Capítulo 7

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Pov. _____

Mi mirada buscó rápidamente la cabellera con cuernos que tanto anhelaba ver desde que entré al salón de clases. 

Di con ella al fondo de una esquina, mirando hacia abajo. Dispuesta, caminé a donde él se encontraba y me senté en la silla vacía. 

Tord levantó la vista y frunció el ceño al verme.

—¿Qué estás haciendo? —demandó, dejando de hacer garabatos en su libreta y cerrándola.

—Tomar asiento —indiqué obvia, sonriéndole llena de burla.

—Eso lo sé, Wright, no soy estúpido —gruñó, poniendo en blanco sus ojos—. Me refiero al por qué te estás sentando aquí, a mi lado.

—Lo quiero hacer porque puedo y quiero, ¿tienes algún problema? —respondí.

—A la defensiva, ¿eh? —vaciló y continuó— Si piensas que somos amigos, estás equivocada —atacó— Sentarte aquí traerá la atención y yo oso de que no se percaten de mi existencia.

—No dije que lo hacía porque consideraba que éramos amigos, realmente no lo he pensado ahora que lo dices —apoyé mi codo sobre la mesa y dejé caer mi mandíbula sobre mi puño— Igual no llamo tanto la atención si no tengo a mi querido amigo pisándome los talones, así que descuida, ninguno de los dos será el centro de atención —agregué, refiriéndome a Edd.

Y es que en realidad era cierto. La mayoría de las personas solo trataba de entablar una plática conmigo por él, pues sabían que se encontraba soltero, lo que se resumía a carnada fresca. Si era el capitán de un equipo importante del instituto y un gran artista, doble.

Interesadas tenían escrito en la frente.

Aquello me hizo pensar que debía de estar a su lado. Después de que me dejara sola en la sala viendo televisión, se despertó con un poco de hambre, pedimos pizza y comimos mientras hablábamos de cosas que salían al azar, sin ningún tema de conversación fijo. 

Mamá llegó por la noche y lo saludó, lloró con ella y lo estuvo aconsejando hasta que fue demasiado tarde y se vio con la necesidad de llamar un transporte privado.

—Como sea... —Tord inició dejando la frase en el aire y miró hacia el frente pensativo, volvió a mí y retomó su habla— ¿Por qué has llegado temprano?

—Excelente pregunta, mi madre me ha despertado. Resulta que anda paranoica porque la dirección le llamó.

Me miró interesado o al menos fingía y honestamente lo hacía muy bien.

—¿Dirección?, ¿qué has hecho? —preguntó.

—El profesor Spencer me ha reportado por llegar tarde y no entrar a dos de sus clases en esta semana, es la primera y le toma mucha importancia a la puntualidad. Lo he dicho: él me odia.

—Idiota —susurró.

—¿Él o yo? —pregunté, no muy segura a quién se refirió.

Me miró divertido.

—Los dos.

—¿Sabes? Tus cambios de ánimos me asustan y no tengo ganas de descifrarte —respondí.

Lo decía en serio, hace unos minutos andaba de mal humor reclamándome la razón por haberme sentado a su lado y ahora me miraba divertido como si mi desgracia le agradara.

—¿Descifrarme?, ¿qué?, ¿acaso soy algún tipo de código morse?

—No, solo lo pareces —inquirí.

—La verdad es que a veces quieres ir contra las reglas, pero no puedes. Realmente eres ingenua —respondió.

—Claro que no —defendí.

—Ujum —musitó haciendo una seña con su mano sin interés.

Después de eso, ya nadie pronunció nada. Puse mi mochila encima del banco y decidí tomarla como almohada. 

Era muy temprano. Faltaban unos diez minutos para que empezara la clase. 

Mamá me despertó una hora antes de lo normal y moría de sueño. 

Rápidamente algo hizo clic en mi cabeza y miré al castaño quien se encontraba de nuevo garabateando algo en su libreta.

—¿Por qué tú llegas tan temprano? —hablé con gelidez. Tord me miró sin emoción y cerró su libreta.

—Preguntas mucho, Wright.

—Ese es un... —me detuve, pensando en alguna palabra correcta que pudiese definirlo— ¿Defecto? No creo que sea un defecto, es búsqueda de información y es mejor preguntar que ser un completo ignorante.

—Y también hablas mucho —chistó.

—¡Eres un grosero! —exclamé.

—Qué delicada —rio—. Me retracto. Si lo fueras, no llegarías con una mancha de pasta de dientes en tu blusa al instituto.

—Solo fue una vez y...

—¡Joder, créeme! Me he dado cuenta, no ha sido una sola vez —interrumpió.

—¿Cómo sabes eso tú? —demandé, extrañada.

Me daba miedo que supiera cosas de mí, sobre todo los pequeños detalles que la mayoría de las personas no solían fijarse.

—Esto responderá tu pregunta y a la primera —habló, moviendo sus pestañas lentamente— Me gusta llegar media hora antes y sentarme de último para ver cada ser patético entrar por esa puerta. Es divertido ver como unos se chocan con el marco de la puerta porque llegan casi con los ojos cerrados —confesó burlón— Me gusta reírme de la desgracia de lo demás.

—Creo que eso es... —No sabía cómo describir aquello— ¿Raro? ¿Inhumano?

Él solo se encogió de hombros restándole importancia.

Estiró su brazo por debajo de su silla y sacó una gaseosa. La agitó repetidas veces creándole mucha espuma, por un momento creía que explotaría. 

Sí. Tord la abrió con cuidado, cerciorándose de no hacerlo completamente, esperando a que el gas saliese y realizar la misma acción de nuevo.

Tenía ganas de preguntarle por qué lo hacía, sin embargo recordé lo que me había dicho minutos atrás. 

Así que con todo el orgullo del mundo volteé a otro lado y acuné mi cabeza entre mis brazos. 

No duré tanto porque a los pocos minutos la maestra entró con su toque de amor y sus labios rojos, dando el inicio a la clase.

Me fijé en que el castaño no le prestaba atención por escribir cosas en su libreta. Por el rabillo del ojo pude observar que hacía rayas y círculos sin ningún sentido o al menos para mí no lo tenían.

Algo llamó mi atención, una fecha. 

En medio de todo ese borrón pude apreciar una fecha. De golpe, cambió de hoja y comenzó a escribir.

"La gente debería dejar de ser metiche, como tú, por ejemplo."

—¡Oye! —me quejé sin levantar mucho la voz.

Tord solo me dedicó una sonrisa demasiado falsa, para luego regresar a su semblante serio. La libreta la puso debajo de su codo y llevó su barbilla al puño, prestándole atención a la señorita Molly.

Este chico resultaba ser más duro que una roca, tan cerrado y hostil.

Solo abría la boca tratando de ofender, hablar de bandas y decir información sobre mí. Ni su nombre me había dicho, si no fuese por Tom, no lo sabría.

𝐁𝐨𝐮𝐥𝐞𝐯𝐚𝐫𝐝┃Tord LarssonWhere stories live. Discover now