Capítulo 13

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-De acuerdo, ¿Que prefieres?, tener 30 millones de dólares o 30 millones de amigos fieles- pregunta Melissa, estábamos volviendo a casa de la secundaria, al fin era viernes y mañana tendríamos una fiesta.

-Mmh, déjame pensar- hago que pienso, en realidad no sé a que viene su pregunta -ya, fácil, 30 millones de amigos fieles- respondo segura, o no tanto.

-¿Por que?. Cualquiera elegiría los dólares- como buena materialista que es, de hecho yo también lo hubiera elegido, pero tengo un plan.

-Ya sé, pero, le pediré 5 dólares a cada uno, y como son leales, me los darán. Entonces tendré 150 millones de dólares- lanzo.

-Vaya...-

-Después, me lanzaría como presidente y ¡boom!. Ya tengo 30 millones de votos de mis amigos fieles- exclamo emocionada por mi respuesta.

Melissa no dice nada y se queda pensando. ¿En serio dije eso?.

-Luego, crearía un negocio como una fábrica de chocolate o algo parecido. Y, ya tengo 30 millones de clientes, mis amigos fieles-

-¿Realmente pensaste todo eso?.-

-Después- continúo agobiando su pregunta -venderé el chocolate a 1 dólar y les pediré a mis amigos que compren uno diario. Osea, 30 millones de dólares adicionales diarios.-

-Oh por dios. Ya entendí.-

-¿Si entiendes?. Te haces multimillonaria.-

-Tiene sentido- exclama ella con una risa, solo a ella le causa gracia lo que digo.

Y con cara de haber dado una clase de sociales, saludo a mi amiga para cada una adentrarse en su casa, a ser antisociales.

El resto del día transcurrió tranquilo, me quedé en mi casa viendo televisión y comiendo galletas. Al otro día era el cumpleaños de Melissa, por lo que quise terminar ese viernes tranquilamente, ya que ella haría una fiesta en su casa. Le compré un gran regalo, se lo merece, por ser tan buena amiga y persona hasta el momento, es sin duda la mejor amistad que tuve hasta ahora. Una cadenita con su inicial en dorado.

-

Hoy sábado 22 de julio, será un gran día, yendo de camino a la casa de mi mejor amiga, me pongo a pensar que obviamente,veré a Dylan, no lo vi mas ni tuvimos contacto luego de ese día en mi casa, le agradezco a los dioses por no habérmelo cruzado. Pero es obvio que esta noche lo veré.

El departamento de Melissa era esa clase de sitios que uno soñaría. Amplio, limpio, elegante, sofisticado. Seguro lo había seleccionado por una revista, de esas que exponían alrededor de la caja de supermercado, esas mismas que uno ignoraba. Claro que era solo de ella y sabía mantenerlo impecable con el poco tiempo libre que contaba. Tenía un buen gusto.

-¡Oli!, que bueno que llegaste- me saludó con todo su entusiasmo y una sonrisa, se hizo a un lado para que pudiera entrar. Pisé firme para no verme intimidada por el ambiente.

-¡Feliz cumpleaños mejor amiga!- me toca gritar alegrando a mi compañera. Como no he hecho mas sociales, ella se ha vuelto mi única amiga desde que pise este pueblo.

-Gracias, eres la mejor. Estaba alistándome, ya termino- agrega.

La analicé de pies a cabeza. Su cabello rubio rizado que le llegaba perfectamente a la cintura, sus grandes lentes, el maquillaje al natural en su piel blanca destacaba sus facciones, el vestido azul planchado ajustado a su figura hasta la rodilla y sus zapatillas converse que nunca podían faltar.

-Vas bien- comenté con el pulgar arriba sin saber qué decir.

Ella rió de buen humor haciendo una reverencia de agradecimiento mientra volvía a su habitación, luego me senté en el sofá a esperarla.

Melissa era de esas mujeres que lucían guapas al primer vistazo. La envidiaba, no de esa clase de envidia que te hace desear que se le rompa el zapato, sino de la que te hace desear ser como ella en otra vida.

-Por cierto, te he traído un regalo, no esperes la gran cosa- le advertí cuando ella había vuelto. Coloqué despacio la caja roja sobre la mesita del centro. Nada de lo que pudiera darle superaría lo que ella tenía, no solo por mi condición económica, sino también por mi pésima orientación en cuanto a moda -de preferencia no esperes nada.-

-Muchísimas gracias- comentó con una enorme sonrisa y un abrazo. Melissa siempre se mostraba conmovida por las muestras de afecto de otros hacia ella, incluso si solo le dieras un maldito llavero se emocionaría.

-Estoy muy nerviosa- me confesó sentándose en el mueble de enfrente.

-¿Por qué?. Bueno, teniendo en cuenta el plan de hoy yo también estaría en una actitud de alerta constante- murmuré con honestidad provocándole una risa.

-He citado a muchísima gente. A mi familia, a mis pocos amigos...- comentó sin poder mantener sus pies quietos.

-¿Sabes si Dylan vendrá a la fiesta?- la interrumpí rápidamente.

-Sí, me escribió ayer para avisarme, también vendrá David, Adam y Liam, ya sabes, todo el mundo al que Dylan conoce en el pueblo- destacó ocasionándome una mueca de disgusto, pero no puedo decir nada ni lo haré.

Liam, detestable Liam, es el mejor amigo de Dylan, el rubio mas odioso del pueblo. Por favor, creído hasta las patas. Nadie lo soporta, hasta creo que el mismísimo Dylan ya no lo tolera.

Atractivo si que lo es, pero, como cambia la gente cuando tiene el ego por el cielo. Alto, ojos intensísimos negros, cabello rizado de color rubio, piel morena perfectamente bronceada. Imperfectamente perfecto.

-¿Puedes hacerme un favor?- me cuestionó de buen humor.

-Sabes que sí.-

-Bueno, no es un favor exactamente- comenzó a divagar y fruncí el ceño sin entenderla. Lo que fuera a decirme, cuanto antes mejor -es una especie de regalo.

-¿No te gustó ese?. Ni siquiera lo has abierto.-

-Me encantará, estoy segura. Es sobre otro tema- hizo una pausa, poniéndome tensa -¿Me permites que te arregle para la fiesta?- soltó al fin, cuidadosa de no ofenderme, mordiéndose el labio.

-¿Arreglarme?, ¿Estoy mal así?- cuestioné dándome un vistazo. No necesité respuestas. Mi pantalón de mezclilla y la blusa blanca no se comparaba con el atuendo de ella. En sus buenos tiempos eran de gran utilidad.

-No, te ves muy bien. Vamos, Oli, ya quisiera yo ser tan bonita- mintió para remediarlo -es solo que... todo mundo vendrá formal- se justificó apenada, aunque tal vez solo improvisó una excusa.

No la culpaba, pensándolo a fondo, arruinaría nuestras fotografías. Todo mundo pensaría que me colé al fondo.

-A mí nadie me avisó- comenté para disculparme, o eso intenté, pese a que nadie pudiera identificarlo con la tosquedad de mi respuesta.

Era involuntario. No sabía por qué, pero me expresaba con más rudeza de lo que deseaba.
Lo pensé un segundo, con sus ojos oscuros aguardando ilusionada. Miré el envoltorio de mi ridículo obsequio y luego pasé la mirada a ella que me regaló una sonrisa. Era de las pocas personas que me trataban con amabilidad, de las pocas a las que les tenía aprecio. No podía decirle que apoyaba su idea, pero quizás pasarme un peine no sería tan difícil si eso la hacía feliz.

-Será un desastre- anticipé, advirtiéndole lo mal que saldría, mas no lo tomó como una derrota -pero puedes intentarlo.-

Lazos inesperadosWhere stories live. Discover now