X. ELLA MÁS QUE TU.

94 5 0
                                    

TRES MESES DESPUÉS:

( . . . )

ALESSANDRO LEONE:

Rebecca gemía una y otra vez mientras la embestía con fuerza. Tomé sus hermosas y esculturales piernas para subirlas a mí hombros para poder profundizar mis embestidas.

Sus gemidos llenaron la habitación excitando mí cuerpo a más no poder. De nuevo caímos sobre la cama, está cama de hotel en medio de Nueva York.

—Ah, Dios —gimió jadeando por aire—. Alessandro, mí amor...

—Te extrañe tanto —confesé.

Y como había hecho.

Fueron meses complicados. Entre mí matrimonio, que me tenía asqueado, y la búsqueda del bastardo de Mustafá Sevillano no me daban tregua.

¿Pero no sentía pena?

Si, la sentía. Pero, al igual que la culpa, se va.

Elizabeth era como un tarro de miel que necesitaba cariño cada dos por tres, y me tenía arto. En lo que va de nuestro matrimonio me fui de viaje tres veces.

Ella era incrédula y no se da cuenta de nada. Parece que viviera en lo cuentos de hadas y nada malo pasaba, a excepción de que estar enloquecida con buscar a Mustafá y, en realidad, yo si lo estaba buscando.

Sabíamos que no estaba en su tumba, que estaba por ahí... Vivo y si encontraba a Elizabeth sería todo un enorme desastre.

Rebecca se acostó en mí pecho. Lo más hermoso de mi vida era tenerla así. Deseaba que sea así para siempre, ella y yo, sin miedo a nada.

—Jesús, no sabes cuánto echaba de menos esto —se giro hacia mí—. Tu y yo, solos en una cama.

—Yo también te extrañaba —besé sus labios suavemente—. Tu cuerpo y el mío siendo uno solo.

—Quiero huir, Alessandro. A tu lado, donde sea...

—Mí amor. Sabes que...

—¡BASTA! —se levantó furiosa y abatida—. He esperado demasiado, Alessandro. Ya no quiero más a Stefan, quiero irme contigo... Quiero vivir para siempre a tu lado. Te amo.

—¡Mierda! ¡YO TAMBIÉN TE AMO! —me senté sobre el colchón—. Pero tienes que entender que no puedo dejar a mí familia en este momento.

Ella cerró sus ojos mientras unas lágrimas caían.

—No puedo seguir viéndote con esa mujer —negó—. Ya no aguanto más.

—¿Y crees que yo si? ¡La detesto! ¡No quiero estar cerca de ella! —exclamé, sobrepasado por las diferentes situaciones—; Siento asco, repugnancia al tocarla.

—Entonces vámonos... Huyamos ahora mismo —tomó mis manos—. Vamos a Marruecos, o a dónde sea. Tienes amigos allí, nos ayudarán.

—Amigos que respetan la tradición a flor de piel, Rebecca —le recordé el cruel destino que nos deparaba si nos descubrían—. Dame tiempo. Además hay un peligro cerca...

—¡El desgraciado amigo de esa idiota!

Se levantó y camino hacia el baño.

La seguí hasta allí. El agua de la ducha caía sobre ella mojando su hermoso cuerpo que tanto me había hipnotizado, entre junto a ella. 

Pase mis manos por su perfecta cintura, la atraje hacia mí torso. Llevo enredó una de sus manos en mí azabache cabellera.

—¿Por qué haces esto? —preguntó con agobio—. Me estoy quedando sin esperanzas de poder estar juntos.

VERDADES DOLOROSAS [En Edición]Where stories live. Discover now