Hay un momento de nuestras vidas en el que
somos tan vulnerables que nos rompemos y no
sabemos cuándo las piezas se volverán a unir.
Así era como se sentía Elisabeth luego de pasar
un largo tiempo en una relación tóxica, hasta que llegó él y se prop...
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-CREO que lo que más me gusta de tu departamento es la ducha.
-Ya estaba preocupada.-mencionó con gracia la castaña recibiéndolo en la cocina.
-Fue tu idea salir a correr.
-Tú querías conocer central park.- respondió ella.
-Mira, hasta Zeus está cansado del paseo.-comento señalando al cachorro recostado en el sofá.
-No justifiques tu tiempo extra en la ducha.-bromeó.-Por un momento me preocupe, pero luego recordé que puedes durar horas.
-Soy culpable.
-A veces me da miedo si quiera tocarlo de lo perfecto que se ve.- admitió la castaña viendo el pelo del británico.
-Esto no lo sabes, pero no me gustan que me toquen el cabello.- mencionó acercándose a ella para tomar una manzana.
-O sea que si te toco el cabello, ¿toda nuestra amistad se termina?
-No lo se, tal vez seas la excepción.-encogió sus hombros mirándola de frente y con sus cuerpos rozándose.
Beth tomó eso como una invitación y se atrevió a levantar su mano para llevarla hasta el cabello del ojiverde. Era suave y sedoso. Pero no podía concentrarse porque los ojos del piloto la miraban con tanta determinación que sentía que podía leerla hasta descubrir que le entraron ganas de besarlo. Quería besarlo, quería saber a qué sabían esos labios que se veían tan rosados y suaves. Quería tocarlos como casi lo hacen en Monaco. Pero no podía, no podía ser tan egoísta y lastimarlo. Así que se separó de él, aclarando su garganta rompiendo el momento.
-¿Que quieres hacer algo más hoy?-pregunto tomando utensilios regados para no tener que verlo.
-¿Que propones?-contra pregunto cabizbajo.
-Podemos intentar ir de nuevo al restaurante italiano.-sugirió la modelo.
Él arrugó la cara. La idea no sonaba tan atractiva.
-¿Y si mejor te cocino?
Elisabeth levantó la mirada para verlo sorprendida.
-¿Tu cocinas?-cuestiono sorprendida.
Él soltó una pequeña carcajada al ver su reacción.
-La verdad es que no. Pero se cocinar macarrones .-contó
-¿Quieres cocinar macarrones solo para mi?-pregunto con ilusión. El asintió.-Eso se considera coqueteo y tendrás que pagarme por eso.
-No. El trato es otro y lo sabes.-le recordó sonriendo.
Beth negó con la cabeza mientras mordía su labio inferior. Aquel británico de ojos verdes iba a hacer que rompiera sus barreras sin querer.