Gwacheon. Invierno. 1989

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Cuando Seokjin regresó nada era igual.

Quién diría que un pequeño vecindario de Gwacheon podía cambiar tanto en dos años.

Pudo reconocer las calles en las que creció; ubicó con facilidad los autos de sus vecinos, sin embargo, el ambiente era diferente. ¿La señora Han había podado el árbol donde colgaba esas horribles luces navideñas que más que villancicos tocaban lamentos de almas perdidas? ¿El señor Lee por fin había quitado los horribles duendes que dejaba todo el año en el jardín? ¿Los Min habían decidido retirar el aro de basquetbol de su cochera?

Seokjin creía que hasta el aire frío que chocaba en su rostro era distinto.

Caminaba por las calles decoradas por una fina capa de nieve, con el cielo grisáceo haciéndole compañía. Por un momento, por una milésima de segundo pensó en él, pero claro, eso no era raro. No había día en el que no pensara en él, incluso después de dos años.

En los días malos, justo cuando su compañero de habitación apagaba las luces y reinaba una oscuridad total en esa pequeña habitación, lloraba hasta que sentía que no podía respirar. Lloraba por los recuerdos y las promesas rotas. Lloraba porque extrañaba el futuro que se habían prometido y que jamás podría ser.

Se preguntó muchas veces cuando dejaría de sentirse así, cuando podía darle vuelta a la página y seguir... Seguir como había prometido. Temía que nunca pudiese ser así.

Detuvo sus pasos abruptamente cuando creyó haberlo visto. Su corazón lo traicionó al dar una vuelta.

No estaba listo. Consideraba que jamás lo estaría.

En el avión había creado un sinfín de escenarios sobre qué diría, cómo actuaría, pero ninguno de ellos lo había preparado realmente.

Porque ahí estaba él... En blanco con las manos temblorosas. Se encontraba justo a la mitad de la calle con una bolsa con manzanas para el postre de Navidad, exhalando fuertemente y sintiendo como el estómago le subía por la garganta.

— ¡Seokjin! — escuchó su nombre mientras una figura se acercaba con rapidez. Jungkook, su amigo más cercano además de él, corría hasta su encuentro con una sonrisa enorme. Casi de forma inmediata su cuerpo se relajó, incluso soltó un suspiro que pudo ver gracias a la diferencia de temperatura.

Se sintió mal. Realmente había extrañado a aquel chico quien fue su cómplice, que sabía todo y guardó cada uno de sus secretos, por supuesto que lo había extrañado. Pero, ¿por qué se sentía tan decepcionado?

— ¿Por qué no me dijiste que vendrías? ¡Te extrañé! — cuando Jungkook lo rodeó con sus brazos afirmó que todo había cambiado. ¿Desde hace cuanto estaban esos músculos ahí?

— Quería darte una sorpresa.

— Y lo hiciste — a pesar del tiempo, Jungkook seguía manteniendo esa sonrisa tan única. Cuando sonreía de esa forma sus ojos parecían brillar. Se veía inocente. — ¿Te quedas hasta año nuevo? — Seokjin negó con la cabeza.

— Sólo este fin de semana. Tengo que volver.

Seokjin notó el pequeño puchero que hizo Jungkook. Era una maña que no había cambiado con el tiempo, al parecer.

Al menos eso permanecía.

— Prométeme que nos veremos antes de que te vayas, por favor. Tenemos que ponernos al corriente — antes de que pudiera contestar Jungkook siguió con su característica alegría— ¿Sabes qué? Estaré en casa de tus padres mañana en la tarde.

Por primera vez, desde que había llegado, Jin sonrió con sinceridad.

— Hubiese aceptado o no, sé que estarías molestando. — bromeó. Su amigo jamás sería molestia.

Tis' the damn season | ksj + mygWhere stories live. Discover now