Prólogo

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Créditos al autor: Namikaze_Minato

Cuando la guerra de las bestias traiga el fin del mundo,
la Diosa descenderá del cielo.
Con sus alas de luz y oscuridad extendidas,
nos guiara hacia la dicha y su Don será eterno
.


Por una sucia y gris calle de un pequeño pueblo caminaba con paso firme y seguro un joven de no más de veinte años. Llevaba unas botas negras bastante grandes y gruesas, luego unos pantalones también negros. Por encima tenía una chaqueta negra de cuello alto. Solo que esta era de manga corta y bajaba hacia las piernas como una capa.

También tenía unos guantes negros cubriendo sus manos así que en resumen las únicas partes visibles de su cuerpo eran los antebrazos y su rostro. Un rostro adornado por dos ojos azules y una cabellera rubia algo alborotada. Tenía exactamente 21 años y era bastante atractivo.

Atada con correas tenía a su espalda una ancha y larga espada que hacía que se ganase la mirada de todos los hombres. Las mujeres lo miraban por otro motivo más evidente y primario.

Llevase su vista a donde la llevase solo podía ver la clara decadencia en la que estaba sumida el país. Aquel pueblo estaba al lado de la costa y como era lo más habitual trataba de mantenerse con la pesca.

Sin embargo todo el mar ya estaba contaminado por completo por tantas fábricas militares y por tantas batallas en alta mar que lo habían llenado todo de combustible y todo tipo de productos químicos que hacía que capturar un pez fuese de lo más difícil. Y que comérselo luego fuese un deporte de riesgo.

Aquel pueblo también trataba de subsistir gracias a la minería. Sin embargo todas las minas fueron confiscadas por el ejército cuando la guerra empezó hace ya más de diez años. Así que con las minas expoliadas para fines militares y los mares contaminados era muy sencillo imaginarse la vida en el pueblo.

Rondando el 90% de la población desempleada el crimen estaba a la orden del día. Casas ocupadas, ningún alquiler pagado. El crimen estaba a la orden del día robar y asesinar para comer ya no era nada extraño. Y todo esto trajo una ola de decadencia y ya casi que reinaba la ley del más fuerte. Violar para satisfacer las necesidades físicas se había convertido en algo normal también.

Los únicos que más o menos podían tirar para adelante eran los dueños de los pocos bares. Sin embargo tener que pagar la seguridad a las bandas callejeras para poder mantenerse les dejaba poco beneficio. Y el riesgo de que un día algún idiota te destrozase la tienda y matase a algún cliente o al propio dueño era demasiado alto.

Pero todos hacían lo que podían para tratar de subsistir en aquella ciudad. ¿Por qué no se iban a otra ciudad? Pues porque todos los pueblos y ciudades del país estaban en las mismas condiciones. La guerra solaba aquellas tierras desde hacía ya 10 años y la pobreza extrema y la violencia era el pan de cada día en aquel país. No, en todo el mundo.

Alistarse en el ejército era una opción viable sin embargo miles de soldados eran enviados cada día a la muerte en misiones suicidas planeadas por opulentos generales en sus asientos de cuero. Muchos soñaban con poder ganarse la vida en la capital. Lo que no sabían es que la capital era incluso peor.

Había un barrio donde Vivian los directivos de las empresas y los altos mandos del ejército con su familia. El único lugar de prosperidad en todo el país. Sin embargo para la clase baja era imposible llegar a allí.

Después ese barrio estaba rodeado por la más absoluta miseria. Lo mejor de todo es que eran trabajadores que se pasaban 12 horas al día en fábricas y oficinas para poder llevar un mendrugo de pan a la mesa de su familia. La clase media ya no existía en el país.

Estaba la clase baja viviendo en la capital. Y la clase muy baja en los demás pueblos y ciudades. Sin embargo muchos dudaban si trabajar 12 horas al día valía la pena para poder tener algo más que comer. Aunque obviamente los que lo hacían era por cargas familiares.

Los pequeños granjeros estuvieron bien más tiempo sin embargo entre los militares robando las cosechas para poder comer y los delincuentes que ya no tenían freno acabó por ser igual de desagradable. Parecía que no había ninguna buena opción. Parecía que ya no había luz al final del camino.

Y la vista que tenía nuestro protagonista del pueblo era sin duda lo que se podía esperar del mundo. Mirando a la izquierda podía ver dos niños pidiendo comida a un hombre que no tenía ni para él.

Mirando a la derecha pudo ver en un callejo como un hombre violaba a una chica que no llegaría ni a la mayoría de edad. Ah, luego los niños que pedían acabaron por apuñalar a aquel hombre para robarle la cartera y los zapatos y dejarlo desangrando en el suelo.

Negó con la cabeza ante tal espectáculo y por fin llego a su destino. Un decadente antro donde poder tomarse alguna copa. Aunque el interior parecía demasiado peligroso no se amedrentó ni un segundo.

Había un hombre en una mesa que parecía muerto por intoxicación etílica. A nadie le importaba. Otros dos se estaban peleando bastante seriamente y todos parecían divertidos.

Las pocas mujeres que se atrevían a adentrar allí parecían prostitutas que aspiraban a poder encontrar alguna copa gratis, algo de comer y una cama en la que poder pasar la noche después de soportar a algún asqueroso encima durante diez patéticos minutos.

Aunque sin duda las pocas que había se fijaron rápidamente en el apuesto chico que había entrado en aquel lugar. Era el chico más joven del lugar y sin duda el más guapo. Y el único que parecía haberse duchado en la última semana.

Siguió caminando ante la atenta miradas de todos. Ganándose el amor y el odio de unos cuantos. Se sentó en la barra del local haciendo que la joven mujer que allí estaba le atendiese. Tendría unos 17 años y el miedo la delataba. Tenía el pelo corto y marrón. Los ojos del color de su pelo también. Era realmente guapa.

- ¿Qué va a tomar? - Preguntó tímidamente la chica mirando al forastero.
- Whisky. Saca una botella. - Dijo el chico mirándola rápidamente.
- El dinero... por adelantado señor. Son... 100 Ryus. - Dijo ella mirando hacia un lado.

El joven comprendió que más de uno se marchaba sin pagar. Quizás por una sola copa no le habrían cobrado por adelantado pero toda la botella ya era otro asunto. Llevó su mano a una de las bolsas de su cinturón y saco un pequeño fajo de billetes. Tras seleccionar cuatro de ellos se los entregó a la chica.

Cuando extendió la mano, la chica lo cogió. Sin embargo cuando su delicada piel tocaron los ásperos guantes del joven se sonrojo profundamente y lo miro a los ojos notando como el los fijaba en ella severamente. Luego se recompuso, sin duda había sido raro ver a un chico así, tan diferente a los demás.

- Aquí hay 150. - Dijo ella mirándolo.
- Trae también algo de comer. - Respondió el joven mirándola a los ojos.
- Enseguida señor. - Dijo la joven sonriendo por primera vez en todo el rato.

La joven se adentró en la cocina a pedirle a su madre que preparase algo para cenar. Después fue a la despensa donde cogió la botella encargada por el rubio. Tras coger un vaso y limpiarlo personalmente para variar volvió a la barra.

Sin embargo se asustó un poco cuando al volver vio que aquel joven que la había encandilado estaba rodeado por dos sujetos con malas pintas. Sin embargo ella no estaba en situación de defender a nadie así que se quedó callada como le aconsejo su padre cuando empezó a trabajar en el negocio familiar.

- Forastero. Tienes que pagar el peaje por estar en nuestro pueblo. - Dijo uno de ellos poniendo su mano en el hombro del chico.
- Son 50 Ryus por estar aquí en nuestro territorio. - Dijo el otro acercándose al chico de los profundos ojos azules.
- ¿Y si me niego? - Preguntó con una voz muy seria y con los ojos cerrados.
- Entonces tienes un problema. - Dijo uno de ellos metiendo su mano en el bolsillo.

El chico giró su cabeza con velocidad y abriendo los ojos mirando fijamente a uno de ellos. En aquel momento sus pupilas se habían vuelto rojas y emanaba una extraña aura invisible que amedrentó a aquellos dos hombres.

- ¿Qué problema? - Preguntó serio.
- Ninguno... da... igual. - Dijo el otro alejándose de él y siendo imitado por su compañero.

El chico cerró los ojos y devolvió su vista hacia la chica. Cuando los abrió eran de nuevo azules. La joven dejó la botella y el vaso en la barra.

- Gracias. - Dijo el rubio dedicándole una sonrisa.
- De nada. - Dijo ella sonrojada mirándolo sonriendo también.

Cogió el vaso y la botella y ser sirvió la primera copa del a noche. Tras probarla pudo ver que la chica le había una de las mejores botellas que tenían guardada.

- ¿Cómo te llamas? - Preguntó el rubio sorprendiendo a la bella joven.
- Me... lla... me llamo Satsuki señor. - Dijo ella sonrojada y tartamudeando. - ¿Y usted? - Preguntó sonrojada mirando hacia un lado.
- No me llames señor ni me trates de usted por favor. Me llamo Naruto... así que simplemente llamase así. - Dijo el chico sonriendo y tendiendo su mano.
- Encantada... Naruto. - Dijo ella cogiendo su mano algo sonrojada pero feliz.

A los pocos minutos apareció una mujer de unos treinta años. Su rostro se veía muy cansado como si le pesase toda la vida en los hombros. En sus manos llevaba una bandeja con un plato de comida que probablemente llevase el nombre de Naruto.

Se lo dio a su hija y esta se lo colocó a Naruto al lado de su botella. Él se lo agradeció y comenzó a comer después de un largo día de viaje que había tenido que soportar. Sin embargo en aquel momento entraron cuatro hombres con algunas espadas y hachas haciendo bastante ruido. Alardeaban de haber matado a alguna persona hoy y que ahora les apetecía divertirse. Naruto los ignoró y siguió comiendo.

Pasaron unos cuantos minutos hasta que un grito femenino hizo que se diese la vuelta. Satsuki había ido a llevar unas copas a una mesa pero al dejarlas había sido abordada por un enorme hombre que la había rodeado con su musculoso brazo mientras sujetaba su trasero.

- Suélteme señor... por... por favor. - Dijo ella con una lágrima asomando por su rostro.

Un hombre salió rápidamente de detrás de la barra. Era el padre de Satsuki que veía a su hija siendo acosada por uno de sus peores clientes.

- Señor por favor suelte a mi hija. - Dijo el hombre tratando de calmarle.
- Vamos si no le hare nada malo... solo... nos vamos a divertir. - Dijo después llevando una mano al pecho de la joven.
- Por favor... - Suplico ella asustada.
- ¡Suéltala! - Gritó su padre tratando de agarrar el brazo del hombre.

Sin embargo con la mano libre le dio un fuerte golpe en la cabeza abriendo una brecha en su frente y tirándolo al suelo. Naruto negó con la cabeza y se terminó su trago. Después se levantó y tras darse media vuelta se acercó hacia aquella mesa.

- ¿y tú qué quieres? - Preguntó divertido aquel hombre.
- 400 Ryus... y te quito tus problemas. - Dijo mirando al padre de Satsuki.
- ¿Cómo? - Preguntó hombre tapándose su herida de la frente.
- Dame 400 Ryus... y te quitare tus problemas. - Dijo señalando al hombre que iba a violar a su hija.
- ¡Eres un mercenario! - Dijo sorprendido el dueño del bar.
- ¿Hay trato? - Preguntó Naruto mirándolo.

Nada más llegar esos hombres ya habían roto algunas cosas. Además eran bastante habituales por el lugar y las broncas que armaban de manera diaria molestaban mucho a la pobre familia que luchaba por salir adelante. Y ahora además estaban a punto de violar a su única hija.

- Hecho. - Dijo el hombre mirando a Naruto.

Naruto esbozó una pequeña sonrisa y comenzó a caminar hacia el hombre que estaba metiendo mano a Satsuki. Le dio una pequeña advertencia de que se quedase quieto pero el rubio la ignoró.

Levantó su mano poco a poco y el hombre fue a levantarse para darle un puñetazo. Este fue detenido por la mano desnuda de Naruto. Después con su otra mano agarró su cabeza y con fuerza la estampó contra el suelo haciendo un pequeño agujero y dejándolo fuera de combate.

Al verse liberada Satsuki corrió tras su padre y los otros tres hombres se levantaron sacando sus armas de sus vainas. Naruto solo los miro sonriendo confiado en sus habilidades.

Uno de ellos fue a darle un espadazo vertical pero lo esquivó dando un paso hacia el lado. Rápidamente le cogió del brazo y con un suave movimiento le desencajo el hombro para después darle un rodillazo en la cara rompiendo su nariz.

El segundo hombre empezó a lanzar estocadas por todos lados pero Naruto las evitaba con mucha facilidad. Cuando vio una brecha en su ataque le dio un puñetazo en el pecho haciendo que escupiese sangre y después lo agarró por el brazo haciéndole una proyección con la que lo lanzó fuera del local por la puerta.

El otro hombre lo miraba temblando con la espada en la mano. Todos estaban en silencio sorprendidos por la fuerza de aquel joven.

- ¿Ni usaras tu gran espada? - Preguntó el hombre temblando.
- ¿Esta? - Preguntó Naruto cogiendo el mango. - No... solo la usó con oponentes que valgan la pena. - Dijo después llevando su mano a una espada del suelo.

A gran velocidad Naruto apareció detrás de aquel hombre y su espada se cortó en dos igual que un profundo corte en su pecho que mancho de sangre la madera que hacía de suelo en aquel bar. Luego lanzó la espada por la puerta para no ensuciar o romper más cosas.

Entre el dueño del bar y unos clientes más llevaron los cuerpos inconscientes de los cuatro hombres fuera de aquel lugar. Sin embargo al hacerlo comprobaron que aquellos cuatro estaban muertos. El del espadazo todavía era normal pero eso significaba que había matado a los otros tres a golpes. Con pocos golpes mejor dicho. Sin embargo era lo mejor porque si los dejaba vivos volverían a buscar venganza y eso habría sido contraproducente.

Naruto volvió a la barra y siguió comiendo como si no hubiese pasado nada. Todo el mundo se quedó en silencio y por una noche no habría más broncas allí. Satsuki se acercó por detrás de Naruto y tiró de su chaqueta.

- Gracias... Naruto... - Dijo la chica sonrojada pero aun con restos de miedo.

Naruto sonrió y paso una mano por la espalda de Satsuki acercándose hacia ella y colocando su rostro junto a la oreja de la chica.

- No se lo digas a tu padre pero te habría ayudado igual aunque no me pagase. - Dijo Naruto haciendo que la chica sonriese.
- Gracias. - Dijo ella sonriendo y volviendo al trabajo.

La noche terminó con bastante tranquilidad realmente. Él era un Mercenario y quizás eran los que mejor se ganaban la vida en este mundo. Esto era la ley del más fuerte. Pero a veces los más fuertes vendían su fuerza a los débiles por unos cuantos billetes.

Bueno, era lo mejor que podías hacer si eras lo suficientemente bueno como para sobrevivir en esas condiciones. Y a Naruto eso se le daba realmente bien ya que podía ganarse bien la vida de pueblo en pueblo.

Ya casi todo el mundo se había marchado y solo quedaba Naruto en el interior donde el dueño del bar le estaba pagando los 400 Ryus.

- ¿Tenéis alguna habitación para pasar la noche? - Preguntó Naruto mirando al hombre. - Solo serán un par de noches. - Dijo después.
- Sí. Son 50 Ryus la noche. - Dijo el hombre volviendo tras la barra.
- Toma. - Dijo dándole 50. - Lo de esta noche. - Dijo Naruto.
- Satsuki por favor... ¿Le acompañas a su habitación? - Preguntó el padre mientras barría el suelo.
- Claro papa. - Dijo la chica mirando a Naruto. - Sígueme. - Dijo ella después mirándolo.

La joven miró a Naruto sonriendo y el chico se limitó a seguirla. Ella subió por unas escaleras que había después de la cocina y que llevaban al piso de arriba. Era una habitación de invitados normal y corriente pero si el cliente parecía de fiar era una tontería renunciar a un dinero extra.

- Si necesitas algo estoy en la habitación de al lado. - Dijo la chica mirándole desde la puerta.
- Gracias Satsuki. - Dijo el chico poniéndose cómodo.
- De nada... y gracias de nuevo... por lo de antes Naruto. - Dijo ella sonrojada mirándole.
- No tienes que darlas. - Contestó después el rubio tumbándose en la cama mirando el techo.

La chica se mordió el labio inferior y se marchó de la habitación cerrando la puerta. Naruto dejo su exageradamente grande espada en el suelo y se quedó mirando el techo un rato. Cuando pasaron los minutos se levantó y se sentó en una silla sacando un fajo de billetes y colocándolos encima de la mesa.

Empezó a contarlos. Era todo el dinero que tenía ahorrado y que había ganado haciendo el trabajo sucio de los demás. Matar a otros mercenarios, acabar con secuestradores o venganza por violadores o todo tipo de crímenes. Bueno todo se podía limitar a matar y poco más. Aunque Naruto se había auto-impuesto una norma y era que jamás aceptaría un trabajo en contra de alguien que no mereciese morir.

Donde más dinero sacaba era en los pueblos donde mataba a grandes bandas organizadas que oprimían a todo el pueblo. Aunque no había habido suerte en este pueblo si había podido sacar algo.

- "7.350 Ryus... supongo que no está mal. Con esto ya tendré para poder vivir unos cuantos meses sin trabajar." - Pensó guardándolo en unos de los bolsillos de nuevo.

Se quitó la chaqueta y la dejó en la silla quedándose en camiseta corta. También se quitó las botas liberando por fin sus pies que necesitaban un descanso. Apagó la luz y se tumbó dispuesto a dormir un rato.

Ya había pasado casi una hora en la que había logrado dormir un poco. Sin embargo escuchó un ruido que venía de la puerta y se alarmó lo suficiente como para despertar y coger el mango de su espada levantándola del suelo.

Sin embargo relajó todos sus músculos cuando vio a quien había entrado en su habitación. Era la joven Satsuki, la hija del dueño, que lo miraba desde la puerta. Sin pedir permiso la chica entró en el cuarto cerrando la puerta. Naruto volvió a dejar la espada en el suelo.

La chica se agarró el brazo izquierdo con su mano derecha mientras se mordía el labio y poco a poco se acercó a Naruto que se la quedo mirado sentado en la cama. Cuando llegó al lado de Naruto se sentó encima de él colocando sus rodillas en la cama dejando a Naruto entre sus piernas. El rubio la miraba a los ojos directamente sin dejar de hacerlo con las manos aun apoyadas en el colchón.

Satsuki fue a poner sus manos sobre el pecho de Naruto. Pero estas fueron rápidamente interceptadas por las del rubio que la miro ahora con más dedicación.

- Satsuki... - Susurró Naruto mirándola. - Yo no puedo ofrecerte mi amor. No puedo ofrecerte huir de este lugar conmigo. Solo puedo... ofrecerte una buena noche con mi compañía. - Dijo con voz seductora que sonrojó a la chica. - Quiero ser sincero porque no me gusta engañar a las chicas con las que me acuesto. - Dijo después cogiendo sus antebrazos con delicadeza.
- Soy una chica inteligente Naruto. No espero que te enamores de mí. Ni yo estoy enamorada de ti. Pero por primera he sentido una buena oportunidad para hacer esto por primera vez. ¿Qué puedo hacer? ¿Esperar al chico perfecto? Eso es estúpido... los chicos buenos ya están todos muertos. Y los chicos que valen la pena ya se han marchado de esta ratonera. Lo único que puedo hacer es esperar a que algún asqueroso borracho me viole o acabe convertida en la prostituta de alguna banda. Entonces... ¿Por qué rechazar lo que me parece sin duda una buena oportunidad? - Dijo la chica sorprendiendo a Naruto por su madurez ya que el la veía más como una niña.

La verdad es que en este mundo el sexo era una de las mejores opciones para pasar el rato y entretenerse. No había deportes ni dinero para gastar en ocio. Ni si quiera los niños ya tenían energías para divertirse jugar.

Así que entonces. ¿Por qué rechazar una buena oportunidad? Era sin duda una mentalidad bastante aceptable y acertada por parte de la chica. Y sin duda también era así para Naruto. Aunque a diferencia de muchos otros hombres de aquellos lugares nunca usó la fuerza o el dinero para conseguirlo. No le hacía falta pero tampoco lo habría hecho. Por eso le gustaba ser siempre sincero.

Naruto la cogió con fuerza por la espalda y la levanto para después tumbarla en la cama. Se quitó los guantes para poder acariciarla con sus propias manos y después tocó su suave rostro con sus manos. Los ojos color café de la chica lo miraban con expectación y sonrojo.

Algo sorprendió a Satsuki de aquel rudo y fuerte mercenario era la suavidad con la que la estaba tratando en esos momentos. Sin embargo eso era algo que le gustaba bastante. Naruto la miro a los ojos y después le sonrió.

- No puedo ofrecerte mi amor... pero si te puedo ofrecer el trato que mereces. El de una mujer que debe ser tratada con respeto y con delicadeza. - Dijo Naruto besando su cuello. - Porque es tu primera vez... mes esforzare al máximo para que nunca olvides esta noche. - Le susurró dulcemente al oído.

Después de decir esto Naruto no volvió a hablar simplemente se limitó a hacer lo que le había prometido. Y sin duda fue una gran noche para ambos. Cuando todo terminó la chica se despidió de el bastante satisfecha y contenta y se fue a su habitación con la excusa de que no quería que su padre se enterase.

Después del que sin duda había sido un día agotador el rubio se marchó a dormir plácidamente en una cama cómoda para variar.

Pero después de la noche viene el día y tocaba despertar de nuevo. Naruto bajó a desayunar a la barra del lugar. Allí se dedicó una mirada de complicidad con Satsuki. Sin embargo mantuvieron el silencio y el rubio tomó una leche caliente con una tostada de pan.

Justo en ese momento se abrió la puerta del local. Naruto no lo vio por qué estaba de espaldas pero había entrado un hombre bastante corpulento con una coraza de metal grisácea, unas hombreras y unas rodilleras del mismo material. Después tenía un pantalón negro.

Tenía bastante barba y parecía tener unos 30 años. Llevaba una Katana atada a su cintura y dio unos cuantos pasos en el local.

- Aun no hemos abierto señor. - Dijo Satsuki mirándole.

Aquellas palabras de la chica hicieron que el padre saliese de la cocina para ver a su visitante. Aunque pareció bastante asustado al verle. Naruto notó esta reacción así que instintivamente se dio la vuelta mirando por primera vez al hombre.

- ¿Quién es? - Preguntó Naruto mirando al tendero.
- Es... es... Zato... el... líder de la banda de los lobos negros. - Contesto el dueño de la posada asustado.
- ¿Y qué quieres? - Preguntó Naruto vacilante.
- Has matado a cuatro de mis hombres. Y tengo entendido que además fuiste contratado por el dueño de este lugar. Vengo a mataros a todos como penitencia. - Dijo el hombre con una voz bastante grave y seria.

Naruto esbozo una pequeña sonrisa. Sin duda había sido su día de suerte. Se levantó del taburete mirándolo desafiante.

- Sabía que no había sido buena idea. - Dijo el dueño del bar arrepintiéndose por lo hecho ayer.
- No te preocupes viejo. Lo echaré gratis de tu bar. - Dijo Naruto dando un paso hacia delante.

El hombre sacó su Katana de la vaina y la apuntó hacia Naruto que se quedó quieto mirándolo. Eso irritó un poco al líder de la banda.

- A pesar de todo soy un hombre de honor. Desenvaina tu espada. - Dijo con su misma voz seria.
- Esta espada... solo la sacó de su funda cuando mi oponente merece el honor de ser derrotado con ella. - Dijo Naruto haciendo enfadar al hombre. - Solo con mirar a un hombre a los ojos puede conocer su fuerza... y te aseguro que tú no eres un rival digno. - Dijo haciéndolo enfadar notablemente.

Naruto cerró los ojos con una sonrisa en su rostro. El hombre comenzó a correr hacia el a gran velocidad. Naruto media 1.82 pero aquel hombre llegaba casi a los dos metros. Alzó la espada preparando un golpe vertical.

Sin embargo Naruto abrió los ojos y se movió a una velocidad tan enorme que pudo golpear con contundencia el estómago de su rival antes de que este bajase diez centímetros su espada. Y aunque tenía una armadura de hierro esta se abolló hiriendo a Zato. Con la otra mano cogió su antebrazo y lo retorció hasta hacerle soltar la espada.

Después le golpeo con fuerza su rostro para aturdirlo. Con la Katana en la mano derecha y agarrando al hombre por el pelo lo arrastró hasta fuera del local. Allí había más de veinte hombres que lo miraban algo asustados. Eran los miembros de la banda del lobo.

Satsuki y sus padres salieron rápidamente a ver a Naruto. Allí también había muchos más curiosos que no se podían creer que Zato hubiese sido derrotado. Naruto lo dejo caer al suelo y señalo con la Katana a los veinte hombres.

- ¡Por 2.500 Ryus mataré a este hombre y a toda su banda! Podéis pagarlo entre todo el pueblo. Y adiós a vuestros problemas por una temporada. - Dijo Naruto mirando a todos los habitantes de aquel costero lugar.

Durante unos segundos todos se quedaron en silencio como si estuviesen meditando aquella oferta. La verdad estaban ya cansados de la soberbia de todos esos hombres y de tener que aguantar que hiciesen todo lo que querían.

- ¿¡Hay trato!? - Preguntó Naruto viendo que no se decidían.

Primero se escuchó la voz de una mujer gritando que sí. Otros más se sumaron pidiendo que acabase con ellos. Sin duda el pueblo había aceptado. Era el día de suerte de Naruto.

- Ya lo habéis oído. - Dijo Naruto mirando a los veinte.

Levantó la Katana y la clavó en el pecho de Zato que estaba en el suelo jadeando de dolor. Su vida expiró rápidamente al destrozar su corazón con gran habilidad. Y a pesar de estar protegido por el metal la Katana se abrió paso fácilmente al ser empuñada por Naruto.

La desclavo y dirigió su mirada hacia los veinte hombres. Cuatro de ellos salieron corriendo hacia Naruto sacando sus espadas. A pesar de enfrentarse a cuatro a la vez era capaz de detener y esquivar todos sus golpes buscando el momento perfecto para atacar.

Su estilo era muy simple contra estos veinte hombres. Estaba rodeado por todos tratando de parar y esquivar todos los espadazos. Y cada vez que veía la defensa de alguno flojear lo asesinaba de un solo golpe. Fue bastante sencillo acabar con todos. Y todos perdieron la vida sin que a Naruto se le escapase una sola gota de sudor o perdiese el aliento.

Dejo caer la Katana y volvió a introducirse en el local. Ya le pagarían luego cuando reuniesen el dinero. Todavía tenía que acabarse el desayuno.

- "Es realmente bueno." - Pensó Satsuki tragando saliva cuando Naruto pasó por su lado.

Se le hacía muy extraño pensar en un Naruto capaz de matar a 21 personas sin un solo esfuerzo. Y que después fuese capaz de hacer lo que ocurrió por la noche con tanta delicadeza como si fuese todo un caballero. Naruto se sentó a terminarse las tostadas.

- Nos has dejado secos... - Dijo el hombre mientras lo miraba. - Pero tengo que reconocer que al menos has hecho bien tu trabajo. - Dijo después algo satisfecho mientras volvía al trabajo.
- No iría por ahí ofreciéndome si no fuese a hacerlo así. - Dijo Naruto terminándose la bebida.
- Ahora estaremos unos meses en paz hasta que otra banda se dé cuenta de que nos sentimos solos por aquí. - Dijo riendo irónicamente el dueño.
- He viajado por todo el país. Y la situación es la misma en todos los lugares. Tampoco te lamentes de manera especial. Sin duda a ti te va mejor que los demás en este pueblo. - Dijo Naruto terminándose las tostadas.
- Y aun así es demasiado frustrante. ¿Y que buscas viajando tanto? - Preguntó el hombre.
- Ningún lugar merece la pena en este país. Así que prefiero no atarme a ninguno. Además que al final los problemas de una única ciudad se acaban haciendo pocos para un hombre que vive de solucionarlos. - Dijo Naruto mirándole a los ojos.
- ¿Ya sabes cuándo te marcharas? - Preguntó después mientras seguía limpiando unos vasos y preparándolo todo para el momento de la apertura.
- Mañana me marcharé. - Dijo Naruto levantándose.
- Te envidio... - Dijo el hombre triste.
- No envidies a alguien que solo sabe matar. Eres una buena persona... no dejes que este mundo te aplaste. - Dijo Naruto dándose la vuelta y yendo a dar un paseo por el pueblo.

Naruto salió a estirar las piernas un rato. Cuando pisó la calle ya habían recogido todos los cuerpos y los habrían llevado a algún vertedero. Paseó por toda la ciudad en realidad recogiendo la paga de todos los aldeanos que ya habían llegado a un acuerdo para ver que pondría cada uno. Sin duda les valía la pena para librarse de aquella escoria.

Naruto tenía la fuerza y quería dinero. Ellos tenían algo de dinero y necesitaban desesperadamente la fuerza. Sin duda era una buena relación. Cuando ya había llegado el mediodía Naruto volvía a su posada favorita a comer.

Allí fue saludado por la familia encargada del local. Casi como si le hubiesen cogido cariño a aquel extraño que les había provocado más gastos que ganancias a pesar de haber estado ya un día entero en él.

Naruto se sentó en la barra de nuevo y pidió algo para comer. Sin embargo antes de que trajesen los platos pudo sentir como alguien entraba en el lugar. Tuvo un extraño presentimiento y se giró rápidamente encontrándose con unos ojos negros que lo miraban fijamente.

- Sasuke... - Dijo Naruto sorprendido.
- Naruto. - Respondió el hombre esbozando una sonrisa.

Era un chico que más o menos tendría la misma edad y altura que Naruto. Su pelo era negro completamente como sus ojos. Vestía unos pantalones negros con unas botas parecidas a las de Naruto. Luego tenía una camiseta negra que era cubierta por una chaqueta roja bastante larga que llevaba abierta.

Fanfic NS: El Don de la Diosa  [+18][Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora