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Capítulo 3

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Francis tomó el pesado balde de agua y subió con él por la escalera bajo la atenta mirada de todos los sirvientes y hasta de lady Melanie y la señora Hargraves, quienes estaban llegando hasta allí cuando él se adelantó a subir

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Francis tomó el pesado balde de agua y subió con él por la escalera bajo la atenta mirada de todos los sirvientes y hasta de lady Melanie y la señora Hargraves, quienes estaban llegando hasta allí cuando él se adelantó a subir. Asintió con la cabeza hacia las dos y les sonrió.

Por el fugaz segundo en que atisbó a mirarlas, pudo observar cómo Melanie respondía frunciendo el entrecejo y retrocediendo. Bueno, ya tendría tiempo para estudiarla más tarde. Ahora iba a divertirse un poco y comenzar por hacer el trabajo que lo había llevado a ese lugar.

Dejó la cubeta en la puerta y contempló a Granville por un segundo antes de sonreír con burla. Suspiró y con todo el tiempo del mundo, sin molestarse en no hacer demasiado ruido puesto que creía que si a Gran no le despertaban sus propios ronquidos, nada más lo haría, levantó el balde, caminó hasta su lado en la cama y le arrojó todo el contenido directamente sobre su cabeza.

Pasaron un par de segundos y él recién comenzó a moverse, Fran lo esperaba, lo conocía muy bien desde niños, y por lo que veía, nunca había cambiado. Cualquier otro había saltado en el instante en que el líquido casi congelado descendiera por sobre su piel, pero él no.

Se apoyó sobre una de las columnas de la cama de dossier y aguardó.

Granville rezongó y dio vueltas hasta que terminó por sentarse en la cama, medio perdido mirando todo a su alrededor sin entender demasiado.

—¿No crees que es un poco tarde para que un caballero siga durmiendo? Incluso las damas se levantan antes que tú.

—Te dije que aún no me he acostumbrado a mi nueva posición. ¿Qué me has hecho? —Levantó las manos y miró la cama empapada—. Todo está mojado, Francis. Ya no puedo dormir aquí hasta que no se seque.

Francis solo respondió a lo primero y descartó lo demás. 

—Bueno es hora de que comiences a hacerlo, para eso estoy aquí. Y ayudarte es exactamente lo que estoy haciendo ahora —chasqueó los dedos y dio media vuelta—. Te espero en el establo en media hora, vamos a recorrer los alrededores.

—Tenemos toda la tarde.

El conde se giró un poco para verlo. 

—Tengo otros planes para la tarde, así que date prisa.

Francis festejó su victoria por el resto de la mañana. Había logrado su objetivo y esperaba tener la misma suerte por la tarde.  Eso era algo que le producía ansiedad y pasó la mayor parte del tiempo tratando de olvidarlo y prestar más atención a lo que estaba haciendo.

Para la hora del almuerzo, llegaron tarde y se lamentó no poder volver a encontrarse con la misteriosa dama. Francis sabía que con las mujeres había que ser pacientes y él era muy bueno en eso. Pero lo que no entendía era por qué se molestaba en averiguar más sobre ella.

Durante su recorrido con Granville habían visitado la parte de las tierras que estaban incluidas dentro de la dote de la joven. Eran vastas y productivas, cualquier hombre se casaría por mucho menos sin fijarse en las particularidades de la mujer que venía con tal tesoro. Además, lady Melanie era apetecible a la vista y parecía tener los modales adecuados. Sería un negocio perfecto.

Mía en silencio (TAMBIÉN EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora