entrecerró los ojos. A Giselle le tembló el labio y negó.

―No, él no sería capaz de eso.

―Yo tampoco quiero creer eso, estoy pensando en situaciones donde habrá una buena razón pero lo único es que alguien...

―Lo secuestró ¿pero quien?

―Espero que pronto tengamos esas respuestas, mientras tanto ambas debemos de poner de nuestra parte para agilizar todo―Giselle entrecerró los ojos.―El agente Larson va a interrogarte, es parte del protocolo. No te pongas nerviosa, solo tienes que decir la verdad, nada más y nada menos.

―No sé si pueda hacerlo―Jugueteaba con las orejas de Ecco que comenzaba a removerse en su regazo―Mamá, la última vez que estuve en ese lugar casi me da algo.

―Iré contigo ¿De acuerdo? Si necesitas tiempo o lo que sea puedes pedirlo―Franceska tomó su mano entre las suyas para darles un suave beso – Hay que ser optimistas ¿De acuerdo?― Giselle asintió―Y eso implica tomar tus exámenes, después veremos.

―De acuerdo―murmuró poco convencida del trato. Franceska volvió a abrazarla y le depositó un beso en la coronilla de la cabeza―Pero también prometeme que vas a dormir, te ves muy cansada.

―Lo intentaré.

Giselle arqueó una ceja, el parecido en ambas era increíble. Franceska en varias ocasiones podía ver su reflejo de cuando era más joven en su hija; aunque su personalidad era similar a Alaric: noble, tierna, inteligente y callada. Físicamente ambas eran probablemente gotas de agua: cabello pelirrojo, narices puntiagudas, paliduchas y ojos un poco oscuros, además de las muecas repudiantes de su hija hacia los demás. Fran asintió y se dejó caer a un lado, podía descansar un par de minutos asegurándose de que Giselle estaba a salvo, hasta ahora no había señales de amenaza a la familia, pero sabía que no podía confiarse, no tenía idea de con quién estaba tratando o lo que se avecinaba, y mientras tanto haría lo que fuese para asegurar el bienestar de su familia y encontrar a Alaric.

Aunque eso implicara ir en contra de los deseos de Stellan Rousseau. 

A night in NurembergDonde viven las historias. Descúbrelo ahora