Sin Wi-Fi

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Code: Lyoko y sus personajes son propiedad de MoonScoop y France3.

Sin Wi-Fi

La sonrisa en la cara de Aelita dejaba poco espacio para las preguntas. Sólo había dos motivos por los que sonreiría de aquel modo; el primero: un avance importante en su proyecto personal, algo que le llevase hacia el camino correcto; el segundo: Odd Della Robbia.

Desde el principio, Aelita había sentido una conexión intensa y electrizante con Odd, tanto que Jérémie había llegado a preguntarse si no acabarían enamorándose y qué haría él si eso ocurriera. A Jérémie le había preocupado durante un tiempo bastante largo, pero al final no había pasado nada. Después comprendió que lo que sentía Aelita por Odd era algo fraternal, que le hacía sentir en familia y a salvo, que Odd era su cómplice de travesuras y su eterna excusa para dar rienda suelta a sus ansias de experimentar. A veces, Jérémie olvidaba que los primeros años de vida de Aelita habían sido muy diferentes a los suyos, que la educación que había recibido era distinta y que tenía prohibidas cosas que para ellos eran normales y naturales, también que había crecido teniendo que esconderse de los hombres de negro que había secuestrado y seguramente matado a su madre. Odd y su carácter impulsivo la empujaban a correr riesgos y experimentar, algo que él no era capaz de hacer.

Aelita se balanceó sobre sus talones con timidez instándole a preguntarle porqué estaba tan contenta. Sus ojos verdes centellearon. Ya no era la chiquilla desubicada que habían sacado de Lyoko, aunque conservaba aquel sutil aura de inocencia y aún parecía flotar sobre el mundo preparada para descubrir cosas y aprender. Mirarla seguía despertando aquel amasijo de emociones que se desbordaba y que le aturdían tanto como le asustaban, porque Jérémie era torpe con la parte sentimental.

—¿Has hablado con Odd?

Aelita pareció sorprenderse, pero se repuso en seguida, dibujando de nuevo aquella bonita sonrisa que iluminaba sus ojos y le pintaba las mejillas de rojo.

Si Aelita no se estuviera tomando un descanso con su proyecto la pregunta habría sido otra, porque para alguien como Jérémie la satisfacción de un problema resuelto era más gratificante que casi cualquier otra cosa. Pero se lo estaba tomando y Aelita no era tan cuadriculada como lo era él.

—¿Cómo lo has sabido?

—Porque te conozco —respondió resuelto.

La risa alegre de Aelita sonó como la música más hermosa del mundo. Era afortunado por tener a una persona tan maravillosa a su lado, apoyándole y queriéndole sin reservas, aunque a veces sintiera que no se lo merecía.

—Me acaba de llamar Odd, han acabado con las reformas del hotel y nos invitan a pasar allí toda una semana —declaró moviendo las manos alegre—. Va a invitar a los demás, será como un reencuentro de Lyoko. Mucho mejor que un reencuentro de ex-alumnos en Kadic.

«Un reencuentro de Lyoko a excepción de Sissi y las posibles parejas de los demás» pensó Jérémie, aunque en algún momento, Sissi, había sido una más del equipo, ella no había llegado a pisarlo y, tras una vuelta al pasado, lo había olvidado todo. Quizás podían contarla como miembro extraoficial teniendo en cuenta las veces que les había ayudado.

—Es fantástico.

—No vas a buscar una excusa para no venir, ¿verdad?

Jérémie disintió. Era cierto que en lo que estaba trabajando era muy importante, pero era consciente de que necesitaba un descanso porque estaba en un callejón sin salida. Además, tenía ganas de volver a verlos a todos, habían pasado ya cuatro meses desde la última vez que habían quedado y, en aquella ocasión, Ulrich les dio plantó, así que la última vez que coincidieron todos fue durante su boda hacía ya demasiado.

—No, claro que no. Me convienen unas vacaciones.

—Jérémie —susurró con preocupación—. Allí no hay Wi-Fi y la cobertura es pésima.

Para alguien que trabajaba en proyectos informáticos y que pasaba casi el día completo conectado a internet, estar desconectado sería raro e infernal. Aelita no quería que le pillase por sorpresa y entre aspavientos declarase, ofendido, que volvía a casa y que se sentía traicionado.

—No importa, así no tendré excusa para no desconectar —respondió tranquilo.

—¿No te llevarás el portátil?

Los ojos de Jérémie se desviaron hacia el maletín negro que acumulaba polvo en un rincón y se encogió de hombros.

—Lo llevaré por si acaso, aunque espero no necesitarlo. Siempre puedo usar el móvil para conectarme a internet si la situación lo requiere.

Y cuando Jérémie decía «por si acaso», Aelita sabía que, en realidad, quería decir «por si X.A.N.A. vuelve a despertar o el superescaner localiza en la red algún rastro de tu padre», por eso no le molestaba. Jérémie seguía vigilante y eso la hacía sentir más segura de lo que se atrevería a admitir.

—¡Genial, le diré a Odd que iremos!

—Aelita, ¿crees que harás mucho frío?

Ella, aliviada por el hecho de que no acabase de descolgarse con una excusa, sonrió feliz y se encogió de hombros.

—No lo sé. Iré a comprar ropa térmica a la tienda de deportes.

—Creo que iré contigo, me conviene tomar un poco el aire.

—¿En serio?

—Sí, hace tiempo que no vamos juntos de compras.

Tendría que darle las gracias a Odd por obrar aquel milagro de levantar a Jérémie de su silla e ir, por voluntad propia, a un centro comercial. Esperaba que no fuera el único milagro que se obrase, porque quería que todo fuese perfecto.

—Aelita, ¿has pensado que Ulrich o Yumi podrían tener pareja?

Ella meneó la cabeza con energía y enredó el brazo con el suyo mientras le arrastraba hacia la entrada.

—No lo creo. Yumi dice que no tiene tiempo para romances y Ulrich...

—Es Ulrich —finalizó Jérémie haciéndola reír.

—Eso mismo.

Lo habían hablado muchas veces y ambos estaban de acuerdo en que esos dos nunca dejarían de estar enamorados. Que uno debería dejar de ser tan orgulloso y la otra bajar un poco la guardia, porque sus dos amigos no tenían remedio.

—Que hagan lo que quieran, nosotros nos lo pasaremos genial, tengo muchas ganas de pasar un tiempo todos juntos —susurró Jérémie.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Hoy toca un poco de Jerlita, porque necesitamos un poco de variedad.
Mañana más, nos leemos.

En la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora