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Estaba justo fuera de la sede principal. Nervioso como nunca.
Temiendo por su vida, solo tocó la puerta, recibiendo como respuesta un 'pase'.
-O-oh...—en cuanto entró, se encontró con una mujer de cabello blanco y ojos lilas junto a dos pequeñas iguales a ella.-
Justo delante de ella, estaban los Pilares actuales, todos mirándolo con odio, exeptuando a Kantoji, Kocho y a Tomioka.
-Soy Amane Ubuyashaki, esposa de Kagaya—se presentó, haciendo una pequeña reverencia—así que tú eres el famoso ___________ del que todos han estado hablando últimamente.-
-¿Por qué esta escoria está aquí?—escupió con furia el Pilar del Viento, mirándolo como si fuera a asesinarlo, aunque fué callado por Gyomei.-
-Contrólate Shinazugawa.-
Tomó asiento frente a todos los presentes con algo de distancia, temblando aún más al enterarse que era la mismísima esposa de Oyakata-sama.
-E-eh..sí..-
-Necesitamos tu ayuda, Kagaya me contó que tienes contacto directo con Tamayo.-
-...¿La señorita Tamayo?-
-Por favor, ayúdanos. Desde la revelación de que Nezuko es resistente al Sol y el hecho de que eres hijo de aquel hombre, nos da algo de desventaja—le dió una galleta de arroz, comenzando a comerla—Queremos que nos ayuden, la batalla con Muzan está cada vez más cerca. Trabajarán junto a Shinobu Kocho.-
-...—lo pensó un poco. Mentiría si dijiera que la simple mención de la batalla le ponía los pelos de punta—está bien, haré lo que sea para ayudar lo más posible y vengar a los seres queridos de los demás.-
Hizo una reverencia aún sentado, su frente chocaría con el suelo de no ser porque sus dos manos estaban justo ahí.
-no le fallaré, Amane-san—se giró hacia los Pilares, inclinándose de nuevo hacia ellos—tampoco a ustedes..-
• • • • • • •
En cuanto llegó a su habitación en la finca mariposa, se llevó la sorpresa de ver a un cuervo en su escritorio, posiblemente esperándolo.
entendió con rapidez y comenzó a escribir una carta para Tamayo.
-Espero que acepte...—amarró el papel a la pata del cuervo.-
Abrió la ventana y lo dejó volar, viéndolo por unos minutos antes de que desaprecira entre el oscuro cielo.
Suspiró con pesadez para sentarse en el marco de la ventana, neciendo sus piernas y mirando la Luna que iluminaba casi todo su cuerpo con una curiosa luz roja.
