XV. A PARTIR DE HOY.

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(28 de diciembre de 2.018)

• Accidente •

( . . . )

ALESSANDRO LEONE:

Elizabeth sale corriendo de la oficina, espantada de lo que acaba de ver. Si supiera lo que en realidad paso en este lugar.

Tomé mí camisa y sin importarme Rebecca allí, salí en persecución de la mujer que más amaba en la vida. Ella era mucho más rápida llevada por la rabia y el enojo.

Vi todos los sentimientos en su mirada, cualquiera que puedan imaginar estaban ahí.

—¡ELIZABETH! —grité.

Al salir veo como ella se aleja a toda velocidad en su auto. Me subí al mío y aceleré siguiéndola de cerca.

Tomo mí celular y marco su número. Suena y suena, cuando creo que no va a contestar toma la llamada.

—¡ERES UN HIJO DE PUTA! —gritó furiosa. 

—Lo sé, mí amor. Pero déjame explicarte bien —supliqué desesperado—. Por favor, frena el auto o baja la velocidad.

—Voy a dejarte... Nada me va a importar, ¿entiendes? —escuché un fuerte golpe—. ¡NADA! ¡NI SIQUIERA NUESTRA HIJA!

—No, no hagas eso... —se calló unos segundos—. Si dices eso me van matar, esa es la tradición. Me mataran...

—¿Ah si? ¡Pues genial entonces! ¡ME ENGAÑASTE A MÍ! ¡PERO STEFAN ES TU HERMANO, HIJO DE MIL PUTA! ¡¿COMO LE HICISTE ESO A TU SANGRE?!

—Amor espera... ¡ELIZABETH, EL SEMÁFORO ESTA EN RO...!

Vi como su auto desaparecía siendo arrastrado por un camión. Frené el mío de golpe, quedándome en shock, sin reacción.

Bajé del auto desesperado.

—¡ELIZABETH! —grité, con angustia—. ¡AMOR!

Corrí en su dirección.

No sé cuánto paso. Si fueron segundos o minutos, quizás hasta horas... Cuando escuché la ambulancia. Yo intentaba sacarla del auto, pero la puerta se negaba a abrir.

La veía ahí, inconsciente. Su cabeza, rostro y gran parte de su cuello estaba cubierto por sangre. No podía distinguir nada. Menos en la oscuridad de la noche.

La ambulancia freno de golpe y corrió hacia donde estaba yo. Uno de ellos me empujó con demasiada fuerza, casi haciéndome caer.

—¡Hazte a un lado! —dijo.

Lo mire. Era alto y rubio, la mitad de su rostro estaba cubierto por un cubre bocas y sus ojos eran café oscuro.

Seguramente sabía que era una emergencia. Me dirigió una  fría mirada que no llegué a comprender.

Los otros tres usaron una palanca para abrir la puerta y, logrando esto, sacan a Elizabeth.

—¡A la camilla! ¡AHORA! —ordenó el mismo rubio.

Obedeciendo esto los demás enfermeros la subieron a esta y luego a la ambulancia. Los seguí para subirme también. Puse un pie sobre la misma antes de ser detenido por uno de ellos.

VERDADES DOLOROSAS [En Edición]Where stories live. Discover now