IV

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El viajero despertó muy tarde al día siguiente, tenía todo el cuerpo acalambrado y sentía como sus ojos pesaban

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El viajero despertó muy tarde al día siguiente, tenía todo el cuerpo acalambrado y sentía como sus ojos pesaban. Se encontraba realmente jodido, llevó su cuerpo al límite. No se arrepentía de todos modos, pero no quería levantarse de la cama. Estaba solo y miraba el techo, tal vez volvería a dormir; sus energías seguían drenadas. «¿Cuándo se habrá ido Xiao?» pensó. Imaginó que apenas recuperó la consciencia voló del lugar, no sabía que realmente el Adeptus se había marchado tan sólo minutos antes de que despertara. Había pasado toda la noche y gran parte del día acostado a su lado, observándolo descansar. Su cuerpo también le sacó una gran factura, pero era su deber regresar a su posición de vigilancia. No se había sentido así desde hace cientos de años.

Recordar a Xiao sólo le iba a provocar una erección, estaba claro. Lo sacó de sus pensamientos pero soltó una risa, se divirtió demasiado. Ese malhumor desaparecía por completo, no tener que hacer encargos idiotas de personas que no conocía y solamente relajarse al follar el culo del Yaksha; todo perfecto y equilibrado. Se sentó en la cama, sintió hambre pero todavía quería dormir, tantas cosas que pensar y hacer y su pobre ser estaba totalmente demacrado.

¡Já, qué importaba sentirse así de agotado si pudo tener un espectáculo completo del lujurioso y exquisito Xiao!

Se levantó abruptamente de la cama tras sentir gran energía por rememorar todo el actuar del Adeptus durante sus relaciones sexuales, aunque este golpe energético se vio abatido tras la fuerte punzada en su espalda baja. Le encantó cogerse todas esas veces a Xiao, pero definitivamente la próxima vez se iba a poner un límite de dos veces máximo.

Ató su cabello en una coleta baja y cocinó algo. Otra vez traía la sensación de estar flotando y liberando flores aromáticas.

Su cuerpo se sintió repuesto tras el cuarto día de descanso. Pasó todo ese tiempo en la relajatetera, paseando por las playas y terminando de decorar alguna de las islas. Aprovechó de que sus bolas volvieran a recargarse antes de tener que alimentar nuevamente a Xiao. Era temprano por la mañana, plantaba algunas flores. Removió la tierra cubriendo las semillas, luego regó tranquilamente. Miró el cielo mientras el agua remojaba el suelo, ya habían pasado diez días desde que dejó a Paimon al cuidado de Xiangling. Se preguntaba cómo estaba, ya sentía que le hacía falta en su día a día. Disfrutaba el silencio, pero la costumbre de escuchar a su chillona amiga podía más con su mente que el disfrute de la tranquilidad. Dejó a un lado la regadera, había terminado todas las tareas que se propuso durante los cuatro días. Era momento de terminar de eliminar su energía negativa, relamió sus labios. No habría pensado jamás que Xiao podía tener ese efecto afrodisiaco sobre él con sólo aparecer en sus más tenues pensamientos.

Salió de la tetera. La última vez que entró solamente la hizo aparecer en medio de un prado cercano a la Posada Wangshu. Guardó el objeto, como por arte de magia, y caminó por los alrededores. No lo llamaría esta vez, quería ver si es que podía encontrarlo de casualidad. Quisiera sorprenderlo para sentir cómo su cuerpo se estremecería por el contacto de sus pieles. La suerte estaba de su lado y no muy lejano se encontraba el Yaksha cumpliendo su responsabilidad; era sumamente atractivo verlo masacrar a los monstruos, la forma de mover sus piernas, sus brazos y la lanza, increíblemente hábil. Oh no, Aether comenzaba a salivar de más. ¿Por qué tenía que ser tan tentador? Luchó de forma limpia, no quedó con ni una sola gota de sangre encima. Se acercó discretamente, lo sorprendería. Aunque rezaba por que no creyera que era uno de los enemigos y terminara con la lanza clavada en el abdomen.

Desestrés [xiaoether]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora