03

6.1K 630 639
                                    

El sol del día siguiente se entrometió por el enorme ventanal de la habitación de Harry.

Todo seguía igual que la noche anterior; sus ropas desparramadas por cada esquina de las cuatro paredes de la habitación, el vaso de whisky a medio terminar, un desastre de hielos derretidos por el cuerpo de Harry, e incluso un par de colillas de cigarrillos ahogadas en los últimos sorbos de aquella bebida alcohólica que sólo tomaban los viejos -según Harry-.

La paz que él sentía en su cuerpo era imposible de poner en palabras. Ni siquiera encontraba ejemplos que le hicieran honor a tal sentimiento.

Quizás era como una noche de verano, sin mosquitos y en una playa, con el sonido de las olas romper contra la costa, sentado en la arena y con los pies mojados por la espuma de aquella masa de agua que los alcanzaba sin preguntar.

Y tal vez tenía un leve dolor de cabeza, y sentía el cuerpo contracturado y le ardían los labios. Percibía la garganta seca y los ojos pesados.

Pero no se preocupó en lo absoluto, pues se sentía en una nube.

Una de la que no quería bajar.

Y la música de la noche anterior era un rumor entre sus sueños, algo inexistente porque claramente todo estaba en silencio.

La casa entera había quedado en afonía pura.

Y se perdía entre sus sueños más oscuros y prohibidos, recreaciones de un inconsciente que no estaba arrepentido de haber pasado la noche con un hombre, pues le mostraba escenas cortas y rápidas, como si hubieran sido filmadas por sus ojos bajo esas luces flash que sólo dejaban ver de a poco, recortado, casi en cámara lenta.

Y eran alrededor de las doce del medio día, quizás llegando a la una, y Harry aún seguía sin aparecer.

Parecía chiste, pero hasta incluso Liam había cancelado su noche de placer por estar buscando a cierto rizado medio pelotudo que aún tenía la mala costumbre de no avisar cuando se iba de alguna fiesta.

La voz de Niall se escuchaba tras la puerta de la habitación de Harry, y era un murmullo apenas audible para un rizado que estaba en el quinto sueño.

Harry sentía unas pequeñas y cálidas manos aferradas a su cintura; una de ellas estaba posicionada de tal forma que su dedo pulgar le acariciaba suavemente el abdomen de arriba a abajo, deteniéndose en la parte baja, y se sentía tan bien después de todo, que no tenía ánimos para abrir los ojos.

Él realmente no podía explicar lo mucho que había necesitado eso todo ese tiempo, incluso una sonrisa involuntaria se deslizó por sus labios mientras ronroneaba y acomodaba su cabeza sobre el pecho de la persona que lo estaba abrazando con esas ganas que parecían dignas de un sueño.

Pero entonces, como si fuera un rayo, la conciencia le golpeó la cabeza.

Entonces abrió los ojos, sobresaltado porque pasó la noche con alguien más que no era su futura esposa y Niall estaba afuera.

Saltó de la cama como si fuera impulsado por un resorte y su rostro se transformó en una mueca de horror total cuando miró hacia abajo y descubrió su cuerpo desnudo, más aún cuando se encontró con las marcas en sus muslos y ni siquiera se atrevió a verse el pecho, porque aún tenía el recuerdo latente de los labios de aquel extraño besando su piel la noche anterior.

Estaba tan perdido horrorizándose y buscando buenas excusas en su cabeza, que ni cuenta se dio que el otro se había despertado y lo miraba como si jamás hubiese visto cosa más linda que Harry.

—Buen día.—el desconocido le susurró, con esa voz ronca que hacía que a Harry le temblaran las piernas y se le sacudiera el corazón en el pecho de una manera que no le dejaba tiempo para pensar en algo que no fueran sus ojos azules hinchados y su sonrisa cansada, en los destellos dorados de su cabello que se encontraba totalmente desordenado y en la infinidad de tatuajes que tenía desparramados en cada rincón de su dermis bronceada.

Lo mejor del amor. [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora