SEPTIMA CALLE

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Nunca había puesto atención a la tierra
y resulta que la hay roja, amarilla, gris.
A veces construye, a veces entierra,
en zonas desértica y en otras pare maíz.

Y resulta que aquí abunda la tierra roja.
Acabo de ver que a dos metros se intensifica.
Debe ser por que el sepulturero la moja,
da igual, para una caja no hay tierra específica.

Los lamentos me distraen de mi investigación.
Los "Lo lamento" me causan aberración.
La mente me cuenta que todo es ficción.
Dice que cuando despierte no habrá maldición.

Sigo investigando, analizando, juzgando.
La madera del ataúd, las botas de doña Lulú,
la edad de don Jaime, Aimeth y Fernando.
Si, sigo detestando a toda esta multitud.

Mientras, la tierra empieza a cubrir la caja,
llevan quince paladas y aún veo a mi difunto.
Otra palada, otra patada, otra navaja que se encaja.

Pero, ¿por qué no lloro?
¡Ese es el maldito punto!

La tierra casi se acaba, ya no veo madera.
La tumba no se llena, el mariachi no se calla.
Mi cabeza no descansa, siento que estalla.
La gente no se marcha, la comida esperan.

Pasó un siglo y apenas terminan la sepultura.
Yo sigo volando, mientras todos sufren caída,
soy un globo con helio que quiere ruptura.
Solo quiero irme; una siesta, llanto y comida.

Quiero despertar de esta horrible pesadilla,
pero aún falta poner toda la flor amarilla.
Asimilar tu ausencia no será cosa sencilla.
Ve, no fumo y ya fui por otra cajetilla.

Quiero que acabe, pero no acabará,
todo seguirá, el dolor no se marchará,
tú no volverás, la gente se esfumará.

Caeré en soledad, la muerte se quedará,
me seguirá, me esperará, me atará,
y seguro algún día...

nos juntará.

Nueve calles de lutoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz