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Beatriz miró el celular con extrañeza no sabía si había escuchado mal o es que en realidad había dicho eso pero no pudo aclarar su duda ya que Mario ya había colgado y no es porque no quisiera enfrentar a esa mujer, era realmente porqué no tenía ganas de discutir con esta, tenía cosas más importantes en las cuales preocuparse.

Con algo de prisa volvió a salir de su apartamento subiéndose a su carro empezando a conducir desde calles que ni siquiera conocía por los barrios bajos de la ciudad empezando a subir poco a poco, todo ese recorrido le llevó unas cuantas horas además que el sueño solo hacía lo contrario ayudarlo.

Aturdido por el trancón se bajó de su carro parqueandolo cerca de uno de los parques más grandes de la ciudad dónde solía venir con Armando en su niñez, se sentó una de las bancas del lugar viendo el sol del amanecer expanderse por el lugar mientras su mente lo abrumaba con los peores escenarios.
Cansado y abrumado y con la intención de tranquilizarse decidió subirse a su carro en la parte trasera para dormir un rato.

-Si no apareces hoy tendré que llamar a la policía, aparece, porfavor.

Con esa última frase Mario se acurrucó en el incómodo sillón quedando profundamente dormido, pasaron unas cuantas horas y el sueño del castaño se vió interrumpido por el sonido de unos golpecitos en el vidrio de su auto. Con miedo abrió la puerta siendo deslumbrado por el sol de la tarde sin poder enfocar bien su mirada.

-Oiga, no le parece que su manía de andar todo el tiempo en su carro es algo extraña.

Mario pudo enfocar su visión encontrándose con algo que no parecía real, era Armando, sin gafas, cabello alborotado que se movía con el viento, sus ojos cansados que eran adornados con unas visibles ojeras, una simple camisa sin corbata fuera del pantalón y a pesar de ese aspecto poco usual en él, el sol y una pequeña sonrisa en su rostro lo hacía ver casi de forma angelical.

-¿Estoy soñando?

Preguntó el castaño mientras se pellizcaba su antebrazo causando una pequeña risita en el menor.

-Nah, por extraño que parezca.

Ya pudiendo asimilar completamente la situación, Mario se puso de pie rápidamente abrazando al azabache con fuerza por los hombros sintiendo toda su angustia desvanecerse.
Armando lo vió enternecido abrazándolo por la cintura.

Al separarse el menor iba a comentar algo más pero el castaño lo interrumpió tomando sus cachetes.

-¡¿Qué te habías hecho, Armando Mendoza?! ¡¿Sabés cuánto tiempo te he buscado?! ¡Me tenías muy asusta-

El azabache lo calló con un pico aprovechado que casi no habían personas a su alrededor, enserio le tranquilizaba haberse encontrado con él pero también necesitaba que se tranquilizara.

-¿Qué me había hecho? Puees, por ahí, solo vagando por el mundo.

El menor lo tomó de la mano para seguir caminando por el parque, Mario lo vió con una ceja levantada mientras le ponía llave a su auto soltando un suspiro, también al escuchar el típico sonido de las tripas sonado.

-¿Qué has comido?

-Una empanada.

Ahora el castaño estaba más que confundido pero antes necesitaba arreglar ese problema, con un bufido buscó con la mirada la solución encontrandolo en la misma esquina el carrito de mango biche que siempre estaba cuando ambos salían del colegio y venían al parque a comer.

-Vamos por manguito.

Armando rió suavemente siguiendo a su novio a paso rápido llegando hasta el lugar donde estaba el mismo hombre que prácticamente habían visto toda la vida.

Mi querido imbécil.Where stories live. Discover now