Capítulo 43.

1.6K 192 45
                                    

43.

Después de oír sus últimas palabras, no faltó mucho para que cayese en un letargo que me dejaría inmóvil entre sus brazos en esa limusina.

La oscuridad se había apoderado lentamente del cielo que no reflejaba una sola estrella gracias a las luces de la ciudad que nunca dormía. Acompañando así el desenfreno y salvajismo que aquella selva de concreto albergaba entre calle y calle.

No fui consiente de todo el recorrido que hicimos, quizás había sido una hora o dos, pero yo lo sentí como unos cuantos segundos de relajación en los que me perdí en el color negro que mis párpados cerrados me dejaban apreciar.

Supuse que habíamos llegado cuando Axel movió mi hombro y empezó a llamarme para que pudiera despertarme. Abrí los ojos y restregué la cara contra su pecho para desperezarme, mientras apretaba su cintura entre mis brazos antes de dejar mi barbilla sobre esa superficie cubierta con el chaleco y la camisa.

— ¿No puede esperar un poco más? — Bostecé con cansancio y él sonrió, incorporándose para que yo también quedase sentada sobre el asiento.

—No, hay mucha gente allá adentro y tienes que prepararte— con sus pulgares presionó párpados cansados y acarició mis sobresalientes pómulos.

— ¿Dónde estamos? — Erguí mi espalda y rodé la tela color carbón que me impedía ver lo que había detrás del vidrio.

— ¿Recuerdas el día que me engañaste y me hiciste jugar al papá y la mamá contigo? — Escuché, clavando los ojos en la edificación que se alzaba frente a mí.

—Sí, lo recuerdo— me acerqué más al vidrio blindado y me maravillé cuál niña pequeña que veía a las bailarinas profesionales dar todo en un entrenamiento o presentación.

— ¿Recuerdas que después vimos mi película favorita?

—Van helsing, lo recuerdo todo— seguí contestando todo en ese mismo tono monótono que se había apoderado de mi voz.

—Buena chica— su respiración chocó con mi cuello, pero no me importó. Puse las manos sobre el vidrio y quedé a escasos centímetros de él.

— ¿Me organizaste un baile de princesas? — Musité, absorta en lo que parecía ser una estructura de un palacio católico en la época victoriana.

—En realidad es un lindo baile al estilo Drácula. Pintoresco y encantador. Ahora tú eres Anna Valerious y yo soy Gabriel Van Helsing o tu conde Drácula, solo que no te voy a matar al final— explicó, pero la idea que anteriormente se había plasmado en mi cabeza seguía ahí.

—Baile de princesas— insistí, abriendo la puerta de la limusina. Agarré su mano y lo llevé hacia afuera.

—Sí, como tú digas— no me corrigió más, dejándome vivir mi sueño de niña—. Es el palacio Fitzgerald, lo conseguí haciendo una sola llamada. Ahora le debo favores a Ambar.

— ¿Ambar? ¿Ambar Fitzgerald? ¿La heredera del imperio petrolero? — Cuestioné, recordando la cantidad de noticias que había visto sobre aquella chica de veinticinco años que estaba metiéndose en un terreno dominado por hombres canosos y de barrigas abultadas.

—Sí, estudiamos juntos y fue el amor platónico de Elián por muchos años. También es una de las únicas dos amigas de Angelous. La otra es Chiara Caruzzo— me tomó de la mano y empezamos a caminar hacía la entrada.

— ¿La súper modelo? Tu grupo de amigos es bastante interesante— más emocionada aún, subí escalón por escalón hasta que los hombres en la puerta abrieron las enormes puerta dobles de madera con grabados que probablemente no habían sido hechos en esa década.

Entre Rosas Y Balas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora