Gwacheon. Invierno. 1991

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Era raro tenerlo sentado en la sala de su casa tomando una taza de café con su madre.

Hace algunos años eso era algo absolutamente normal, podría decirse que cotidiano. A veces su padre bromeaba con el hecho de que Yoongi pasaba más tiempo en su casa que en la propia.

¡Ah! Pero siempre eres bienvenido Yoongi-ah— decía su padre con una sonrisa amplia dando unas palmadas en la espalda del mencionado.

Él permanecía en silencio sosteniendo la taza de café que ahora estaba fría, hacía un par de comentarios ocasionales pero no prestaba demasiada atención a la conversación.

Su maleta aún estaba al pie de las escaleras, esperando a ser subida. Había sido una sorpresa para él el abrir la puerta de sus padres y encontrarse con Yoongi hablando cómodamente con su madre.

Claramente, no esperaba aquello. Como todos los años esperaba poder encontrarse con él, pero, no creía que sería en su casa, luciendo tan cómodo acariciando el nuevo gato de su madre.

— Y Yoongi, ¿realmente piensas quedarte en Seúl? — ante la pregunta de su madre, levantó la mirada hacia donde estaba el mencionado, quien también lo observaba, pero que rápidamente miró a otro lado.

— Aún no lo sé, lo estoy considerando.

Seokjin no podía apartar la mirada de Yoongi. Se moría de ganas de preguntarle sobre sus planes. Quería levantarse de su asiento para tomar sus manos y pedirle que se fueran juntos.

¿Qué diría Yoongi? ¿Aceptaría o nuevamente le diría que era una propuesta estúpida? Seokjin no estaba seguro de poder soportar eso nuevamente.

Creía que su corazón volvería a romperse en mil pedazos y ya no podría repararlo.

— Mis chicos están creciendo y no volverán a casa — su madre puso una mano sobre su rodilla, girándose un poco para mirarlo. — Seokjin tampoco volverá.

— Aún no lo decido. —respondió casi al instante, de pronto se sintió acorralado, expuesto. Hubiese querido contarle a Yoongi el mismo y en privado.

— ¿Ya te contó, Yoongi? — el mencionado negó con la cabeza, pasando su mirada entre él y su madre. — A Seokjin le ofrecieron un empleo, ya ves que está por terminar la carrera allá, ¿no? Un profesor lo recomendó en su empresa y lo están considerando.

— Es para hacer prácticas — aclaró, dejando su taza sobre la mesa de centro, temiendo que esta se resbalara de sus manos.

— ¿Qué importa? ¡Por algo se empieza, cariño! — replicó su madre.

Volvió a mirar a Yoongi, quién acariciaba el pelo blanco del gato acostado en su regazo. Notó la pequeña sonrisa que esbozó al escuchar al felino ronronear.

— Eso es fantástico, hyung. — habló después de un momento. Cuando Seokjin lo miró a los ojos, por un pequeño momento, deseó que los de Yoongi no brillaran con orgullo, que no lo mirara de esa forma. — Deberías tomarlo.

Se limitó a asentir con la cabeza suavemente.

Una de las cosas que amaba (y odiaba al mismo tiempo) de Yoongi era su capacidad de hacerlo sentir.

En el pasado, cuando Yoongi le sonreía mientras tocaba el piano de la escuela sentía que su corazón se desbordaba de tanto amor. Cuando Yoongi lo besaba sentía como miles de flores crecían dentro de sí, sentía que era primavera. Pero cada vez que Yoongi se despedía de él, sentía como una ola fría lo golpeaba con fuerza para después arrastrarlo por meses.

Y en esos momentos, sentía que recibía una de las olas más heladas con las que había sido golpeado en toda su vida.

No tardó demasiado en disculparse para ir a dejar su maleta en su habitación. Necesitaba un respiro, un momento a solas para poder detener las ganas que tenía de levantarse y decir "a la mierda, me quedo y quiero estar con Yoongi".

Tis' the damn season | ksj + mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora