capitulo ocho

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Siempre antes de una terapia el sueño abandonaba mí cuerpo trayendo al insomnio, así que dormir unos treinta minutos era lo máximo que mí cuerpo me daba, el apetito se me iba y apenas pasaba un bocado por mí boca antes de querer vomitar.

Luego recibiría un sermón de Jenn para que luego esté todo el día detrás mío por miedo a que algo me pase por la falta de sueño y hambre.

—Las diez, Lyra, arriba. —escuche la voz de mí hermana a mí lado.

—No quiero ir. —dije aferrándome a las sábanas cual niña pequeña cuando no quería ir a la escuela.

—Pero debes, es por tu bien, ¿Si?, Por mí. —dijo Jennifer, no la veía pero podría jurar que puso carita para convencerme.

—Está bien. —susurre casi inaudible mientras me despojó de las sábanas.

—Date tu tiempo y no pienses mucho en el asunto eso lo hará peor. —dijo acariciando mí cabello dejando un beso en mí frente antes de darme mí tiempo para que esté lista.

Me levanté por completo de la cama y me quedé un rato sentada, el cuerpo me pesaba mucho, pero sabía que no podía hacer algún capricho, ahora tenía que hacer el papel de adulta y cumplir con las que son mis responsabilidades.

—Me quiero morir. —susurré en voz baja mientras me levantaba para ir al baño a ducharme.

Me desnude y entre a la regadera dejando caer el agua fría por mí cuerpo.

—Iremos en taxi, iré a pedir uno para las doce, tomate tu tiempo. —escuché hablar a Jenn desde la puerta.

No respondí, no tenía ganas de hablar, sentía que al decir cualquier mí voz podría quebrarse y el llanto llegaría sin poder evitarlo.

Un dolor en el pecho se instaló al pensar en revivir los recuerdos otra vez cuando tenga que hablar con la nueva terapeuta, sin poder controlarlo las lágrimas empezaron a salir de mis ojos, logré tapar a tiempo mí boca cuando un sollozo saldría de ella.

Me senté en el suelo abrazando mis piernas mientras el agua corría contra mí espalda, sentía que estaba descargando una parte de todo lo que reprimía todo el tiempo en mí.

Paré al escuchar la puerta de la habitación siendo abierta, me levanté y terminé de ducharme de forma rápida, me sequé y vestí rápidamente para salir del baño.

Jennifer subió la mirada al escuchar salir, su ceño se frunció ligeramente al verme, dejó su celular en la cama y me miró fijamente.

—¿Has llorado?. —pregunto viéndome con los ojos entrecerrados.

—No… el maldito shampoo se me cayó en el ojo. —me excuse luego de pensarlo un poco.

Sabía que no me creía pero asintió para luego darme una sonrisa.

—Vamos a desayunar algo antes de irnos. —se levantó para agarrarme la mano y salir de la residencia.

Golpeaba mí pie contra el suelo, mientras me tronaba los dedos, no me di cuenta que también mordía mis labios hasta que el sabor metálico se instaló en mí boca, no sabría explicar lo que sentía en ese momento

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Golpeaba mí pie contra el suelo, mientras me tronaba los dedos, no me di cuenta que también mordía mis labios hasta que el sabor metálico se instaló en mí boca, no sabría explicar lo que sentía en ese momento.

Las cálidas manos de Jenn se pusieron sobre las mías, dirigí mí vista hacia ella quien me regaló una sonrisa tranquilizadora.

—Respira hondo, estoy contigo. —susurro acariciando mí mano.

No me salían las palabras, por lo que solo me dediqué a concentrarme en la calidez de la mano de Jenna y su voz mientras me susurraba al oído que todo estaría bien.

—Señorita Lyra Brown, la licenciada Portland la espera en la sala. —dijo de manera suave la chica rubia frente nuestro.

Mire a Jenn con nervios, ella me dio una sonrisa antes de soltar mí mano y dejar irme—no sin antes decirme que estaría bien y ella me esperaría aquí— Di un respiro profundo antes de entrar a la sala.

—Puedes pasar Lyra. —dijo la señora castaña sentada en una de las sillas que se encontraban en la sala.

La analice bien mientras caminaba hacia el asiento frente a ella, parecía de alrededor de unos treinta y pico, no llegaba a los cuarenta, sus ojos avellanas me miraban atentamente como yo a ella, vestía formal aunque no tanto, parecía algo casual, su cabello castaño atado con una media cola de caballo solo tomando la mitad del pelo con las puntas más claras y en ondas.

—Bienvenida a nuestra primera sesión, soy la licenciada o terapeuta Elizabeth Portland, puedes decirme Eliza o como a ti más te guste. —se presentó formal cuando me senté frente a ella.

—Ya conoces mí nombre y supongo que todo de mí historial. —dije en voz baja, aunque estaba muerta de nervios no dejaría que lo viera.

—En realidad no he leído el informé, porque me gustaría que me cuentes por ti misma lo que desees y a tu tiempo. —sonrió de forma amable, cruzándose de piernas, mientras ponía sus manos en las rodillas.

—¿La terapeuta Ana no le dijo nada de mí?. —pregunté con desconfianza.

—Oh no, ella sí me habló de ti, te llamas Lyra Sol Brown, tienes dieciocho años, estudias la psicología, tu banda favorita es Green Day y 5sos, te gustan mucho los helados, te apasiona leer y tu color favorito es el negro, violeta y azul, ¿Me equivocó?. —enumero todas las cosas que más me gustaban y lo más básico de mí .

—No, excepto que no tengo una banda favorita, amo a todas por igual, solo que escucho más música de esas bandas. —corregí una de las cosas que dijo.

—Okey, anotaré eso, ¿Qué tal si empezamos con algo suave?, Háblame de Jennifer. —dijo recomponiendo su papel de licenciada.

—¿Qué quiere que le diga?. —pregunte sin saber que decir sobre Jenn.

—¿Cómo es tu relación con ella?. —pregunto anotando algo en su libreta.

—Es muy buena, siempre ha estado para mí y desde que pasó… eso, no me ha dejado sola en ningún momento. —respondí moviéndome incómoda sobre el sillón

Luego de una sesión algo extensa salí de la habitación—no sin antes despedirme de la licenciada—y caminé hacia Jenn quien hablaba por el celular, me acerque de forma sigilosa por curiosidad

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Luego de una sesión algo extensa salí de la habitación—no sin antes despedirme de la licenciada—y caminé hacia Jenn quien hablaba por el celular, me acerque de forma sigilosa por curiosidad.

—Ella está bien… si ha estado comiendo y tomando sus medicamentos… No, no estaré vigilando todo el tiempo lo que hace, confío en ella… tengo que colgar, chau mamá. —suspiro con cansancio mientras guardaba el celular.

—¿De verdad confías en mí?. —pregunte asustándola.

—¡Lyra!, por dios. —dijo con exageración llevando una mano a su pecho.

—¿Era verdad lo que dijiste?. —volví a preguntar.

—Claro que lo hago, siempre confiaré en ti. —sonrió poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Yo… confío en ti. —sonreí a medias.

—Vamos por unas malteadas. —me abrazó por los hombros para empezar a caminar.

𝐏𝐈𝐒𝐓𝐀𝐍𝐓𝐇𝐑𝐎𝐏𝐇𝐎𝐁𝐈𝐀 ; 𝐉𝐚𝐜𝐤 𝐑𝐨𝐬𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora